- Opinion
- 10.02.2016
OPINIÓN
Ideas zombies y beneficios vivos
El paradigma reaccionario suele basarse en lugares comunes tan atractivos como falsos. Se trata de ideas "zombies" que, según Paul Krugman, “deberían haber muerto hace mucho tiempo dadas las pruebas que contradicen su premisa fundamental, pero que, de algún modo, todavía siguen por ahí arrastrando los pies.”
“¿Presidente, usted tiene idea de lo que es el Estado argentino? Es el único país donde las empresas del Estado pierden la plata que pierden, son monopolios...”. Bernardo Neustadt – Mariano Grondona / entrevista a Carlos Menem 1989.
Los gobiernos populistas y despilfarradores suelen disminuir la deuda mientras que los gobiernos serios y austeros optan por aumentarla. "Resolver los problemas", como propone el ex compañero de ruta de Libres del Sur y actual ministro Alfonso Prat Gay, consistiría entonces en traspasárselos a nuestros hijos para que además de resolver los suyos tengan que resolver los nuestros.
El paradigma reaccionario suele basarse en este tipo de lugares comunes tan atractivos como falsos. Se trata de ideas zombies, según la gran fórmula del economista Paul Krugman, “ideas que deberían haber muerto hace mucho tiempo dadas las pruebas que contradicen su premisa fundamental, pero que, de algún modo, todavía siguen por ahí arrastrando los pies.”
“El padre de todos los errores es la creencia de que un gobierno “amistoso con los mercados”, que genere “un buen clima de negocios”, tendrá necesariamente respuestas positivas del poder económico”, escribe por su lado Claudio Scaletta.
En estos días la nueva titular de Aerolíneas Argentinas manifestó su preocupación por la situación “muy grave” e incluso “insostenible” de la empresa, explicó que “no podemos soportar ese nivel de déficit” y se comprometió a reducirlo a cero. Concluyó que la anterior gestión manejó la empresa “desde el lado político”, algo sin duda asombroso tratándose de una empresa estatal.
Si el déficit fuera el drama de Aerolíneas o de cualquier otra empresa de transportes estatal, alcanzaría con subir sus tarifas o concentrarse en el giro más rentable, eliminando tramos que no lo sean. Esa no suele ser la política de las empresas públicas ya que su interés no se mide por su balance sino por la riqueza que generan al país. Es tan absurdo exigirle superávit a una empresa pública como pedírselo al teatro Colón, a una escuela o una plaza. No es sólo una idea falsa en el sector público. Sería también absurdo medir el interés de una empresa subsidiaria en base a sus propios resultados y no a los que ayuda a conseguir a la empresa madre.
El catálogo de este tipo de lugares comunes no es nuevo. Apenas ganó las elecciones, Menem fue entrevistado por Neustadt y Grondona. Entre elogios y chistes, ambos delinearon los mismos lugares comunes que hoy escuchamos desde el gobierno y los medios independientes, tan independientes como lo eran aquellos dos operadores políticos.
Incluso la soberbia presidencial, alérgica a “la gente”, ya era uno de nuestros males, aunque no fuera la de CFK sino la del hoy canonizado Raúl Alfonsín: “Usted sabe, una de las cosas de las cuales la gente está más cansada es que los presidentes sean soberbios y que no tengan la humildad de juntarse con la gente, saber lo que le pasa a la gente”.
Como hoy, limitar el rol del Estado no era una cuestión política sino de eficiencia: “Sin hacer una discusión ideológica, porque es tonto hacer ideología acá: ¿no será que tenemos un Estado demasiado grande para poder administrarlo bien?”. Es una pregunta que no suelen hacerse en el sector privado. Nadie imagina a Bill Gates, por ejemplo, explicándole a su board que Microsoft es demasiado grande para ser bien administrado y proponer su desguace.
Era la época en la que Neustadt, como hoy Costantini con los aviones, denunciaba que los trenes nos costaban “un millón de dólares diarios” como preludio a su desmantelamiento y a la estafa a millones de usuarios y miles de pymes, aisladas de la noche a la mañana y con una estructura de costos modificada.
Las ideas zombie no sólo producen pobreza y desempleo, también generan enormes beneficios: en menos de dos meses y gracias a su eficaz política de Pobreza Cero, Mauricio Macri ya sacó de la indigencia a los exportadores de soja, los accionistas de Clarín y los Fondos Buitre.
Son grandes razones para que “todavía sigan por ahí arrastrando los pies”.
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