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- 16.05.2016
COMUNA 4
Un grupo de vecinos de La Boca quieren sacar al barrio del olvido
Representan a la cultura, el ámbito académico y el comercio del barrio de La Boca que tiene 112 agrupaciones sociales. Proyectan mejoras, de un polo gastronómico a transporte en el Riachuelo.
Caminito es uno de los diez lugares más fotografiados del mundo. “La Boca tiene la incidencia de turistas más grandes de toda la Ciudad”, dice a Clarín el historiador Diego Barovero. “El 80% de los turistas que llegan a Buenos Aires visitan nuestro barrio. No hay un tipo en el mundo que no haya venido al menos una vez a La Boca”.
Diego Barovero y otros vecinos reconocen algo que consideran no funciona o debería mejorar: el promedio de estadía de un turista en Caminito oscila entre los 15 y 45 minutos. “Es que el barrio se quedó, se oscureció”, dice a Clarín Carlos Milanesi, presidente del cuartel de Bomberos de La Boca, el primer cuartel del país. “No encontramos la mutación que sí vivieron San Telmo o Barracas. El barrio está olvidado”.
Los vecinos recuerdan las épocas doradas de La Boca: cuando había 11 bancos, casas de cambio, galerías de arte, fábricas y el puerto que le generaban trabajo, 30 o 40 cafetines y cantinas, diez pizzerías, un cine, artistas que instalaban sus talleres en el barrio y Boca Juniors era un club donde los nenes de los conventillos practicaban deportes y podían ducharse con agua caliente. “Es como que un tsunami arrasó todo, pero quedaron vivos algunos valores”, comenta a Clarín Víctor Fernández, director del Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín, que recibe 400 chicos a diario. “No es cuestión de dinero. Es creatividad, ganas y respeto a esos valores”.
La Boca tiene 112 instituciones barriales convencidas de que todo lo que existió se puede recuperar. “Estamos dando la transformación. Nos juntamos para mostrar que estamos acá, que somos muchachos que representamos al barrio y desde nuestro lugar podemos ayudar a que todo mejore, porque las conocemos. Pero necesitamos el acompañamiento del Estado”.
Las ideas, en general, giran en torno al turismo. En la zona de Caminito no hay un hostel o un hotel. Y tampoco nadie incitó a que los visitantes duerman en los conventillos, como ocurre en las favelas brasileñas, generando un ingreso. Los vecinos afirman que los comercios cierran a las 18 horas, y después no queda nadie. Por eso proponen un polo gastronómico y bares alrededor de la plazoleta de los Bomberos. Que el turista coma y beba como lo hace en Las Cañitas, Palermo o San Telmo. Que en las cantinas haya shows de tango y de murga. Y luego pueda, de noche, sacarse una foto con el puente Avellaneda de fondo. También añoran un ferry que una Puente La Noria y La Boca por el Riachuelo, reemplazando a los colectivos de línea.
Carlos Milanesi habla de la campaña “Lo podemos evitar”, nacida a partir de los numerosos incendios en conventillos del barrio: “Son relevamientos y capacitaciones del vecino para la evacuación y uso de matafuegos. También revisamos tableros, sabiendo que son la principal fuente de incendios”. En muchos casos, cambiaron tapones por térmicas. Los conventillos llegan a 260, aproximadamente. Los Bomberos hacen el mismo trabajo en los asentamientos del barrio.
“Juntamos a los chicos en el museo y empezamos a darles charlas para transmitirles la historia del barrio”, afirma a Clarín Víctor Fernández “les hablamos de la convivencia del arte con la vida cotidiana y del enriquecimiento del encuentro cotidiano, de la relación institución-vecino, del ejercicio de la solidaridad que reina en el barrio desde la llegada de los primeros inmigrantes, de la identidad de nuestras calles, y que La Boca es nuestra”. Fernández también estuvo a cargo de una actividad durante el aniversario pasado, donde los niños del barrio pintaron los adoquines de colores, seguido de una barrileteada.
Carlos Patane es otro vecino de los autodenominados “refundadores”. Es el presidente de la Unión de comerciantes, industriales, profesionales y de turismo de La Boca. Recuerda una anécdota de Quinquela Martín “Quinquela pintaba mirando al río, en aquella época estaban los famosos ‘apuntadores’, que eran los que decidían quién trabajaba y quién no. El venía desde su taller, y les mandaba dinero a los que se quedaban sin el día de trabajo, para que al menos lleven algo a sus casas”.
En La Boca hay comercios de barrio, solo en las calles Olavarría y Necochea hay más de 150. Faltan las cantinas, pero la bohemia sigue. Es lo que hace que el sueño de refundar La República de La Boca sea posible.
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