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- 13.11.2020
COMUNICACIÓN
En la Ciudad, casi el 50% de los porteros eléctricos no funcionan
Hay solo 100 expertos que se dedican a arreglar los porteros eléctricos. En cuarentena aumentó la demanda de reparaciones. El crecimiento del uso por las ventas a domicilio fue una de las causas.
En la Ciudad de Buenos Aires muchos porteros eléctricos no funcionan. Se pueden ver notas como: “No funciona”, “Mandá mensaje”, “Llamá”, “Golpeá”, “Tocá y esperá”. Hay otros que no precisan advertencia, están destapados, destripados. Un paisaje naturalizado que en cuarentena cobró gravedad.
“Sonaba cuando prendía la heladera”, cuenta a Clarín Sol Rodríguez sobre el portero eléctrico que tenía en su casa en Monserrat. Parecido le había pasado en Recoleta: ella escuchaba a la gente que llegaba, pero no se la oía a ella. Un técnico fue a repararlo. Al poco tiempo se volvió a romper.
Luis, un vecino de La Paternal explicó a Nueva Ciudad que optó por gritar desde el balcón, cansado de pedirle al administrados del edificio que se repare el portero eléctrico. Luego de pasar casi toda la cuarentena sin poder responder por el aparato, los vecinos decidieron destinar un presupuesto para el arreglo, el costo fue de $110.000.
Es que aislamiento por la pandemia convirtió a los envíos a domicilio en un servicio esencial y en ese escenario el arreglo de porteros eléctricos se volvió vital. El celular no siempre es una solución cuando en vez de amigos se esperan carteros, repartidores o alguna compra online.
Así es como se dispararon los pedidos de reparación de porteros eléctricos en la Ciudad, con una demanda un 50% mayor que hace ocho meses. Ese es el promedio estimado por la Cámara Argentina de Empresas de Porteros Eléctricos (CAEPE). Los técnicos especializados en porteros eléctricos no dan abasto: son apenas 100 en toda la Ciudad. Pocos para los más de 273.000 edificios que hay en Capital, según el último relevamiento del Gobierno porteño.
Mientras tanto, aumentó un 106% la facturación del comercio electrónico en el primer semestre del año, de acuerdo a la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE). Y el envío a domicilio desplazó al retiro por puntos físicos como principal opción de logística. El delivery de comida se duplicó.
Por eso no sorprende que los pedidos de arreglos de porteros eléctricos hayan crecido. En la empresa de Sergio Varone, presidente de la cámara, ese incremento fue del 60%, superior al promedio. “Recibí 250 llamados en marzo. Ahora, más de 400 por mes. Antes, si trabajabas fuera de tu casa todo el día, no pasaba nada si no andaba el portero. Ahora sí”, dijo a Clarín.
Esta situación incluso es contabilizada por las apps de delivery. PedidosYa registró que el 40% de sus clientes hoy no tiene portero o timbre en funcionamiento. El portero hace falta, pero arreglarlo no es fácil. Paola Rodríguez vecina de Floresta dice a Clarín que “Nunca anduvo bien el timbre, pero ahora me afecta más, por el delivery y la compra online. Igual no me parece bien que entre alguien a casa a revisar. Seguiremos así”.
“El problema, más allá de la demanda, es la urgencia con la que te piden los arreglos. En cuanto falla el portero, a la gente le agarra un ataque. Pero, para que el portero no falle, lo tenés que mantener”, remarca José Luis Crivelli, con casi tres décadas de experiencia en el rubro. Ese mantenimiento no es caro, dice Crivelli. “Son $ 3.000 o $4.000 mensuales que se dividen entre todos los consorcistas y tenés el funcionamiento garantizado. Los que llaman recién cuando falla pueden terminar pagando un dineral”.
Ese mantenimiento se paga a través del tradicional abono mensual, que era la norma hace décadas. “Hoy cayó mucho la cantidad de consorcios abonados. Más en cuarentena, que aumentó la morosidad en las expensas. Muchas administraciones optan por destinarle dinero a lo más urgente”, explica a Clarín Ariel Pagano, fundador de la CAEPE y con más de medio siglo de arreglos de porteros eléctricos. Si no se tiene abono, la reparación es un costo difícil de afrontar. Los componentes de porteros y timbres están en dólares. “También está el incremento del costo de mano de obra”, observa Varone.
