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- 09.01.2018
CAMBIO DE HÁBITOS
Crisis en el negocio de los hoteles alojamiento
Los cambios de hábito y la suba de tarifas jaquean el negocio de los hoteles alojamiento. Durante 2017 cerraron seis. Ahora buscan ser spa de parejas.
Seis hoteles alojamiento dejaron de funcionar durante 2017, a razón de uno cada dos meses. La cifra, advierte la Cámara de Propietarios de Alojamientos (Capral), podría elevarse en 2018, informa La Nación.
"El negocio está en problemas", se queja Valentín Vidal, presidente de la Capral. En los últimos 15 años cerraron más de 50 establecimientos. Hoy continúan funcionando en la ciudad 135 albergues transitorios.
Fueron populares entre los 60 y los 80, los llamados "telos" eran el lugar en el que los jóvenes encontraban intimidad o donde las parejas de larga data conseguían reconectarse. Ahora están en declive, en una caída lenta, pero constante, que parece dirigirlos a una crisis irreversible. Hay distintas razones para explicar esta situación: los cambios de costumbres de los jóvenes, la baja rentabilidad que alcanzan a raíz de los aumentos en las tarifas de los servicios y la explosión inmobiliaria que vive Buenos Aires.
Juan Manuel Capelo Eiroa, secretario de la Capral y presidente de la Federación Argentina de Alojamiento por Horas (Fadaph), cree que la metamorfosis del núcleo familiar influyó en la merma: "Hace 50 años era una locura pensar que un chico podía llevar a su novia a su casa, o que tu hija duerma con un chico en la habitación de al lado. Ese cambio provocó que el público juvenil que solía venir a nuestros hoteles dejara de hacerlo", detalla a La Nación.
"Hay un mayor nivel de apertura en las casas para que los jóvenes pueden tener espacios de intimidad", coincide el sexólogo Patricio Gómez.
"Los cambios sociales nos borraron la franja de entre los 18 y 30 años. Perdimos a los jóvenes: los pibes prefieren gastar $ 1000 en una botella de champagne que en una noche de hotel", agrega a La Nación Eduardo Gómez, gerente del Caravelle, ubicado en el barrio de Palermo. "No supimos generar un atractivo para que los jóvenes vengan al hotel", dice Antonio Antelo, gerente de Noya y Los Lirios.
El Noya, en la zona de Congreso, tiene 35 habitaciones y Los Lirios, en La Paternal, tiene 29. Ambos fueron inaugurados en la década del 60. Tuvieron momentos de esplendor en los que alcanzaban los 120 turnos diarios. Ahora, la cantidad oscila entre 70 y 80 al día, un 35% menos. "Es uno de los peores momentos de la historia", afirma Antelo.
Frente a este panorama, los hoteles buscaron rejuvenecer, la clientela ya no quería habitaciones oscuras con luces rojas, sino algo similar a un hotel tradicional. "Los hoteles invirtieron mucho en los últimos años tratando de adaptarse a los nuevos tiempos. El hotel que se renovó ahora es un spa de parejas, con habitaciones modernas con hidromasaje y duchas. La idea es proporcionar situaciones diferentes de lo que es la vida cotidiana de cada uno de los huéspedes", indica Capelo Eiroa. "Los hoteles deben vender la experiencia, hacer viajar sensorialmente al cliente a otro lugar donde no pueda estar", acota a La Nación Juan Pablo Casas, periodista y autor de “Telos, un mapa de la sexualidad porteña”.
"Este negocio anda bien cuando a la gente le sobra la plata", señala Gómez. Vidal dice que la clientela "es la clase media y, debido a los costos más altos de vida que ellos también tienen, el uso del hotel alojamiento se restringe. Es un gasto del que pueden prescindir".
Además, los aumentos de los servicios sacudieron al sector, las facturas de luz, gas, agua y ABL se hicieron inabarcables y generaron un gasto promedio de $ 200.000 por mes en cada establecimiento. Es más del triple de lo que solían pagar antes de las subas. Aunque los costos fijos se elevaron exponencialmente, el precio de los turnos no puede multiplicarse por tres porque provocaría el alejamiento total de los clientes: "Hacemos aumentos paulatinos", revela Antelo.
Mientras tanto, la expansión inmobiliaria que vive Buenos Aires convirtió a los hoteles alojamiento en espacios ideales para demoler y volver a construir sobre los terrenos. Las empresas constructoras les acercan ofertas difíciles de rechazar.
En los hoteles alojamiento pagar un turno de tres o cuatro horas por la tarde cuesta lo mismo que ingresar después de las 22 para pernoctar y desayunar a la mañana siguiente. La razón es sencilla: las personas infieles a sus parejas son clientes habituales y la tarde es el prime time para el engaño, especialmente en las zonas de oficinas. "La tarde es el momento más concurrido, especialmente en los hoteles del centro", dice Antonio Antelo. "Siempre fue así: a la tarde funciona con relaciones ocasionales. El albergue tradicional queda cada vez más acotado a la pareja de oficinistas que están de trampa y se escapan en la hora del almuerzo", agrega Eduardo Gómez.
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