COMUNA 9 - LISANDRO DE LA TORRE

Las Mil Casitas, el barrio de Liniers que nació hace 100 años

En la década del ’20 nació en Liniers este curioso barrio con casas de dos plantas, inspirado en un modelo holandés, que las familias iban pagando en cuotas accesibles.


En el barrio de Liniers hay una zona denominada “Las Mil Casitas” con decenas de manzanas con casas de dos plantas, que en su origen, nacieron todas calcadas. Todas siguen un mismo plano. Todas tienen dos pisos. Todas se construyeron sobre lotes de 8,66 por 8,66.
 
Fue un proyecto habitacional muy particular, que surgió en la década de 1920 para dar acceso a la vivienda digna. “Hasta 1920 todo esto era campo. Liniers se desarrollaba más para el lado de Lisandro de la Torre y Rivadavia, ahí estaba el núcleo. Y lo único que había era muy poca construcción sobre Rivadavia. Lo que hoy es shopping era descampado y recién en el ‘20 empieza a hacerse ahí el Mercado de Frutos y Hortalizas. Estaba la pulpería en José León Suárez y Rivadavia, en campos que eran de la familia Fürts originalmente, y las únicas calles abiertas eran Lisandro de la Torre y José León Suárez”, cuenta a Infobae Nelly Pareja, docente y miembro de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Liniers.
 
El corazón de “Las Mil Casitas”, es la plaza Sarmiento, ubicada en Tuyutí al 6900, un lugar que por aquellos años sirvió como lugar de acopio de materiales para las construcciones. La necesidad de edificar en la zona surgió a partir de la expansión de la red ferroviaria. Tal como explica Pareja, “en 1890, hacia finales del gobierno de (Miguel) Juárez Celman, lo que se hizo fue privatizar algo que estaba funcionando muy bien en manos del Estado, que era el Ferrocarril del Oeste”.
 
“De alguna manera empezaron a endeudarlo, a crear la necesidad de que se privatizara. Hay mucha polémica en los periódicos de la época: era una especie de comidilla que todo se trataba de una maniobra para privatizar. Finalmente privatizan el Ferrocarril del Oeste y justo se dio que eran ingleses los nuevos propietarios. Allí vino un ordenamiento de las líneas férreas y, como quienes reparaban y se dedicaban a lo mecánico estaban en Tolosa, surgió la necesidad de construir los talleres ferroviarios de Liniers”, detalla la docente.
 
“Cuando llegan los talleres, la gente que trabajaba en ellos seguía viviendo en Tolosa. Eran obreros y varios trabajadores especializados, muchos de ellos contratados en Europa en grandes talleres ferroviarios europeos. Entonces, venían, trabajaban acá de lunes a viernes y después se volvían a Tolosa. Hasta que, de a poco, fueron viniendo y fueron construyendo sus casas”, explica Pareja.
 
“El primer experimento fue el de las 40 casitas, unas casas sin lote en un pasaje. Pero no anduvieron mucho”, agrega Ignacio Messina, también miembro de la Junta y autor del libro “Liniers contame tu historia”.
 

Finalmente llegaron los talleres, que por la calidad de su construcción se mantienen en pie hasta hoy. “La Junta de Estudios Históricos de Liniers hizo gestiones para que se los protegiera, incluso se los hizo ver por expertos en patrimonio extranjeros y quedan maravillados porque son extraordinarios, los vecinos peleamos mucho para que no los demolieran”, afirman los expertos.
 
Hacia 1922 las autoridades porteñas y la llamada Compañía de Construcciones Modernas comenzaron a edificar casas, siguiendo un plano igual para todas, luego de adquirir los campos de los terratenientes de la época.
 
Eran tiempos de la llamada Comisión Nacional de Casas Baratas, una institución pública que surgió a comienzos del siglo XX en Buenos Aires con la intención de ofrecer soluciones habitacionales para familias en una ciudad en plena expansión. En Liniers, surgían “Las Mil Casitas”, se trataba de “casitas nobles, resueltas en su mayoría sobre lotes de 8,66 por 8,66 metros. Están bien iluminadas y ventiladas y fueron construidas con muy buenos materiales siendo sus proporciones de digno respeto”, cuenta Messina.
 
“Esta zona fue perfectamente planificada de acuerdo al momento histórico. La plaza, los pasajes, todo estaba en el plan”, apunta Pareja. Y su colega agrega: “La idea, además, fue optimizar el terreno. Por eso aparecen tantos pasajes en la zona”. El primer grupo de viviendas constituyó el llamado Barrio Falcón y el segundo, el Barrio Tellier, antiguo nombre de la actual calle Lisandro de la Torre.
 
Las viviendas contaban con una planta baja, donde estaban la cocina, el baño y un living comedor; un entrepiso con un cuarto, y la segunda planta con dos habitaciones arriba. La intención, desde el diseño, era que sirvieran para que fueran habitadas por familias.
 
“El vecindario recibió tantas solicitudes de compra que al final se resolvió adjudicar las casas a través de sorteos especiales en los que intervenían algunas autoridades y un escribano público. Como al principio la comisión a cargo del tema se denominó ‘de Casas Baratas’, enseguida se popularizó el nombre de ‘casitas baratas’. Pero la denominación real era ‘casas modernas’. Además, de baratas sólo tenían el nombre: las cuotas a pagar por las mismas eran bastante altas para la época”, detalla Messina.
 
“En principio fueron los trabajadores de los talleres, a quienes la empresa les descontaba la cuota por la casa en el recibo de sueldo. Cuando terminaban de pagar, se les daba la titularidad de la casa. Hay muchísimos documentos de la época de casas compradas de esa manera, otros que muestran que había pequeños punitorios ante las demoras en los pagos. Después fueron llegando empleados municipales, jóvenes profesionales, muchos docentes. Las casas eran amplias y las cuotas convenientes”, explican los vecinos.
 
Entre otros, pasaron por las “Mil casitas” y sus alrededores el artista plástico conocido como Pérez Celis, los pintores Alfredo Corace, Tomás Ditaranto y Alfredo Plank, y el escritor Elías Castelnuovo, una de las principales figuras del llamado Grupo de Boedo.
 
Con la crisis del ‘30, la Comisión de Construcciones Modernas se retiró del proyecto, que quedó en manos de las autoridades municipales. Muchos de los compradores tuvieron que firmar nuevos contratos, se respetó el dinero que ya habían abonado y se fijó un nuevo valor, más alto, para las cuotas.
 
En la actualidad, quedan pocas construcciones originales en “Las Mil Casitas”. Según los vecinos, en la década del ‘60 comenzaron a verse las primeras reformas en las casas, que empezaron a diferenciarse, no solamente con los colores elegidos para las fachadas, sino también con pequeñas modificaciones exteriores. Tiempo después, también llegaron a verse las primeras rejas en algunas viviendas, además del cambio de puertas y ventanas.
 


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