Con una oferta de reparadores siempre insuficiente y el actual aumento en la demanda, creció incluso la cantidad de gente que se vuelca a aprender el oficio. “Saliendo de la General Paz no hay técnicos de portero eléctrico, todo recae en la gente de CABA. Por eso estamos dando cursos, que en la cuarentena son online”, cuenta Pagano.
Desde esa cámara también buscan aportar de otra manera: elaboraron un proyecto para presentar en la Legislatura, que declara obligatorio el mantenimiento preventivo de los porteros eléctrico en edificios construidos de 1965 a la fecha.
En este oficio la experiencia es clave. “Hay cosas que la teoría no enseña. No hay una instalación igual a otra. Desde CAEPE intentamos fijar criterios, pero cuando abrís un portero tenés que tener años de oficio para saber qué función tiene cada cable en esa instalación en particular. Quizás un cable verde cumple un rol en una instalación, y otra en otro, según lo que haya hecho el constructor en su momento”, describe Antonio Haiy, con 40 años en el rubro.
En este contexto, el celular es una salida provisoria, que a veces termina siendo definitiva. Algunos vecinos se habituaron tanto a que les avisen que llegaron por mensaje o llamado, que ignoran que tienen el portero roto. De hecho, uno de cada diez clientes de PedidosYa termina siendo avisado del problema por el mismo repartidor.
“El portero está roto desde hace mucho, pero nunca nos preocupamos hasta ahora, que empezamos a hacer compras online. Hice un pedido de ropa deportiva y nunca me enteré de que había llegado a casa. Recuperarlo fue todo un lío”, recuerda Teo Favergiotti, de Palermo. El remedio: dejar su número de teléfono pegado sobre el tablero del portero: “Este sistema me parece fantástico. Todos los timbres deberían estar conectados al celular”.
También están los que prefieren vivir sin portero o timbre: lo desconectan o dejan sin reparar para no recibir timbrazos de quien pide para comer o vende casa por casa.
Hasta se creó una cuenta de Instagram @estoy.abajo, que reúne fotos de porteros fuera de funcionamiento, resumen este panorama como una “desprolijidad naturalizada”, y “en algo tan básico como el timbre”. “Mejor, mandá un mensaje”.
La vinoteca Pain et Vin hace repartos de vino a domicilio. Su dueña, Eleonora Jezzi cobró real dimensión de lo que implica la falta de timbre o portero. “No concebiría nunca que no me funcione el timbre. Sabes qué feo que estés repartiendo y que te claven porque no funciona. Siempre teníamos que salir con el celular cargado para poder avisar que estábamos afuera. Si te quedabas sin batería en el medio del reparto, sonabas”, explica Jezzi. Y cuenta que lo que más sufrieron fue el reparto de vinos que los clientes mandaban a otra persona, de regalo: “El agasajado no sabía que le llegaba algo y era un dramón. Desconfiaban de nosotros, onda: ‘Alguien me viene a robar’”.
Andrea Payer de Palermo cuenta que “No todo el mundo arregla timbres. El último que vino a repararlo no era experto. Revisando, me desconectó el audio”. Hace unas semanas, le anularon el canje de productos por puntos de la tarjeta, porque no pudo recibirlos. Nunca se enteró de que habían llegado. Ahora puso un cartel con su número de celular en la puerta.
“Para las cartas y documentos, tuve que pedirle al vecino que me dejara poner su departamento en vez del mío, porque el correo no te llama por teléfono. Cuando tocan para mí, él me avisa”, explica Oscar Castillo, que vive en Colegiales, y ya no quiere perder tiempo yendo al correo. “Son un montón de tareas que se agregan cuando no funciona un timbre. Me pasó de tener que ir al correo a ver qué pasó. A veces los carteros te dejan una nota de aviso pegada, pero se cae o alguien la levanta y no te enterás”.
“En general me escriben o llaman al llegar, pero como vivo en un primer piso, a veces también me gritan por el balcón”, cuenta Vera, que vive en un edificio con todos los porteros eléctricos rotos. “Los vecinos me dijeron que ya se cansaron de pedir al consorcio que lo arregle. Yo hice un cartel con mi número de teléfono con una rotuladora, y lo pegué en el tablero, abajo”, aclara.
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