- Opinion
- 06.03.2018
OPINION
El corazón y el bolsillo
Hablar con el corazón o con el bolsillo. La hiper de Alfonsín. Cavallo. Macri y Davos. El nuevo cepo que propone un economista oficialista.
El nuevo ministro tuvo aún menos suerte que el anterior: durante su gestión se desató la primera hiperinflación (la segunda llegaría durante la presidencia de Carlos Menem). El nivel de pobreza pasó del 25% a comienzos de 1989 al 47,3 % en octubre de ese año, que terminó con más del 3.000 % de inflación. Pugliese tuvo que renunciar y fue reemplazado por el ministro bonzo Jesús Rodríguez, que administró el caos mientras Alfonsín entregaba anticipadamente el mando a su sucesor electo en julio de 1989, Carlos Menem.
La frase de Pugliese quedó en la historia como un ejemplo de la impericia de la política para entender y controlar la complejidad de los procesos económicos. La economía, según una cierta mirada ortodoxa, debe ser administrada por expertos, técnicos serios que buscan las mejores soluciones- por lo general “decisiones duras pero necesarias”- sin caer en los errores inducidos por la política.
Como dijo algunos años más tarde el ministro Ricardo López Murphy el Breve, “no es política, ni siquiera es economía: es aritmética”. Sólo se trata de aplicar el manual. Que ese manual nos haya llevado a crisis recurrentes, como la de la dictadura cívico-militar con los técnicos de Martínez de Hoz, la del plan Austral o la devastadora crisis de la Convertibilidad, no tiene mucha importancia. No es el manual el que se equivoca, es la realidad.
La hiperinflación y la debacle alfonsinista disciplinaron a la sociedad y, entre otras razones, permitieron que aceptara el desguace del Estado, la transferencia de recursos de abajo hacia arriba y el relanzamiento del ciclo de la deuda del menemismo. Haber vencido al dragón de la hiperinflación le sirvió como combustible a la Convertibilidad para continuar aún después de la victoria de la Alianza, ese menemismo sin pizza con champagne.
Luego de los 12 años de kirchnerismo, durante los cuales la política definió la economía del país, Cambiemos volvió a instalar la idea del técnico eficaz, que “juega en la Champions League”, para retomar los dichos del actual Jefe de Gabinete sobre el ministro de Finanzas Luis Caputo. La diferencia con los anteriores técnicos, como Martínez de Hoz, Sourrouille, Cavallo o López Murphy es que los actuales son también los dueños de las empresas e incluso de los votos. Ya no necesitan intermediación con la política, son la política. Una diferencia no menor.
Apenas asumió, Cambiemos fijó con impaciencia el nuevo rumbo económico: evaporó la Ley de Medios, acordó con los holdouts según sus reclamos, redujo retenciones al agro y a la minería, eliminó el cepo, aumentó tarifas, puso techo a las paritarias, ideó un generoso blanqueo de capitales, le entregó Telecom a Clarín y relanzó un nuevo ciclo de deuda. Como lo explicó el presidente en una honesta declaración de principios a los empresarios reunidos en Davos: “Nosotros vamos a cortar el pasto, ustedes hagan los goles”. No se trata de desregular, como creen nuestros liberales declamativos sino de “regular distinto”, es decir, a favor de los sectores más poderosos.
Los resultados, sin embargo, no parecen a la altura de las expectativas del gobierno de los CEO. En Madrid, el ministro Dujovne confesó, emulando a Pugliese, tener "muy pocas herramientas para derrotar a la inflación" y vaticinó que seguirían endeudándonos “al menos hasta el 2020”, es decir, mientras siga gobernando “el mejor equipo de los últimos 50 años”. Por su lado el ministro de Producción Francisco Cabrera pidió que los empresarios “dejen de llorar” y “se pongan a invertir” y anunció que “no vamos a castigar a todo el pueblo argentino para enriquecer a grandes empresas”, un compromiso tan noble como tardío. En efecto, Cambiemos estableció una extraña forma de negociar con los empresarios: ceder todo desde el principio para luego lamentar que no llegue la famosa Lluvia de inversiones Godot .
Por su lado, el ex presidente del Banco Nación, Carlos Melconian, apoyó el desdoblamiento del mercado cambiario, para que el turismo no tenga el mismo tipo de cambio que las exportaciones, lo que vulgarmente llamamos “cepo” ("El que viaja a Miami que pague el dólar a 25 pesos"). Así, uno de nuestros más insignes economistas serios llega a la misma conclusión que el marxista Axel Kicillof pero con 140.000 millones de USD de deuda nueva y un récord histórico de déficit comercial y fuga.
Pugliese les habló con el corazón y le contestaron con el bolsillo. Cambiemos les habló con el bolsillo y le contestaron con el corazón. Al parecer, con similar éxito.
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