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- 03.09.2021
COMUNA 4
El bodegón La Buena Medida de La Boca reabrió sus puertas
Es un mítico bodegón del barrio de La Boca que se inauguró en 1905. Estuvo un año y medio cerrado y ahora volvió a abrir en la esquina de Suárez y Caboto, frente a la plaza Solís.
La Buena Medida es el último bodegón que permanece abierto en La Boca, fue inaugurado en 1905 y cerró sus persianas en marzo del 2020, con el inicio de la cuarentena. En mayo de este año dos amigos y ex clientes se hicieron cargo del fondo de comercio y reabrieron. “Acá venía con mi abuelo y mi padre”, asegura Jorge Lafratti, flamante bodegonero.
“No reabrimos para ganar dinero, acá hay mucho corazón, esto es sentimiento puro, sentimos amor por el lugar. La Buena Medida se inauguró una semana después que se fundó el Club Atlético Boca Juniors. En el bodegón pasé mis mejores años. Es histórico para nosotros, nos habla al corazón”, afirma Lafratti.
“Acá viví mi infancia, parte de mi crianza. Es el único que quedó en el barrio”, agrega Maximiliano Mendoza, socio y coprotagonista de esta recuperación de este espacio. “Ofrecemos cocina de bodegón, acá no hay ningún plato gourmet. Acá se come bueno, rico, barato, abundante y gustoso”, afirma Lafratti. Es una declaración de principios. “Lo mismo que comíamos con mi abuelo, no hemos cambiado nada”, sostiene.
Hace dos meses que tomaron la posta del bodegón, y ya han logrado lo más importante: detener las agujas del reloj. “El tiempo acá adentro no pasa”, aclara Lafratti. “Queremos que todo siga igual”, aclara Maximiliano. “Es un bar conventillo, ¿en qué otra parte vas a encontrar algo así?”, se pregunta Lafratti. Propio del barrio, el bodegón está hecho de chapas, y su planta alta es habitada por familias. Con más de un siglo de historia, comenzó siendo un almacén de ramos generales, a 200 metros del puerto y del Riachuelo. Antes y después de la salida de los barcos, los marineros iban a tomar una copa y las familias, a buscar sus provisiones.
“Acá nunca se perdió la ceremonia del aperitivo, vienen, se toman su copa de vino, y se van, más tranquilos”, cuenta Lafratti. “Todavía hay bohemia, muchos vienen a tomar su copa y a leer”, agrega. “Se cayó el turismo, pero mantener el bodegón con su historia es inigualable. Nos encanta que nos visiten gente de otros lugares, pero lo pensamos para la gente de La Boca”, confirma Mendoza.
“Tuvimos la oportunidad de hacer arreglos, modificarlo y volverlo vintage, pero sería un sacrilegio”, acuerda Mendoza. Ambos socios levantan una bandera, que tiene mucho de resistencia: “No se toca nada, todo queda tal cual estuvo”. Luminoso, el sol entra sobre las mesas, pequeños pizarrones en la vereda señalan la propuesta gastronómica. “Lo que se comía antes, es lo que se come ahora”, resume Lafratti. Su hijo Diego Armando atiende las mesas, y la cuenta de Instagram. “Lo único de modernidad que permitimos”, aclara su padre.
“Acá te podés comer una polenta con bolognesa, albóndiga con puré, napolitana con fritas, guiso de mondongo, de lentejas, tortilla de papas”, señala Lafratti. “Queremos que la gente del barrio vuelva a salir”, advierte. Los precios son accesibles, solo un plato cuesta más de $500: el bife de chorizo con puré o fritas. “Lo tuvimos que poner a $600, es lo más costoso que tenemos”, afirma el bodegonero.
A través de un recetario reivindicatorio de las recetas puras de la cocina inmigrante que dio nacimiento a la porteña. “Hay mucha gente sin trabajo, que la está pasando mal, hay tristeza y cansancio”, describe Lafratti. Aquí se piensa una solución: “Precios accesibles para que todos puedan disfrutar de un rato en el bodegón”, afirma. Choripán a $150; sándwich de bondiola y vacío, $300, de chinchulín, $150; de riñón, $150; albóndigas con puré, $350; ñoquis, $250.
“Queremos devolver un poco de lo mucho que el barrio le dio al bodegón”, confiesa Mendoza. En unos días materializan una idea que los tiene contentos: los lunes van a abrir para que la gente que no tiene dinero pueda pasar al salón, sentarse y elegir de un menú más reducido, los platos típicos. Sin costo. “Que no tengas plata no puede ser impedimento para que no puedas traer a tu familia a disfrutar de un plato de comida”, afirma Lafratti.
El puerto, las cantinas y Boca Juniors son pilares en la historia de La Buena Medida. El puerto de La Boca, hasta la década de 70, tenía un intenso movimiento. Venían barcos pesqueros de Mar del Plata a llevar toneladas de mercadería a las cantinas de la calle Necochea, que estaban abiertas las 24 horas. “Los turistas bajaban del avión y se venían a comer rabas, no paraba nunca la actividad”, señala Lafratti. “Ahora es muy triste caminar por calle Necochea y ver todo abandonado. Sería lindo que nos pongan baldosas nuevas, para eso pagamos impuestos”, agrega.
La Buena Medida atrajo la atención por lo genuino de la propuesta. “Es muy fácil, hoy solo hay cervecerías y todos los bares son iguales: este bodegón tiene un espíritu tanguero, rioplatense y de puerto”, sentencia Lafratti.
La plaza Solís está frente al bodegón. Emblemática y pintoresca, un hecho la vuelve imprescindible: el 3 de abril de 1905, seis amigos de los conventillos que se juntaban a jugar al fútbol en la plaza, luego de un partido se sentaron en un banco y decidieron fundar un club. Tenía que tener una bandera. Tuvieron una idea: los colores de la bandera del primer barco que entrara al puerto al día siguiente, esos serían los del club. Fondeó un barco sueco. Nacía la leyenda xeneize. Una semana después, el 10 de abril de 1905, abría sus puertas La Buena Medida. Desde ese entonces, club y bodegón están hermanados. La liturgia bostera está presente en sus paredes.
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