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- 10.12.2020
MEDIO AMBIENTE
Las flores de las tipas tiñen de amarillo las calles y los parques
Con casi 15 mil ejemplares, el séptimo árbol más frecuente en el paisaje porteño vuelve a ofrecer uno de los espectáculos naturales más bonitos.
Con los primeros días de diciembre, se puede disfrutar de uno de los espectáculos naturales más bonitos de la Ciudad: el florecimiento de las tipas y la caída acompasada de sus flores amarillas. Como estrellas fugaces, millones de flores titilan brevemente entre las hojas de la tipuana tipu y se dejan caer para resplandecer sobre las calles, las plazas y los parques.
Las flores de la tipa son de un color amarillo fuerte con tintes anaranjados y brotan en grupos. Su floración dura unas tres semanas y es breve en comparación con la de otros árboles como, por ejemplo, la del jacarandá que dura unas cuatro semanas. Pero su característica distintiva es su caída incesante.
Estas flores se mantienen poco tiempo sobre las ramas y, sin distinción del momento de formación en el que se encuentren, ya sean pimpollos o estén plenamente abiertas, se precipitan impulsadas por el viento hacia el suelo. Allí, forman alfombras amarillas alrededor de las raíces, sobre el verde de los parques o el gris de las veredas.
La tipuana tipu es la séptima especie más frecuente del arbolado urbano porteño. Cuenta con 14847 ejemplares, de los cuales 9330 pueblan las veredas y 5517 los espacios verdes de la Ciudad. Según reflejan los datos de los censos realizados por la Dirección de Arbolado, la tasa de crecimiento de la tipa durante los últimos 10 años en los parques y las plazas es de un 36%.
Para entender en números el impacto visual que su floración genera, se puede decir que, si unas mil flores brotan en cada uno de sus ejemplares, cifra irrisoria para el volumen real que presenta la tipa, el paisaje porteño contaría en este momento con casi 15 millones de flores de esta especie.
También colabora con el impacto visual el hecho de que la tipa es la especie más grande del arbolado viario porteño. En su zona de origen, llega a medir más de 40 metros de altura y, sus troncos, más de un metro y medio de ancho. La tipa no es una especie originaria de Buenos Aires, fue incorporada al arbolado de la Ciudad por el paisajista Carlos Thays. Proviene, como el jacarandá y el lapacho rosado, de la región de las yungas que comprende Tucumán, Salta, Jujuy y el sur de Bolivia.
En la Ciudad, sus ejemplares tienen alturas que promedian los 15 metros en las veredas y los 17 metros en los parques y plazas. Sin embargo, en ambos espacios hay ejemplares que alcanzan unos 35 metros de alto. El diámetro de sus troncos media los 54 centímetros en los árboles de alineación y los 62 centímetros en los que habitan los espacios verdes. También hay tipas con troncos de hasta 160 centímetros de ancho.
Sus ramas de madera oscura tienden a crecer hacia el cielo y, de forma ondulante, se inscriben como cauces de ríos que se bifurcan en numerosos afluentes. Las ramas más jóvenes y delgadas tienden a ser colgantes o péndulas. En los ejemplares que están en los espacios verdes de la Ciudad, puede observarse un mayor desarrollo de esta particularidad de la arquitectura de sus ramas.
Además de estas cualidades, la tipa se distingue entre las especies del arbolado porteño por su ductilidad. "Es una especie muy noble. Tiene una característica que no es frecuente: responde muy satisfactoriamente al trasplante en tamaños adultos. Las ciudades hoy en día cambian constantemente y esos cambios se traducen en la necesidad de nuevas obras. Ante estas, la posibilidad de trasplantar ejemplares presentes en la zona significa poder salvar esos árboles. Y si esos árboles son tipas, el trabajo laborioso de trasladarlos a otro lugar tiene una gran posibilidad de éxito. Pueden verse, por ejemplo, tipas trasplantadas en el Parque Tres de Febrero", informó el ingeniero agrónomo Jorge Fiorentino, gerente de mantenimiento del arbolado de la Ciudad.
De la tipuana tipu no solamente caen flores. Los mitos urbanos hablan también de lo que denominan "el llanto de las tipas". Esa especie de rocío sentimental al que aluden, unas gotas azucaradas que pueden sentirse sobre el rostro al pararse debajo de las tipas durante noviembre, tiene poco de poético.
Después de haber quedado desnudas las ramas de la tipa en octubre, los brotes comienzan a abrirse paso y noviembre recibe sus primeras hojas. Junto a estas, comienzan a formarse cúmulos de espuma que al adquirir peso son atraídos por la gravedad y se precipitan como gotas sobre los transeúntes, los vehículos y las calles de la Ciudad.
Estas gotas, pegajosas al tacto y de sabor azucarado, son en realidad las excreciones de un insecto. La "chicharra de la espuma" o cephisus siccifolius, una pequeña chinche, que se alimenta de la savia del árbol. "Lo que cae no es otra cosa que la excreta de la chicharrita de la espuma. En su estado juvenil o ninfal, pica con su aparato bucal las hojas de la tipa y succiona la savia. Esta pasa por su tracto digestivo y lo que no es consumido es excretado. Al hacerlo, se mezcla con el aire y se forma una especie de burbuja que protege al insecto durante su desarrollo. Las burbujas parecen copos de espuma en las ramas. Una vez que adquieren determinado tamaño, caen en forma de gotas", explicó Jorge Fiorentino.
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