- Opinion
- 05.09.2015
@rinconet
Cine y Política. Elección, de Johnnie To
No hace falta la densidad de mercurio del cine comprometido para que una película sea política.
Esta es la tercera y última columna dedicada a Cine y Política, luego de la de El Padrino y Un tiro en la noche.
Como escribí anteriormente, no hace falta la densidad de mercurio del cine comprometido para que una película sea política. Cada film, o al menos cada buen film, describe su propia idea del bien común y del ordenamiento del mundo.
Es el turno entonces de dos largometrajes de un gran director hongkonés, el prolífico Johnnie To:Elección I (2005) y Elección II (2006)
El cine de To tiene incontables ecos de los policiales y comedias románticas de los años ’50 y, en general, del mejor cine clásico norteamericano. Por suerte para nosotros, su cinefilia no le genera ningún respeto excesivo hacia sus mayores. Su máquina arrolladora está centrada en el placer de filmar, de mezclar géneros (incluso en una misma película), de imaginar tramas y de contar una historia con un virtuosismo poco frecuente en el cine actual.
Como El Padrino, la saga Elección no es una de gángsters. Son películas sobre el poder, su legitimidad y ejercicio. Son, en ese sentido, films sobre la política.
Elección I relata el incierto momento de elección de un nuevo jefe de las Tríadas, grupos que dominan la mafia china de Hong Kong desde fines del siglo XIX y que controlan importantes sectores de la economía de la isla (incluida, paradójicamente, la industria cinematográfica). La pérdida de legitimidad de un sistema electoral que ha sobrevivido a casi un siglo de funcionamiento, fuerza una crisis que se resolverá de una manera tan creativa como feroz (aunque Johnnie To, como Don Vito Corleone, sólo utiliza la violencia cuando realmente hace falta). El trasfondo es un período político también incierto: el traspaso de Hong Kong a China por parte del Reino Unido.
Una rivalidad feroz surge entre los dos candidatos: Lok, el favorito, y Big D, el desaforado rival que irá contra años de tradición, buscando apoyos a través de amenazas.
Frente a la violencia de Big D que amenaza con llevarse puesto al sistema, Lok impondrá la legitimidad gracias a una violencia aún mayor y a una notable falta de escrúpulos. Es un dilema parecido al que se plantea Un tiro en la noche: la ley se establece (o en este caso se reestablece) a partir de un crimen.
En Elección II, la Tríada ha prosperado mucho gracias al liderazgo de Lok y la crisis surge por su negativa a dejar el poder, como lo exige la tradición. Jimmy, un joven gangster muy respetado por sus pares, es tentado a enfrentarlo. Pero éste, como Michael Corleone, se ve a sí mismo más empresario que jefe de la mafia, apuesta al desarrollo legítimo de sus compañías e, incluso, a una prometedora carrera política.
Sus sueños de respetabilidad son frenados por quien resulta ser el actor principal de la historia: el Estado chino, que a través de un funcionario gris, lo obliga a dirigir la Tríada, para mantener el control de Hong Kong. En recompensa, Jimmy obtendrá futuros negocios inmobiliarios en la China continental.
En Un tiro en la noche, Ford, no sin cierto desencanto, acepta que el progreso puede justificar un crimen y que los representantes del Estado son sus legítimos artífices. Unos años después, luego de la debacle ciudadana que significaron los asesinatos en cadena de Kennedy, Luther King y Malcolm X, Coppola pasa del desencanto al escepticismo. El Padrino descree de esos legítimos representantes: el progreso depende de los valores de la familia y del espíritu emprendedor, ya no del Estado. Valores que serán derrotados al final de la saga por las dos instituciones más antiguas de Occidente: la banca y la Iglesia.
Johnnie To, nos propone en Elección la vuelta del Estado como legítimo ordenador de la sociedad, aunque lejos de la visión candorosa de Ford o el escepticismo de Coppola. El Estado de To es uno conformado por funcionarios grises, honestos pero no idealistas, que buscan instaurar el orden y progreso necesarios para el bien común, aún a costa de usar al crimen organizado.
El gigante chino parece inspirarse de la democracia occidental de la misma forma que el prolífico director hongkonés del cine clásico norteamericano, sin excesivo respeto.
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