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- 12.11.2020
BARES NOTABLES
¿Cómo fue la vuelta de los cafés porteños?
Son los bares históricos que lograron resistir a la pandemia y volvieron a abrir en esta nueva normalidad, ellos son el Roma de La Boca; el Británico en San Telmo; El Progreso, en Barracas; y el Varela Varelita, en Palermo. Vuelven los controles de alcoholemia.
El Café Roma del barrio de La Boca fue uno de los bares porteños que reabrieron luego de siete meses. “Fue durísimo, pero acá estamos de nuevo. Por nuestra historia, por el barrio, por los trabajadores y los parroquianos”, cuenta a Tiempo Argentino Antonella Randazzo, tercera generación al frente del bar notable de la avenida Almirante Brown, esquina Olavarría.
El Roma abrió en el 1900 como fiambrería y despacho de bebidas. Para los ’50 se convirtió en un bar. Por su salón pasaron Quinquela Martín, Carlos Gardel y Cadícamo que le dedicó un poema, “El Morocho y el Oriental”, ese que dice: “En tus mesas escucharon / los reseros de Tablada / provocativas payadas / que a los tiros terminaron”.
“Primero mis abuelos, después mi viejo y mi tío. Ahora, justo en plena pandemia, nos hicimos cargo con mi hermana. No podía morir, sobre todo por lo que significa para el alma del barrio. La gente mayor viene y te cuenta historias. Recién un señor me comentó que sus abuelos llegaron a la Argentina en el mismo barco que mis bisabuelos. Somos familia y la vamos a pelear juntos”, dice Antonella.
Roxana Gorostiaga, la moza, añade: “Cuatro laburantes navales que se sientan a las 6:30 en la misma mesa hace 20 años. Nos conocemos de memoria. No hizo falta que les preguntara qué iban a tomar” y continúa “Ves pasar la vida en el bar. Pensá que muchos clientes grandes acá matan su soledad. Con muchos cuidados, empezaron a salir un poco”.
En tanto, César Moreno, de El Progreso, ubicado en la ochava de California y avenida Montes de Oca, en Barracas, se presenta a Tiempo Argentino diciendo: “Minutas y café. Ni sushi, ni shawarma y menos pizza. Acá rescato la comida que hizo mi vieja toda la vida. Esa es la esencia, aunque rinda menos en estos tiempos fuleros. Es la tradición y me voy a morir con las botas puestas”.
Entre las especialidades de El Progreso están el churrasco con puré, milanesas con fritas, sánguche de crudo y queso. Los Moreno vinieron a hacerse la América en 1958. Encontraron el progreso a fuerza de trabajo en este bar de principios de los ‘40: “Vivíamos toda la familia en la piecita del fondo. Este salón fue mi living, mi lugar de estudio, mi cocina, mi vida”, dice César y se recuerda andando en triciclo sobre el piso damero, entre las mesas, la barra de diez metros, el busto de Montes de Oca, la imponente boiserie. “Si el 15 de marzo me decían lo que se venía, esto estaba cerrado hace rato. Lo aguantamos a fuerza de trabajo y porque tengo otros ingresos. Soy ingeniero y el bar me aguantó cuando estudiaba. Ahora lo tengo que bancar yo”.
En la cuarentena, los Moreno ensayaron mil y un rebusques: “La entrega a domicilio, la barra improvisada en la puerta, pero no es lo mismo. Pasaban los clientes y me decían que querían entrar y tomarse un feca. Ahora abrimos el salón, con capacidad limitada. El parroquiano necesita volver al bar. Un café te lo podés tomar en un kiosco, en el supermercado, en tu casa. Pero ahí no podés tomarte el ambiente del bar”.
