- Opinion
- 14.11.2017
OPINION
Jueces y votos
El nuevo Senado argentino. Stolbizer, Lenin, CFK y los guardianes de delincuentes. Pasen y lean la nueva columna de Sebastián Fernández
Del Valle Iberlucea ocupó su banca ”tras resistir la impugnación chauvinista y patriotera de José Camilo Crotto, un hacendado radical que había sido gobernador bonaerense y dirigente de la Sociedad Rural, que cuestionaba su incorporación por haber nacido en España”. Siguiendo la tradición de Palacios apoyó proyectos de leyes laborales, como la jornada de 8 horas, pero también otros a favor de la emancipación económica y política de la mujer o referidos a la creación de jurados populares para “democratizar la Justicia”, ese objetivo satánico que un siglo después sigue generando la misma indignación entre nuestras almas de cristal.
En enero de 1921, durante el Congreso del Partido Socialista, Del Valle Iberlucea exaltó la Revolución Rusa y propuso que el partido se sumara a la nueva Internacional liderada por Lenin. Esa opinión colmó la paciencia de sus adversarios, conservadores y radicales. Un oportuno juez de Bahía Blanca, precursor involuntario del Comité de Actividades Antiestadounidenses del Senador McCarthy, le inició una causa judicial y solicitó su desafuero, así como la anulación de su ciudadanía y su posterior expulsión del país. Sus colegas senadores, considerando que la libertad de opinión y el derecho constitucional a publicar sus ideas no eran prerrogativas que pudieran ser ejercidas por bolcheviques confesos, votaron a favor del desafuero por un asombroso delito de opinión.
Sus últimas palabras en el Senado fueron: “No temo la decisión de los señores senadores, de los jueces; sé cómo piensa la mayoría de ellos, porque conozco sus manifestaciones en el curso de esta discusión, y por tal razón, dirigiéndome a la mayoría, no puedo al terminar sino repetir las frases celebres: en vano busco entre vosotros jueces, pues solo encuentro acusadores”. La resolución del Senado conmovió a la opinión pública; gremios, centros de estudiantes, organizaciones culturales y vecinales repudiaron la resolución, y el Partido Socialista, que había estrechado filas detrás de su primer senador, organizó un multitudinario acto de solidaridad.
Del Valle Iberlucea nunca cumplió con la delirante condena ya que murió poco tiempo después, de cáncer. No había cumplido 45 años de edad.
En 2007, Margarita Stolbizer y otros dirigentes radicales fundaron el GEN (Generación para un Encuentro Nacional), en oposición a la decisión de la UCR de conformar una alianza con Roberto Lavagna y llevarlo como candidato presidencial.
Con los años, ese partido autodefinido como socialdemócrata y heredero del progresismo de un Palacios o un Del Valle Iberlucea, fue perdiendo su ardor político y eligió ser otro de los tantos sellos de goma dedicados al moralismo selectivo y la indignación televisada. Desde que Mauricio Macri asumió como presidente, Stolbizer ha obviado las iniciativas oficialistas que ponen en riesgo el legado progresista que tanto valora y se ha transformado en la acusadora oficial de CFK, denunciando con precisión de metrónomo suizo todo tipo de tropelías relacionadas con los hoteles de la ex presidenta.
Poco antes de las últimas elecciones, el GEN hizo una alianza electoral con el Frente Renovador, partido que tiene a Roberto Lavagna como sólido referente. En realidad, no hay contradicción alguna en esa decisión sino un honesto aunque tardío reconocimiento: al fin y al cabo el GEN le debe su fundación a Lavagna.
Luego de lograr con sus denuncias consolidar el voto oficialista y evaporar el de su socio, la diputada Stolbizer ha decidido dejar su banca con un último gesto de grandeza: pedirá a la Justicia el desafuero de Cristina Kirchner en el Senado, ya que, según ella, la Cámara Alta asumió el rol de "ser guardianes de todos los delincuentes que llegan a ese lugar".
A diferencia del senador Del Valle Iberlucea, CFK nació en Argentina y no es una bolchevique confesa así que para impedir que represente a sus millones de electores es necesario encontrar otro motivo. La condición de delincuente, que como todos sabemos no requiere de condena alguna, apenas una certeza de Stolbizer, parece ser la indicada.
Con su última iniciativa como diputada electa, nuestra Pasionaria de la hotelería austral abraza desde una fuerza que dice ser la continuidad de aquellos socialistas una de las más tenaces tradiciones reaccionarias que esos mismos legisladores padecieron: impedir la representación popular a través de la Justicia.
Asombros de una época asombrosa.
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