JUDICIALES

Ya tiene fecha el juicio al policía metropolitano que baleó y dejó cuadripléjico a un joven de La Boca

El 9 de noviembre de 2015, el oficial Ricardo Luis Ayala disparó tres veces contra Lucas Cabello. Intentó instalar la versión de un enfrentamiento. Pero los testigos demostraron que no había existido. En febrero próximo, por fin, el policía se sentará en el banquillo de los acusados.



El próximo 7 de febrero comenzarán las audiencias del juicio al agente de la Policía Metropolitana que disparó tres tiros contra un joven en el barrio de La Boca y lo dejó cuadripléjico. El hecho ocurrió el 9 de noviembre de 2015 y pese a que inicialmente el relato policial intentó instalar la versión de un “enfrentamiento armado”, los vecinos fueron testigos de que la víctima, de 20 años, sólo tenía dos sándwiches de milanesa en la mano cuando el policía le disparó en el abdomen, la mandíbula y los testículos.

Así, a más de tres años, el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Nº 1 puso fecha para el juicio al policía de la Metropolitana Ricardo Luis Ayala, por disparar y dejar cuadripléjico a Lucas Cabello. “Bueno gente después de casi 3 años de lucha junto a mi familia y abogados.... Tengo fecha de juicio!”, escribió el joven en su cuenta de Facebook. Y agregó: “Va a ser duro no sé tampoco tengo experiencias en esto, espero que me vaya bien y lo más importante que se haga justicia porque no queremos más pibes baleados o muertos”.

Dos años atrás, impulsando un reclamo de justicia y una rehabilitación que aún continúan, Cabello escribió para contar su historia de vida y su recuerdo imborrable sobre el día en que Ayala le disparó tres veces:

“No me olvidaré más. No puedo. Fue la tarde del 9 de noviembre de 2015, a las 2 de la tarde, cuando estaba con mi hija y su mamá, Camila. Aquella vez, como otra, no teníamos comida. Y entonces fui a la panadería de la esquina, porque tengo la mejor onda con la panadera, pero al salir, el oficial Ayala estaba parado en la puerta de una casa vecina, donde había una consigna familiar por un conflicto entre dos personas. No era siempre un mismo policía. Me miró de arriba abajo. Le pregunté “¿Qué pasaba?”. Me respondió: “Nada, andá”. Crucé la calle y entré a la panadería. Saludé a la mujer. Charlamos un rato y antes de irme me regaló una bolsita con pan para mi hija, además de dos sanguches fiados. Cuando salí, lo volví a ver y cruzamos miradas, pero no nos dijimos nada.

Seguía parado en el mismo lugar. Y cuando estaba por entrar a mi casa, me advirtió: “Cuidado, ojo con lo que vas a hacer”. No me quedé callado: “¿Vos estás loco?”, le respondí. Y empezamos a discutir, subiendo el tono, porque yo no estaba dispuesto a dejarme humillar así. “Yo puedo hacer lo que quiera, porque soy policía”, me dijo. Y yo le contesté otra vez: “Si vos fueras policía, estarías en la calle corriendo a los chorros, no metido en una casa, jugando a la play”. Yo lo sabía porque solía visitar a mi vecino, para comer unas pizzas o tomar un Gancia. “Callate, callate y metete adentro”.

Para mí, la discusión terminó ahí.

Para él, no.

Entré al pasillo de mi casa y, al llegar al hall, escuché un paso fuerte en el escalón de la puerta. Di media vuelta y Ayala me estaba apuntando en la cara. No me dijo ni una palabra. Tiró.”

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