VOLVIÓ LOUSTEAU AL OFICIALISMO

El que se va sin que lo echen...

El radicalismo comenzó a negociar con el PRO y con la Coalición Cívica para formar Cambiemos porteño. Esto implicará que Lousteau podrá competir en internas con Larreta, como una opción más del oficialismo porteño. Las discusiones en torno a la fecha de las elecciones.

Werner Pertot


Primero fue la amenaza de destronar al macrismo en la Ciudad e, incluso, de terminar con el sueño presidencial de Mauricio Macri. Corría 2015 y el ballotage porteño terminó mucho más ajustado de lo que los hombres del PRO hubieran querido. Luego fue embajador de Macri en Washington. Explicó que lo hacía por el país y no por el presidente, aunque la decisión lo desperfilaba como adversario. Luego renunció para volver a competirle nuevamente al PRO en 2017 y se peleó con el Gobierno: lo esquilmaron, al punto de que perdió la mayoría de sus aliados y en la elección quedó tercero, con la mitad de los votos de la primera vuelta de 2015. Esta semana que pasó, Martín Lousteau –de él hablamos- inició su camino de regreso a Cambiemos. La UCR porteña, a la que ahora está afiliado, comenzó a negociar con los dirigentes macristas y de Elisa Carrió para formar una alianza: el Cambiemos porteño. El objetivo es que el año próximo Lousteau le compita a Larreta, pero dentro de las internas del oficialismo.

El líder de Evolución tenía un perfil que podía llegar a destronar al macrismo, de allí la preocupación (y la ocupación) del jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, por limarlo. Una tarea en la que fue bastante efectivo, aunque hay que decir que el zigzag de Lousteau tampoco ayudó. Decíamos por acá que su decisión de irse a Washigton lo desperfilaba ante su electorado, que sus aliados no sabían bien que quería hacer, si volvía o si se quedaban sin candidato. Eso facilitó el trabajo de Larreta: primero se fueron los lilitos del bloque y Elisa Carrió, que lo había acompañado contra Larreta en 2015, poco después cerró filas en su contra. Luego lo dejó Graciela Ocaña, que tuvo cartel como candidata en la provincia de Buenos Aires por Cambiemos.

Eso hizo que Lousteau llegara a 2017 con un apoyo más efímero que el que tenía en 2015, y para colmo era un dirigente opositor que tenía un cargo diplomático en el oficialismo. La cosecha de esas decisiones fue amarga: la elección del año pasado lo mostró con la mitad de los votos que en 2015, quedó tercero detrás del kirchnerismo y Larreta festejó echando a los dirigentes de Lousteau de todos los organismos descentralizados. Solo y con menos votos, el dirigente se afilió a la UCR y completó su decisión de recostarse en el radicalismo, casi el único apoyo que le quedaba.

Eso terminó de distanciarlo del socialismo porteño, que abandonó la alianza estruendosamente cuando Lousteau acusó al legislador Roy Cortina de venderse por un cargo en la Legislatura.

Sin los socialistas, no quedaban ya obstáculos para acordar con el PRO. A esto se sumó un nuevo factor: Macri comenzó a presionar a Larreta para que acordara con los radicales, como contamos a comienzos de este año: conversó con el jefe de Gobierno tanto en el viaje que compartieron al Foro de Davos como en sus vacaciones en Villa La Angostura. “Ya lo convencí al Pelado”, le dijo Macri al Enrique “Coti” Nosiglia. No era tan cierto: Larreta se resistió todo lo que pudo, pero esta semana la mesa política de Cambiemos le pidió que iniciara las negociaciones.

Así, se juntaron en una parrilla el vicejefe Diego Santilli; el ministro de Espacio Público, Eduardo Macchiavelli, y el vicepresidente primero de la Legislatura, Francisco Quintana, por el PRO; los lilitos Maximiliano Ferraro y Paula Oliveto negociaron en nombre de Carrió, y por el radicalismo estuvieron degustando carnes asadas el titular de la UCR porteña, Guillermo De Maya, y su antecesor en el cargo, Emiliano Yacobitti. Es importante notar que Lousteau no tiene un negociador propio, sino que negocia a través de los radicales. Y es en su calidad de afiliado que podrá acceder eventualmente a la interna con Larreta que le negaron en 2017.

Habrá que ver cómo concluye esa negociación. Un funcionario porteño me hizo un chiste esta semana que refleja el ánimo que sigue habiendo contra el ex embajador en Washington: “La mujer de Lousteau (la actriz Carla Peterson) es una fenómena: todos los años interpreta un papel distinto... Lousteau, en política, hace más o menos lo mismo”. Le siguen facturando no haberse subordinado en 2017. No obstante, lo necesitan para sumar votos porteños: si van a una interna con Larreta es altamente probable que consigan entre los dos un 60 por ciento de los votos, de forma similar a lo que ocurrió con la interna Larreta-Michetti. No es nada despreciable para el macrismo, que ve en los últimos días una economía cada vez más amenazante y está perdiendo los primeros soldados ante la crisis cambiaria.

Carrió, por su parte, morigeró su veto a la creación de Cambiemos porteño, que había lanzado cuando cuestionó el acuerdo entre Daniel “El Tano” Angelici y Enrique “Coti” Nosiglia, hace algunos meses nada más. Cambian las cosas. Y la necesidad tiene cara de hereje: con su imagen cayendo, el presidente Macri planteó que necesita que las dos listas (la de Lousteau y la de Larreta) apoyen su boleta a presidente. Para esto, por supuesto, las elecciones porteñas deberán ser unificadas con las nacionales.

Este es un punto de discusión con los radicales. De hecho, la semana pasada el legislador Juan Nosiglia presentó un proyecto para mantener desdoblada las elecciones porteñas y ponerles una fecha fija. Esto implica restarle una atribución que hasta ahora tiene el jefe de Gobierno: decidir la fecha en la que se hacen los comicios. Es una atribución que Macri llegó a usar para amenazar a la oposición, allá por 2011, con que iba a poner las elecciones en pleno verano si no le aprobaban el presupuesto. Nosiglia plantea en su proyecto que las elecciones sean siempre en junio y que si se llega a convocar a las nacionales para la misma fecha, se pasen a septiembre.

No está claro si se trata de una carta en la negociación o una posición irreductible de los radicales, que ven en Lousteau su única posibilidad de recuperar el Gobierno porteño, que no conducen desde las viejas épocas de Fernando de la Rúa, uno que fue jefe de Gobierno antes de ser presidente y terminar como todos recordamos.

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