EMERGENCIA SANITARIA

Cerró el histórico restaurante La Rambla de Recoleta

La cuarentena por la pandemia de coronavirus determinó el cierre del histórico restaurante La Rambla, con 57 años en el barrio de Recoleta.


El restaurante "La Rambla" fue durante 57 años punto de reunión de políticos y personajes del ambiente artístico, ubicado en la esquina de Posadas y Ayacucho, en el barrio de Recoleta, cerró definitivamente, no resistió la cuarentena por la pandemia de Covid-19.
 
Pablo Suárez, propietario del mítico restaurante, contó a La Nación que “Seguí hasta donde pude, pero esta situación me superó y dije basta. A medianos de junio vimos que ya no podíamos más". El staff del restaurante involucraba a catorce empleados, muchos de ellos formaban parte de esa estirpe de mozos de más de treinta años de experiencia con gran memoria y discreción.
 
Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Graciela Alfano, Jorge Asís, Ricardo Darín y hasta el actor norteamericano Robert Duvall fueron algunos de sus clientes famosos. Desde 1963, la esquina fue frecuentada por fieles clientes que iban a compartir la charla de café. 
 
A partir del 19 de marzo, "La Rambla" debió cerrar por las medidas de prevención y distanciamiento social por el nuevo coronavirus. "El delivery o take away es para otra clase de comercios, acá la gente venía a comer el clásico lomito, y no podés trasladar eso en una bandeja de plástico", afirma Suárez. Lo pudieron hacer unos días, "pero jamás funcionó".
 
"La cuarentena significó para nosotros generar deuda, que pagamos hasta cerrar". Impuestos y servicios se llevaron todos los ahorros. "Los servicios vienen con cifras como si estuviéramos abiertos, a veces más", confiesa Suárez.
 
Sin poder generar dinero, los empleados aceptaron el pago del 75% de los salarios, acordado con el gremio gastronómico. La ATP del Estado cubría el 50%, pero la acumulación de deuda impidió a Suárez hacerse cargo del 25% restante de cada salario. Los empleados, de esta manera terminaron cobrando la mitad de sus haberes, con el agravante de no poder percibir propinas. "Fue imposible de sostener", sentencia Suárez.
 
Sin señales a la vista de cuándo podría volver a abrir, la decisión se tomó la segunda quincena de junio. "Los llamamos a todos los empleados, se la venían venir", afirma Suárez. "Muchos recibieron la noticia con llanto, fue muy doloroso", agrega. "Me conocen desde chico, formamos una gran familia, pero llegué hasta donde pude, y tengo que cerrar", resume.
 
Todos los empleados recibirán indemnizaciones. "Los más viejos entendieron", reconoce, no sin pesadumbre. La Rambla fue para Suárez su segunda casa. "De niños, íbamos al Ital Park, y después la parada obligada era venir a comer tostado de jamón y queso con leche Cindor", recuerda. "Lo siento mucho por mi padre, que tanto trabajó acá".
 
"Tampoco sería conveniente para nosotros abrir con distanciamiento social", sostiene. A pesar que aún no se han difundido los protocolos para la reapertura de restaurantes, se adelantó que se debería respetar una distancia mínima de dos metros entre mesas. La Rambla es un comercio chico, antes de la pandemia trabajaba con 35 mesas. "Deberíamos abrir con cinco mesas: sería impracticable", afirma. “Tampoco podemos tomar créditos a tasa cero para saldar deudas y continuar, porque si nos dijeran, abren normalmente en enero, lo podría hacer, pero nadie sabe realmente qué va a pasar", concluye.
 
Otro clásico que está en una situación muy complicada es Zum Edelweiss. Santiago Masciarelli, propietario del emblemático restaurante de 113 años de trayectoria en la calle Libertad, en el corazón de la movida teatral de la avenida Corrientes, contó a La Nación que “hace unos días corrió el rumor de que había cerrado definitivamente, pero lo desmentimos, cuando nos den el OK, reabrimos", afirma.
 
"No nos sirve hacer delivery", agrega Masciarelli. Su público se nutre de los tribunales y de los teatros, pero por la cuarentena la zona está sin actividad. "Abrir para repartir dos pedidos no tiene sentido". Tienen 28 empleados y todos cobran el 75% del salario.
 
"Nos llega $100.000 de gas, y entre $60.000 y $80.000 de electricidad, y sin abrir”, afirma Masciarelli. El restaurante conserva muebles originales y tiene boxes históricos que aseguran la intimidad de los famosos que lo frecuentan. Desde los jueces de la Corte Suprema hasta Guillermo Coppola. "Podríamos abrir sin problemas. Somos propietarios, pero no podemos aguantar muchos meses más", advierte.
 
La Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés representa a más de 8 mil pymes que dan trabajo directo a 60 mil personas con familias hoteleras y gastronómicas. Desde que comenzó la cuarentena cerraron 1200 establecimientos "que no volverán a abrir", aseguran desde la entidad.


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