OPINIÓN

La crónica de la semana (volver al mundo desde una cárcel jujeña)

La ONU exigió la “inmediata liberación” de Milagro Sala. El secretario de Derechos Humanos, opinó que el pedido de la ONU “no es vinculante” y que tienen “180 días para responderlo”. Tal vez utilice ese tiempo para declarar que tampoco es vinculante la Declaración Universal de DD.HH. o incluso nuestra propia Constitución.

Sebastián Fernández

Terminamos otra semana trepidante en la que no tuvimos noticias de la lluvia de inversiones pero tampoco de la Pobreza Cero; es decir, una de cal y otra de arena. Tampoco llegó el esquivo tercer semestre pero sus efectos benéficos podrían ser compensados por más timbreos y más trabajo en equipo. Una noticia alentadora.

En estos días, el Comité de Detenciones Arbitrarias de la ONU exigió la “inmediata liberación” de Milagro Sala. Rápido de reflejos, Claudio Avruj, el ineludible secretario de Derechos Humanos de la Nación, opinó que el pedido de la ONU “no es vinculante” y que tienen “180 días para responderlo”. Tal vez utilice ese lapso de tiempo para declarar que tampoco es vinculante la Declaración Universal de Derechos Humanos o incluso nuestra propia Constitución. El gobernador Gerardo Morales, por su parte, explicó que el dictamen de la ONU es injusto ya que toma en cuenta la figura imaginaria de “incitación al acampe” con la que Sala fue encarcelada en un primer momento, pero no las miles de causas posteriores. Es más, en una clara actitud dialoguista, habría propuesto acusar a Sala del conjunto de los delitos tipificados en el Código Penal y que la ONU elija el que prefiera. Y para que el tema no sea tomado como una persecución personal, el gobernador se habría comprometido a encarcelar también al entorno de Sala. La incansable canciller Malcorra, por su lado, habría apuntalado la voluntad de diálogo del gobernador proponiendo como solución de consenso que Milagro Sala sea extraditada a Guantánamo.

Como ocurrió hace 37 años con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), muchos argentinos de bien rechazaron la intromisión de un organismo internacional en nuestros asuntos internos y la persecución al gobernador por encarcelar distinto. En las redes sociales ya circulan consignas a tal efecto: Je suis Gerardo y Los argentinos somos derechos y morales. Los periodistas serios no fueron ajenos a este nuevo combate ético, como Jorge Lanata, quién declaró: “si vos me preguntas si pienso que Milagro Sala puede entorpecer la investigación estando libre, te digo que sí y si me preguntan si hay riesgo de fuga, yo creo que también”. Al parecer, Milagro Sala podría entorpecer la investigación, fugándose. El periodismo de certeza contra la abusiva presunción de inocencia.

En todo caso, que Gerardo Morales no sea kirchnerista es una buena noticia. Eso nos eximirá de una carta de Alfredo Leuco, una indignación de Marcos Aguinis, varios insultos de Jorge Lanata y muchas denuncias de los hoy afónicos juristas radicales.

En todo caso, lo fundamental es que, gracias al incansable accionar de la justicia del gobernador Morales, la coalición Cambiemos logró cumplir con al menos una de sus promesas de campaña: volvimos al mundo.

Esta semana tuvimos otro nuevo efecto bumerán en Comodoro Py. Citada, como ya es habitual, para responder acusaciones sobre sobreprecios en la obra pública, CFK denunció los cambios en la contratación del soterramiento del ferrocarril Sarmiento. En efecto, el contrato inicial preveía que los adjudicatarios aportarían el financiamiento de la obra, pero esa exigencia desmesurada e indigna de un país serio fue modificada por DNU por el presidente y la obra contará con 45.000 millones de pesos de fondos públicos. Pese a que dio lugar a un pedido de investigación judicial, la acusación de la ex presidenta nos parece injusta: teniendo un Estado bobo a disposición sería una picardía que Mauricio Macri no lo aproveche, en particular si eso beneficia a su primo Angelo Calcaterra. Sólo se trata de retomar una vieja tradición familiar, pero esta vez del otro lado del mostrador.

Según el diario La Voz, “pagar el bono (de fin de año) a todos los estatales argentinos cuesta 13.800 viviendas”. Este nuevo sistema de medición en pizzas, jardines de infantes y viviendas sociales es bien extraño. Como escribimos en esta misma columna la semana pasada, nunca se aplica a erogaciones mucho mayores, como las retenciones que el Estado dejó de percibir o los miles de millones de dólares que la Argentina le pagó a los Fondos Buitre. Ocurre que el pensamiento reaccionario suele proponer reemplazar gastos que detesta por inversiones que jamás hará.

Desde el Comité de Actividades Antiargentinas, el economista serio Willy Kohan explicó que con precisión y acorde a sus planes políticos, Macri eligió keynesianos expertos en finanzas para el equipo económico, no comunistas”. No sabemos qué nos asombra más, además del desbordante entusiasmo oficialista de nuestros analistas independientes, si descubrir que el anterior equipo económico era comunista o que éste es keynesiano.

Por último, la semana pasada se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner, dando rienda suelta a uno de los grandes asombros de esta época asombrosa: el nestorismo antikirchnerista. Al parecer, Kirchner pasó de político desaforado e intolerante a líder dialoguista apenas tomó la precaución de ya no estar.

Todo lo que quieran, pero ya no le tenemos miedo al censista. 

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