CINES DE BARRIO

Los cines históricos se extinguen entre el abandono y la transformación

Los míticos cines fueron cerrando y los que aún se mantienen abiertos lo hacen con escasos recursos; hay espacios que se convirtieron en comercios.


Los cines de barrio marcaron épocas, fueron hitos célebres en sus barrios, supieron ser anfitriones de figuras internacionales y locales, de películas taquilleras y de fracasos estrepitosos. Los vecinos los recuerdan con cariño y nostalgia, en algunos casos se organizan para tratar de salvarlos.
 
Los clásicos cines y teatros de barrio supieron tener su época de esplendor entre 1920 y 1990, aunque algunos continuaron un tiempo más. Desde entonces, los grandes complejos fueron ganando terreno hasta condenarlos al olvido. Algunos debieron mutar y transformarse, como el caso de la librería Ateneo Grand Splendid, en Recoleta. Otros, sin embargo, parecen aguardar en silencio, con sus frentes tapiados, a la espera de un renacimiento para volver a brillar como en sus mejores épocas.
 
Una de las míticas zonas de cines en continuado fue la de la peatonal Lavalle, desde Carlos Pellegrini hacia el Bajo. Allí, muchos recordados clásicos como el Select Lavalle, el Paramount, el Alfa o el Ocean fueron cediendo sus inmensos espacios a fines más comerciales: cadenas de farmacia, locales de indumentaria o iglesias universales del Reino de Dios. El Monumental, en Lavalle al 700, es hoy el único que sigue en pie en la peatonal, aunque con menos afluencia de público.
 
Osvaldo Faraci tiene 80 años y aún trabaja como lustrabotas en la zona de Obelisco. Recuerda con nostalgia las colas que se formaban para comprar una entrada y el público que acudía a horarios variados e impensados. "No era raro ver a tipos de saco y corbata que a las tres de la tarde se metían a ver una de acción, a chicos que se rateaban del colegio, mujeres con la bolsa de las compras... Esos cines nunca dormían, siempre tenían su público fiel", cuenta a La Nación.
 
La esquina de Callao y Santa Fe supo también ser el epicentro de la movida cinéfila nocturna, en especial de los viernes y sábados. El cine América, en Callao 1057, cerró sus puertas a mediados de 2011 sin previo aviso y hasta hoy permanece con su frente tapiado, como a la espera de un nuevo destino. "Es una verdadera lástima, mucha gente venía a ver películas en esa pantalla enorme, era todo un programa. Los vecinos del barrio realmente extrañamos el América", reconoce a La Nación Aída Leveque.
 
Cerca de allí, el Grand Splendid luce hoy como una de las librerías más grandes del país, e incluso el periódico inglés The Guardian la ubicó en el segundo puesto a nivel mundial. Con su interior que supo mantener la estructura de cine y teatro que sirvió de escenarios a artistas de toda talla, incluido Carlos Gardel, el lugar es, desde 2000, un concurrido paseo para vecinos y turistas.
 
El ex cine Atlas cerró definitivamente sus puertas en 2011, en Av. Santa Fe 2015, casi esquina Ayacucho, donde funcionó desde 1986. Su fachada estuvo tapiada desde entonces hasta hace 15 días, cuando un local de la ropa femenina Cuesta Blanca desembarcó con todo el esplendor. "Era un clásico del viernes a la noche, caminar desde Pueyrredón y Beruti hasta acá, mirar una película en esa sala preciosa, salir, tomar un café y volver a casa", recuerda Jorge a La Nación, se niega a visitar los grandes complejos cinematográficos de los shoppings, "son fríos, sin personalidad, con un olor a comida que espanta", se queja.
 
Otros barrios de la Capital también recuerdan con nostalgia sus mejores años, cuando el cine congregaba la actividad cultural del lugar, además de ser un punto de encuentro, como el Aconcagua, en Villa Pueyrredón. Construido en 1944 por el inmigrante italiano José Patti y con capacidad para albergar a 1200 espectadores, este cine bajó el telón definitivamente en 1995. "Se comenta que los actuales dueños estarían dispuestos a venderlo. Ya juntamos más de 30.000 firmas para que se reabra, organizamos obras de teatro y proyectamos películas en la puerta. Queremos que avance el proyecto que ya fue votado en el Senado", cuenta a La Nación José Luis Alesina, nieto de Patti, y que conduce la Asociación Civil Aconcagua.
 
Armando Gutiérrez supo ser habitué del Aconcagua y afirma: "Venía gente de acá y de otros barrios, era todo un acontecimiento presenciar un estreno. Las parejas se vestían elegantemente, no como ahora. Lamento mucho que ya no esté, y los problemas que hay para que vuelva a abrir".
 
En Parque Patricios, un bello edificio que supo atravesar mejores tiempos luce abandonado, con la pintura descascarada, pero con vestigios de haber pasado por mejores épocas. Sobre Av. Caseros, el cine y teatro Urquiza lució sus primeras galas en 1926 y, con 1600 butacas, tuvo el privilegio de ser anfitrión de Gardel, Tita Merello y Aníbal Troilo, entre otros. Según denuncian los vecinos, el cine Urquiza corre serios riesgos de desaparecer, aunque una medida cautelar lo protege.
 
Hace ya varios años que asociaciones vecinales organizan festivales y juntan firmas para que se expropie el inmueble. "Desde la Comisión Nacional de Museos, espacios, bienes y lugares históricos dijeron que el Urquiza tiene valor patrimonial y que la Ciudad debe hacerse cargo", explica a La Nación Octavio Martín, miembro de la Asociación Cine Teatro Urquiza. Y agrega que "desde 2008 las políticas apuntaron al desarrollo inmobiliario y nada al bienestar del barrio y sus vecinos."
 
En La Paternal, sobre Av. San Martín, el nombre Taricco es lo único que permite reconocer a aquel emblemático cine y teatro que tuvo sus comienzos en 1916. Sus mejores años fueron entre 1920 y 1969, cuando la propagación de la televisión fue paulatinamente quitando público a las salas cinematográficas. A partir de entonces, el edificio pasó a convertirse en un supermercado hasta que en 1991 los responsables decidieron dejar el inmueble deshabitado. "Son siete dueños con distintos porcentajes, que no se ponen de acuerdo para vender. Tampoco hay interesados en comprar o alquilar", explica a La Nación Norberto Zanzi, uno de los impulsores del relanzamiento del Taricco.
 
"Fue declarado sitio de interés cultural porque pasaron por él artistas como Luis Sandrini, las mellizas Legrand, Gardel... A raíz de ello, en 2012 la Defensoría del Pueblo consideró que el Gobierno de la Ciudad debería comprar el edificio. El Ministerio de Cultura dictaminó que el inmueble está en condiciones... O sea, cuenta con los requisitos para volver a funcionar, pero no hay voluntad", se lamenta Zanzi.

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