- Opinion
- 17.12.2015
SOBRE LA SALIDA DEL CEPO
Racionando pobres
El 10 de diciembre se inició formalmente un nuevo ciclo político. Una semana después, está pariendo un nuevo ciclo económico. Lo que a esta altura está más que claro es que la grieta sigue intacta, sólo cambió el lado que atienden los contendientes.
El desplazamiento diplomático de Martín Lousteau, los ofrecimientos de lugares de gobierno a dirigentes de diferentes espacios políticos que compitieron con Cambiemos en las elecciones, hasta las sugestivas trabas de la vieja guardia grondonista (incentivadas por Daniel Angelici, operador todo terreno y voz de Macri en Boca) a la consagración de Marcelo Tinelli al frente de la AFA, evidencian que la estrategia del PRO es despejar la cancha de posibles competidores y que sólo queden el kirchnerismo y la izquierda troskista. Aun con el traspié de la designación por decreto de dos ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se podría decir que están teniendo bastante éxito.
Por su parte, el kirchnerismo va a aprovechar las decisiones políticas y económicas del gobierno nacional, sobre todo la devaluación y el fin de los subsidios a la luz y el gas, para seguir insistiendo en su caracterización (algo haragana pero efectiva) del macrismo como una continuación del neoliberalismo menemista. Podrán alegar que su campaña del “miedo” era más bien una advertencia del apocalípsis que sobrevendría a un gobierno macrista. Desde este lugar, tratará de capitalizar el descontento que surja con medidas que, sin duda, van a afectar el bolsillo de los trabajadores y la clase media, como lo viene afectando la inflación y como lo afectó la devaluación de Axel Kicillof del verano de 2014.
Hay mucho más para decir, para reflexionar, para revisar. Hay una historia de aciertos y demasiados errores que explica cómo llegamos hasta acá. Ya nos hemos referido a algunos de ellos en entradas anteriores. En esta oportunidad me gustaría detenerme en uno de ellos: la pobreza.
Habrá poco espacio para algo más. El problema es que hay mucho más para decir, para reflexionar, para revisar. Hay una historia de aciertos y demasiados errores que explica cómo llegamos hasta acá. Ya nos hemos referido a algunos de ellos en entradas anteriores. En esta oportunidad me gustaría detenerme en uno de ellos: la pobreza. Como se sabe, “Pobreza 0” ha sido uno de los pocos compromisos concretos que Mauricio Macri tomó en su discurso de asunción. Al mismo tiempo, la disminución de la pobreza en estos 12 años ha sido uno de los caballitos de batalla del gobierno saliente, aunque la falta de estadísticas confiables impide saber a ciencia cierta cuántos millones de pobres e indigentes viven en el país.
Sobre el impacto que la devaluación y las demás medidas económicas en la consecución del objetivo planteado por Macri no hay dudas que estas medidas son un retroceso significativo. Aunque aún es prematuro adelantarse a precisar su magnitud, un estudio de Roberto Frenkel, publicado a mediados de año por la Iniciativa para la Transferencia Financiera, nos permite tener una aproximación. Según este prestigioso economista, “la flotación libre generaría en cualquier caso una importante aceleración inflacionaria, aún bajo los supuestos más favorables. Una condición necesaria para que la aceleración se detenga en algún momento es que la tasa de interés local esté en su nivel de equilibrio. Esto podría no ocurrir, sea porque la dominancia fiscal impide que el Banco Central logre instrumentar una tasa de interés suficientemente alta o porque la tasa de interés real resultante sea intolerable para el sistema financiero y la economía real. En este caso la aceleración inflacionaria no se detendría en el contexto de libre flotación”. O sea, hay que seguir la tasa de interés.
La flotación libre generaría en cualquier caso una importante aceleración inflacionaria, aún bajo los supuestos más favorables. Una condición necesaria para que la aceleración se detenga en algún momento es que la tasa de interés local esté en su nivel de equilibrio.
Pero para esa misma época, Frenkel, en un artículo publicado en el diario La Nación, nos advertía sobre los efectos que las medidas económicas adoptadas por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner habían tenido sobre los niveles de pobreza e indigencia, tomando como ejemplo la evolución del precio de la carne, un tema que, por otra parte, ha sigo eje de fuertes polémicas en los últimos días.
Para el economista del CEDES, “los altos niveles de pobreza resultan del fuerte incremento del precio relativo de los alimentos. Cierto rol juega en esto el aumento de su valor internacional, pero se explica en gran medida por los precios de los alimentos no transables internacionalmente.
“Un buen ejemplo es la evolución del precio del ganado vacuno, principal determinante del precio del ítem carnes del IPC. Entre 2002 y 2005 la carne vacuna era un bien transable internacionalmente. En 2005 comenzaron a restringirse las exportaciones. Entre 2002 y mayo del 2006, cuando comenzó a caer, el precio real del ganado (mercado de Liniers) osciló en torno a 180 (siempre según el índice de base 100 en 2001). Convertida la carne en un bien no comerciable, el precio del ganado cayó continuamente hasta mayo de 2009, cuando llegó a un mínimo de 108. Pero el precio real toma enseguida una fuerte tendencia ascendente, que llega a un máximo de 267 en noviembre de 2010.
“Entre ese momento y diciembre de 2014 el precio real del ganado osciló en torno a un promedio de 200, esto es, el doble del precio de diciembre de 2001 y significativamente mayor que en los primeros años de la década pasada, cuando la carne era comerciable y el tipo de cambio real era bien alto. A lo largo de este ciclo ganadero las existencias se redujeron (neto) en unos ocho millones de cabezas. No fue solamente la carne, también se elevaron fuertemente alimentos no comerciables del ítem frutas, verduras y legumbres del IPC y otros”.
Se incentivó la demanda mientras se desalentaba la oferta. Como efecto, el mercado raciona a los pobres vía precios. Las restricciones a las exportaciones resultaron un tiro por la culata. La forma de reducir la pobreza no es prohibir exportaciones y atrasar el tipo de cambio, sino estimular y aumentar la producción de alimentos.
Esto sucedió porque “se incentivó la demanda mientras se desalentaba la oferta. Como efecto, el mercado raciona a los pobres vía precios. Las restricciones a las exportaciones resultaron un tiro por la culata. La forma de reducir la pobreza no es prohibir exportaciones y atrasar el tipo de cambio, sino estimular y aumentar la producción de alimentos”. Mientras que de un lado y otro de #LaGrieta se echan culpas por el estado de situación, es bueno tomar nota de esta recomendación final porque en ella está la clave para salir del sinfín crisis económicas-recuperación en que vivimos desde hace 40 años.
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