- Opinion
- 13.09.2018
OPINIÓN
Qué es el iluminismo
Steven Pinker es profesor de psicología experimental y cognitiva en la Universidad de Harvard. Además, es un abanderado de ese optimismo que caracterizó a los filósofos de la ilustración: todo se puede y se debe discutir, pero solo se lo puede hacer sobre bases racionales (es decir, aportando evidencia que cualquiera pueda comprobar y argumentos que puedan ser confrontados). Y sobre ello habló en todos los foros en los que estuvo esta semana en Buenos Aires.
Steven Pinker (1954, Canadá, hoy vive en Boston, es profesor de psicología experimental y cognitiva en la Universidad de Harvard) es un abanderado de ese optimismo que caracterizó a los filósofos de la ilustración: todo se puede y se debe discutir, pero solo se lo puede hacer sobre bases racionales (es decir, aportando evidencia que cualquiera pueda comprobar y argumentos que puedan ser confrontados). Y sobre ello habló en todos los foros en los que estuvo esta semana en Buenos Aires. Invitado por el Programa Argentina 2030 de la Presidencia de la Nación (que dirige Iván Petrella), Pinker presentó su último libro, “En defensa de la Ilustración”, y dedicó su tiempo a incomodar el prejuicio masivo, que cree que el mundo siempre está empeorando.
Tuve la oportunidad de participar de una reunión privada con él en el Salón de los Científicos, en la Casa Rosada, el pasado martes, poco antes de que diera su conferencia pública sobre el Iluminismo en el Centro Cultural Kirchner, ante miles de entusiastas que hicieron más de una cuadra de cola para poder escucharlo. Pinker no milita por la polémica, pero todo lo que dice suele enfrentarlo al sentido común (y a los prejuicios) de nuestra época. No es ingenuo. Sabe que su crítica a la izquierda intelectual lo convierte en una especie de enemigo público de los militantes del pensamiento políticamente correcto.
¿Qué dijo Pinker en Buenos Aires? Que le interesa todo debate que se sostenga en evidencias y que presente datos comprobables. Es un cruzado del Iluminismo, ese movimiento intelectual que sembró las semillas de la Revolución Francesa y también de la Revolución Científica moderna en el siglo XVIII. Hay en él, quizá, un exceso de confianza en lo cuantificable (si no es posible dar un dato, para Pinker lo que se afirma casi que carece de sustento): “Hoy vivimos el triple que en 1700” “en 1500 moría el 50% de los niños antes de cumplir 5 años y hoy hemos bajado esa cifra a una proporción insignificante”, “nunca hubo tan pocas muertes violentas en toda la historia como hoy”.
Yo le pregunté por qué cree que, si bien toda la evidencia demuestra que hemos mejorado significativamente en los últimos tres siglos, todas las encuestas en todos los países muestran que la inmensa mayoría de las personas cree que vivimos peor. “La evolución hizo que nuestro cerebro estuviera conformado para registrar preferentemente lo negativo, lo malo, el peligro. Eso nos fue útil durante cientos de milenios para sobrevivir en un mundo muy violento. El pesimismo se nos da con más facilidad. Además, todo lo negativo sucede de golpe y nos conmueve. Un asesino entra a una escuela y mata a 10 niños o un terremoto destruye 1000 vidas: lo vemos en directo y nos espanta. Los medios lo repiten constantemente. Eso nos da la sensación de que son cosas que pasan una y otra vez, todo el tiempo (lo que no es para nada cierto). Pero no registramos todo lo bueno que sucede. Las cosas buenas nos parecen tan naturales como estar sanos o respirar. Como dice Max Roser, los diarios podrían titular cada día (durante los últimos 20.000 días, por lo menos) 'Ayer salieron de la pobreza 37.000 personas', pero eso no es mediático. Entonces no lo vemos. El progreso es una acumulación lenta, que se va procesando durante años, décadas, siglos. Necesitamos estudiarlo, comparar, discutir los datos para comprobarlo”.
Pinker dice que su optimismo es racional. No es un gurú del futuro (desconfía mucho de los que se dedican a pronosticar el futuro). Todo lo que él afirma está sucediendo ahora y se basa en datos que cualquiera puede comprobar. Parece sencillo, pero no lo es. La mayoría prefiere mantenerse en su creencia antes que aceptar que se está equivocado.
Pinker se enfrenta a los militantes de lo políticamente correcto en todos los campos en los que hoy se debaten políticas. Cree que las ideologías progresistas que dicen que vivimos en un mundo horrible y violento no pueden ofrecer ninguna evidencia de que sus afirmaciones sean ciertas. “Hoy hay más cuidado por el medio ambiente que nunca. Como mostró Hans Rosling, mientras que en 1810, hace apenas dos siglos, el 95% de la gente era pobre y casi no podía comer, hoy solo el 10% está en esa situación. Nunca fuimos tan prósperos como en la actualidad, y cada vez lo somos más. Y eso es algo que podemos mostrar”.
Pinker sabe que hay problemas y que hay retrocesos. El mundo no mejora siempre ni lo hace de manera uniforme ni en todas partes al mismo tiempo. Hoy hay menos violencia per capita en el mundo que en cualquier otra época de la Historia, pero puede suceder que en tal o cual región del planeta haya alguna situación violenta terrible y estén muriendo más gente que nunca antes en ese lugar.
También Pinker cree que no se puede garantizar la igualdad para todos: “Una sociedad libre y democrática debe hacer todo lo posible para que haya igualdad de oportunidades en todos los campos, pero no debe interferir para que todos terminen teniendo lo mismo. Ese igualitarismo final (que toda la gente de izquierda, las feministas radicales y los militantes de lo políticamente correcto ven como un ideal) solo funciona si lo impone una dictadura. Pero, como hemos visto en las dictaduras que han existido, nadie es feliz con esa igualdad impuesta”.
Pinker, además, se enfrenta a los tabúes que hoy parecen imposibles de discutir. En EEUU es la bestia negra del feminismo radical ya que demostró que sus estadísticas sobre las violaciones no son ciertas y, además, que han creado una serie de mitos en torno a la sexualidad, el poder y los géneros que hacen imposible un debate sobre bases racionales en ese terreno. “El feminismo de género o radical hoy funciona como funcionaba una religión en el pasado. Y como las religiones autoritarias del pasado no se lo puede discutir. Así como la inquisición condenaba a los que no aceptaban sus 'verdades reveladas' hoy el movimiento por lo políticamente correcto descalifica como reaccionario y machista a toda persona que se atreva a cuestionar sus mitos”.
Racionalidad, discusión en base a evidencias, aportar datos (y no mitos), redescubrir el Iluminismo como un nuevo humanismo: las charlas de Pinker fueron un soplo de aire fresco en el debate cultural porteño.
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