- Opinion
- 04.10.2018
CIUDAD
Cuatro siglos de vida en una manzana porteña
Del primer cementerio porteño al edificio monumental de Bustillo, la manzana de Rivadavia, San Martín, Bartolomé Mitre y 25 de Mayo ha visto pasar buena parte de la historia argentina: robos, asesinatos, bombardeos, golpes de Estado, aplausos a las divas de la ópera y efímeros momentos de placer en los prostíbulos.
Una de las manzanas más antiguas de la ciudad (existe desde el primer día de la Segunda Fundación en 1580) es la que hoy delimitan las calles Rivadavia, Reconquista, 25 de Mayo y Bartolomé Mitre. Es la manzana noreste enfrente de Plaza de Mayo. En el trazado original de la primitiva Buenos Aires la mitad de esa manzana le fue adjudicada al propio Juan de Garay (y otro cuarto de manzana a su hijo bastardo, nacido de una relación no bendecida por la iglesia durante su estancia en el Paraguay). En 1585 otra parte de esa misma manzana fue destinada a la primera capilla católica que tuvo Buenos Aires (y allí funcionó el primer cementerio). Es la manzana que hoy ocupa uno de los más importantes edificios de la ciudad de Buenos Aires: la sede central del Banco Nación.
En 1593 se decidió que la ciudad debía contar con una catedral frente a la plaza central, no solo con una capilla. Entonces se le otorgó a la iglesia católica la manzana contigua: la de Rivadavia, Reconquista, San Martín y Bartolomé Mitre (la misma en donde hoy está la Catedral metropolitana). Ya en el siglo XVIII se derribó la vieja capilla de la otra cuadra y se levantó el cementerio, y quedó un baldío que fue bautizado popularmente como Callejón de las Ánimas (tanto por el recuerdo del antiguo cementerio como porque en ese lugar solían pasar la noche personas sin hogar, mendigos y hasta criminales).
Esa manzana, a pesar de estar en parte ocupada por los mendigos, era uno de los lugares privilegiados de la ciudad. Cuando fue Director Supremo (en 1819) Juan Martín de Pueyrredón adquirió una gran fracción del terreno y en 1844 le vendió a Nicolás Anchorena una parte de la misma, la que está sobre la calle Reconquista (y este, luego, vendió ese terreno al Banco Germánico de la América del Sur).
El hijo de Juan Martín, el pintor Prilidiano Pueyrredón se estableció en la esquina de Reconquista y Bartolomé Mitre (que era lo poco de ese terreno que le quedó a la familia luego de haberse despojado de la gran propiedad que tuvieron en esa manzana privilegiada) y allí estableció el primer atelier artístico. Fue lugar de reunión de todos los bohemios de mediados del siglo XIX. Tanto por sus pinturas de mujeres desnudas en poses provocativas (salvo dos, todas han sido destruidas), como por las fiestas masculinas que se celebraban en su atelier hasta la madrugada, a Prilidiano Pueyrredón se lo consideraba en su época como un hombre vicioso y al lugar como una sede del infierno. Años más tarde, su atelier fue adquirido por el Banco Británico de América del Sur, que instaló allí su sede porteña.
En 1857 comenzó a funcionar en esa manzana (en la parte que enfrentaba a Plaza de Mayo) el primer Teatro Colón. Fue levantado en 1888, cuando se decidió construir un nuevo edificio para el teatro lírico enfrente de Plaza Lavalle (ese proyecto monumental demandó 20 años, y recién fue inaugurado en 1908).
A fines del siglo XIX en la manzana funcionaban dos de los principales prostíbulos de la ciudad. Uno de ellos (el más popular; al que concurrían marineros y espectadores del vecino teatro Colón) estaba en la ochava de 25 de mayo y Rivadavia (donde hoy está la entrada monumental al Banco Nación), con vista directa a la Casa Rosada. El otro prostíbulo estaba sobre Bartolomé Mitre (y era el más distinguido, ya que entre sus clientes estaban casi todos los varones de la clase dominante de la época).
Era común leer en los periódicos de la época (en especial, en el diario La Tribuna) noticias policiales relacionadas con ambos prostíbulos. Además, los diarios realizaban campañas para que se los clausurase con el argumento de que las chicas salían semidesnudas a los balcones, buscando clientes, aún en horas en las que paseaban por la zona las familias. También se denunciaba que las prostitutas acordaban con punguistas (en su mayoría de nacionalidad uruguaya, según las crónicas policiales) para que estos sustrajeran relojes y billeteras de las ropas que los clientes dejaban descuidadas.
Hacia fines de la década de 1920 se comienza a planificar la construcción de la sede central del Banco Nación en esa manzana estratégica de la ciudad. Por entonces ya se habían adquiridos todos los terrenos de la manzana. En 1936, en pleno gobierno de Agustín P. Justo, el arquitecto Alejandro Bustillo presentó sus primeros bosquejos de un proyecto que terminaría siendo monumental. Recién ocho años más tarde, con el proyecto totalmente definido, se comenzó a realizar la obra. La construcción se realizó en dos etapas: entre 1940 y 1944 la primera; y entre 1950 y 1955, la segunda. Es uno de los edificios icónicos de la ciudad. Tiene una superficie construida de 100.000 metros cuadrados (equivalente a 10 hectáreas), más de 40 metros de altura y la tercera cúpula más grande del mundo: tiene 50 metros de diámetro y 36 metros de alto, y además es completamente vidriada.
Todo es monumental en el edificio de la sede central del Banco Nación. La gran cúpula pesa 50.000 toneladas y no descarga su gigantesco peso sobre las paredes laterales sino sobre un ingenioso sistema de rieles con ruedas que le permite deslizarse libremente cuando dilata y comprime. Ningún otro edificio argentino tiene una fachada comparable a la espectacular ochava de 60 metros de largo y más de 40 alto de la intersección de las calles Rivadavia y 25 de Mayo, mirando hacia la Casa Rosada.
Bustillo, en busca de lo que él denominaba “un estilo arquitectónico nacional”, era esencialmente un ecléctico que abrevaba en distintas corrientes y las mezclaba sin pudor. En el Banco Nación recurrió tanto al Neoclásico como a la escuela francesa del Beaux Arts (para la impresionante fachada que recorre las cuatro calles). Para los interiores del Banco Nación, Bustillo apostó a un tono que es claramente más moderno y despojado de ornamentos, destacándose los revestimientos en piedra pulida (una idea que ya había usado en una obra suya anterior, el edificio del Museo Nacional de Bellas Artes, que es de 1933).
Del primer cementerio porteño al edificio monumental de Bustillo, la manzana de Rivadavia, San Martín, Bartolomé Mitre y 25 de Mayo ha visto pasar buena parte de la historia argentina: robos, asesinatos, bombardeos, golpes de Estado, aplausos a las divas de la ópera y efímeros momentos de placer en los prostíbulos.
Gran parte de lo esencial de la historia del país pasó en sus veredas o frente a ellas. La piedra muda hoy es la memoria de aquellos momentos que nos constituyen.
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