Norberto, responsable de El Británico ubicado frente a Parque Lezama en Brasil y Defensa, cuenta a Tiempo Argentino que “Mirá esta pastafrola, la torta de ricota, los panes caseros. Con la pandemia, le tuvimos que meter a la pastelería y panadería al paso. Mucha comida. En la época vieja del bar, cuando lo manejaban los gallegos, el Británico era lugar más de escabio”. Por sus mesas pasaron Enrique Symns, el Indio Solari y Ernesto Sábato donde escribió “Sobre héroes y tumbas”.
El Británico tiene 92 años de historia. “Veníamos baqueteados de cuatro años muy malos, pero esta fue la gota que rebalsó el vaso. No te podés hacer una idea de la cantidad de colegas que cerraron. El microcentro es un desierto. Nosotros zafamos gracias a la hinchada del bar”. Los parroquianos que preguntaban cuándo abrían, hicieron el aguante pidiendo el almuerzo a domicilio o rescatando un cortadito al paso para tomar en los bancos del parque. “Dentro de toda esta mierda del virus, valorás lo que significa el bar. Un espacio que les da laburo a 12 personas. Un refugio para todos los vecinos”, cierra Norberto.
El Varela Varelita, en Paraguay y Scalabrini Ortiz, en el barrio de Palermo, integra la lista de los 86 bares notables porteños que resisten estoicos sin bajar las banderas ni las persianas. “Estoy desde el ’92, arranqué como mozo y ahora tengo una parte del bar. Pasé por todas: devaluaciones, 2001, pero nada como este escenario. Fue ir a cero, muy duro. Sobrevivimos por el paliativo del ATP y la mano solidaria de los clientes. Seguimos de pie, no es poca cosa”, explica a Tiempo Argentino Javier Giménez.
La fiel clientela del Varela Varelita hizo su regreso triunfal al salón. “En pandemia, el bar es más que nunca como un psicólogo. Compartimos penas, alegrías. Y la sesión cuesta 80 mangos, un café”, dice Gustavo, el hijo mozo de Javier. Este año el Varela cumple 70. “Queríamos hacer la fiesta, pero por razones obvias quedó para más adelante. Igualmente hicimos vivos de Instagram, para mantener el contacto con los clientes. Se cantó, se recitó poesía, la fiesta fue virtual”.
La crisis por la pandemia no perdonó a los emprendimientos gastronómicos. Cerca de 1500 comercios del sector cerraron durante la cuarentena, según la Asociación de Hoteles, Confiterías y Cafés (AHRCC).
Hace unos meses, el legislador porteño Leandro Santoro presentó un proyecto de ley de “asistencia integral” para los bares notables. La iniciativa prevé la eximición del pago de ABL e Ingresos Brutos, subsidiar el 100% de los servicios y de parte de los sueldos del personal de manera complementaria a los ATP, y lanzar una línea de créditos del Banco Ciudad con tasa al 0%. Todo hasta diciembre de 2020.
Ahora tras la reapertura de los bares porteños, vuelven los controles de alcoholemia y estupefacientes. Se retomarán con protocolos especiales en diferentes puntos de la Ciudad de Buenos Aires, informó el Gobierno porteño. La Secretaría de Transporte y Obras Públicas junto al Ministerio de Salud de la Ciudad elaboraron un protocolo especial para prevenir contagios de conductores y agentes de tránsito en los controles de alcoholemia.
El protocolo estableció que "los agentes de tránsito a cargo del operativo mantendrán la distancia social en todo momento, harán uso permanente de barbijo triple capa, guantes de examinación, máscara acrílica y dispondrán de alcohol en gel para desinfectarse las manos". También se precisó que el agente responsable de manipular el alcoholímetro realizará el recambio de guantes entre control y control, y tendrá un soporte alargador para mantener la distancia.
En caso que se obtenga un resultado por encima de los dosajes máximos permitidos, además del procedimiento habitual, se solicitará al presunto contraventor que aguarde dentro del vehículo, con el cubreboca colocado, evitando lo más posible la cercanía con el personal del operativo, y se dará aviso de cuándo debe abandonar el vehículo.
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