EDUCACIÓN

"Inclusive le Acuñe está hablande de no prohibir ni sancionar", por Werner Pertot

Contradiciéndose con lo que dijo una semana antes, la ministra de Educación insiste con la prohibición del lenguaje inclusivo lo que despertó un sinfín de respuestas, desde las academias a la comunidad LGTBIQ.

Werner Pertot

Por supuesto que Soledad Acuña sabía lo que iba a provocar su prohibición del lenguaje inclusivo. Y formaba parte de su plataforma para lanzarse a jefa de Gobierno, como explicamos la semana pasada. También de la de Horacio Rodríguez Larreta para pelearle votos de derecha a Javier Milei y Patricia Bullrich en su carrera presidencial.  Ahora bien, durante toda la semana pasada, como si se hubiera arrepentido a mitad del camino o como si quisiera quedar bien con dios y con el diablo, Acuña intentó dar marcha atrás al mismo tiempo que defendía su medida.  Esto la llevó a hablarse encima, con una serie de contradicciones que se acumularon a medida que los días pasaban: dijo que los docentes que no la cumplieran iban a ser sancionados y también dijo que no pensaba perseguir a nadie. Dijo que hizo esto para dar el debate sobre el lenguaje inclusivo, pero a su vez, que no había que tergiversar el debate. En el medio le llovieron amparos, pedidos de informe y objeciones de conciencia de docentes trans. 

Acuña, la de las frases célebres, quedó así en un lugar intermedio –e imposible- entre una posición de derecha sin culpas (como sostiene, por ejemplo, Bullrich cuando defiende a policías que matan sin ni siquiera pestañar) y una suerte de derecha progre friendly. Primero, dijo que docente que use el lenguaje inclusivo, docente que iba a ser sancionado. Luego, en un streaming con un libertario, sostuvo que su intención no era perseguir a nadie sino que “se de un debate entre estudiantes y docentes sobre el uso de lenguaje inclusivo”. Rara forma de promover un debate: prohibiendo el objeto del debate.

Luego fue más allá y sostuvo que "está perfecto el lenguaje inclusivo" y que es “necesario”.  Incluso, dijo que cuando alguien dice “los ministros” ella no se siente incluida. "En mi caso, por una cuestión de época, no me siento identificada cuando dicen 'los ministros de Larreta'. Siento que no me nombran a mí y mis colegas mujeres. Pero hay formas de decirlo sin usar el masculino genérico y sin decir 'ministres'. Decir, por ejemplo, 'el equipo de gobierno'.” O sea que tendríamos que pasar a decir “el equipo de docentes”, “el equipo de estudiantes”. “Buen día, equipo”, diría la maestra jardinera…. Perdón, “el equipo del jardín”.

Acuña terminó diciendo que su resolución no prohíbe, sino que "promueve el lenguaje inclusivo”. Lo promueve, prohibiéndolo. Es un nuevo concepto: promover prohibiendo. Todos saben que si un Estado dicta una norma y plantea sanciones para quienes no la cumplan, lejos de promover se está buscando eliminar una práctica. En este caso, el lenguaje inclusivo.

En su raid de explicaciones, Acuña terminó afirmando algo que ningún lingüista podría sostener: "La resolución no regula lo que hablás vos, los chicos, los adultos. Lo que plantea es que el docente en el ejercicio profesional de su carrera tiene que enseñar de acuerdo a las pautas acordadas en la Lengua Española". Entiendo que ella tiene formación en ciencias políticas pero no el lingüística, pero podría asesorarse. Nadie en Buenos Aires habla “La Lengua Española”. En realidad, hablamos una variante rioplatense, que ni siquiera es la única en la Argentina. Y esa variante está cruzada por sociolectos, según la clase social de la que provenimos, pero no me quiero poner demasiado técnico.

Sí quiero volver a recomendar el comunicado de la Junta Departamental de la Carrera de Letras, elaborado por lingüistas, que deja en claro que no hay evidencia académica para tomar esta medida. Dice textualmente “que no existe ninguna evidencia que establezca una relación entre el fracaso escolar o el bajo rendimiento en pruebas estandarizadas y el uso de lenguaje inclusivo de género. Del mismo modo que el uso del desdoblamiento de los géneros masculino y femenino en la resolución emitida por el Gobierno de la Ciudad no dificulta la comprensión del documento, la variación generada por el uso de formas no binarias no resulta un obstáculo para el desarrollo de las habilidades de aprendizaje de lxs estudiantes. Sería deseable verificar si, en cambio, la desinversión en políticas educativas del Ministerio de Educación de CABA puede explicar esos resultados”.

En este punto, hay algunos números que quizás Acuña debería atender, antes que pensar en la E o en el arroba.

• En el primer trimestre apenas ejecutaron el 19% del presupuesto educativo, con solo el 10% para infraestructura y equipamiento, y menos del 2% de lo destinado a becas estudiantiles.

• En 2006, antes de que el macrismo llegue a la Ciudad, Educación ocupaba casi el 30% del presupuesto total de CABA. En 2015 ya había bajado al 22,7%, y este año es de apenas el 17,5%.

• Pasó de haber 7 mil chicos sin vacante en 2014 a casi 50 mil este año.

Son datos que quizás expliquen mejor el resultado de los exámenes que usan como excusa para prohibir el lenguaje inclusivo. Amnistía Internacional , de todas formas, le pidió a Acuña que entregue ”la información científica y/o teórica que establece la supuesta correlación entre los resultados de dichas pruebas y el uso del lenguaje inclusivo".

A su vez la docente trans Cristina Montserrat Hendrickse advirtió que no cumplirá la resolución: “No pienso ir contra mí misma, no pienso negarme, invisibilizarme ni censurarme. No voy a acatar esta resolución a todas luces discriminatoria y anticonstitucional”, dijo.  Ella además es abogada y es capaz de citar de memoria y en segundos toda la normativa que la ampara, como pude comprobar en una entrevista que le hice. También advirtió que el lenguaje inclusivo aparece en sus clases cuando algún estudiante pide la palabra para comunicar algo a sus compañeres y dice “chiques”, pero que –más allá de eso- no tiene una incidencia determinante en las prácticas de clase, lo que hace que la resolución de Acuña sea cada vez menos sostenible.

De la misma manera, la dirigente del MST-FIT Celeste Fierro me comentó que su hija, que está en primer grado, no aprende a leer y escribir con inclusivo. Sino que, en todo caso, eso aparece en otros contextos en la escuela.  Fierro, junto con la dirigente de Ademys Vanesa Gagliardi, presentaron un amparo judicial para frenar la resolución de Acuña.

La ministra de Educación ni siquiera tuvo el acompañamiento de su propio espacio político: el radical Facundo Manes le cuestionó la medida y volvió a decir que el problema central es el desfinanciamiento de la educación en la Ciudad de Buenos Aires. Fuego amigo, que le dicen.

No está claro cómo harán Larreta y Acuña para salir de la trampa en la que se metieron solitos. O solites.

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