- Sociedad
- 13.09.2023
CULTURA
Una muestra celebra los 100 años de Páez Vilaró en el Museo Fortabat
El Museo Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat inauguró "100 años de un rioplatense", una exposición en honor al pintor y escultor uruguayo que recorre su obra desde sus primeros trabajos hasta las explosiones de color y las influencias de sus viajes por África.
A cien años del nacimiento del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, el Museo Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, ubicado en Olga Cossettini 141, en Puerto Madero, inauguró "100 años de un rioplatense", una exposición en su honor que recorre su obra desde sus primeros trabajos hasta las explosiones de color y las influencias por sus viajes por África, realizada por la Embajada de la República Oriental del Uruguay y el Museo-Taller de Casapueblo en Uruguay.
En las inmediaciones del Río de La Plata, en el barrio de Puerto Madero, ubicación simbólica por tratarse del pintor que acercó con su arte a Uruguay y Argentina, se presenta esta muestra, curada por María Dezuliani, que estará abierta al público hasta el 8 de octubre, de jueves a domingos de 12 a 20 horas.
"Que su obra se pueda exponer en la Colección Amalita es muy importante porque él tenía muchos puntos en común con Amalita Fortabat: eran amigos y apoyaban a los artistas. Además, es un lugar muy emblemático del arte", dice Dezuliani a Télam sobre la implicancia de esta muestra en el Museo Fortabat y destaca la ayuda de la Embajada de Uruguay para traer la colección desde Uruguay.
Nacido el 1° de noviembre en 1923 en Montevideo, Carlos Páez Vilaró fue un artista uruguayo que exploró distintas técnicas y tuvo una fuerte conexión con el candombe. Recorrió varios países del continente africano y esa experiencia enriqueció su obra: pintó obras relacionadas con esta tradición, intervino tambores y hasta compuso letras para comparsas.
Quienes visiten la muestra, se encontrarán con los inicios de la carrera de Páez Vilaró en la que retrató la vida cotidiana de la negritud y el candombe. Las obras datan de 1955 y hoy esos originales salen del circuito coleccionista para lucirse en el segundo piso del Museo Fortabat.
Sus viajes a Bahía (Brasil) y África le permitieron incorporar elementos de distintas culturas en sus obras como la máscara, el fetiche, el escudo o el grafismo. Pero también se deja entrever en la exposición la influencia de los artistas Pedro Figari y Pablo Picasso. Las formas geométricas, los colores vibrantes y la descomposición de planos y perspectivas aparecen en la obra "El ciclista" de 2007.
La muestra también invita a indagar en el vínculo profundo que tenía el artista con Buenos Aires, provincia a la que se trasladó de muy joven. Su primer empleo lo tuvo en Barracas, en la fosforera Mantero y Balza y, luego, impulsado por una fuerte vocación artística, trabajó en la Fabril Financiera de Avellaneda donde se vinculó con las artes gráficas y conoció a pintores de la época.
En el collage "Homenaje a Buenos Aires" se yuxtaponen las imágenes de Gardel, Maradona y lugares representativos como la avenida la 9 de Julio, el Obelisco, el Cabildo y el Congreso de la Nación. A fines de la década de 1940, el artista regresa a Montevideo para asociarse con su hermano Miguel en la compañía de publicidad "Exeter" y en el noticiero "Uruguay al día".
Como comunicador y publicista, Páez Vilaró también tenía el ojo puesto en la vida urbana, temas que se reflejan en la obra "Fernet Branca" de 2011 y en "Boca una pasión" de 1998 que juega con los colores del equipo de fútbol (azul y amarillo) para retratar un encuentro en la cancha. Y en obras donde incorpora letras, números y elementos gráficos propios del área de la publicidad.
"La vida de Vilaró transcurrió sobre todo en Argentina y en Uruguay. En Argentina tuvo tres hijos, que se sumaron a sus tres hijos uruguayos, hizo su Casapueblo de Tigre, la Capilla Multicultos en San Isidro dentro del Cementerio de los Cipreses y también pintó el homenaje en Figueroa Alcorta en homenaje a Buenos Aires", explica Dezuliani.
"En el año ´55 fue invitado por la Galería Wildenstein para hacer su primera exposición en Argentina. Muchos de esos cuadros están reunidos ahora en la exposición en la colección Amalita en Puerto Madero, que las hizo especialmente para esa muestra", cuenta la curadora. Seis meses antes de la exposición en la galería, Carlos Páez Vilaró se encontraba en el conventillo Mediomundo de Montevideo, donde recibió la visita de Lupo Stein (enviado de la galería) para conocer su trabajo.
"Tía gualicho" (1956), "Adivina" (1958), "Adescuelguen que hay tormenta" (1955) y "Casamiento en el conventillo" (1955), entre otras, son obras de óleo en cartón que forman parte de esa época. Muestran colores más opacos y entran en tensión con el resto de su legado. ¿A qué se debe este giro? "Los colores melancólicos, apagados de la primera etapa que tienen que ver con el conventillo, nos transportan a los paredones, a los pisos de baldosas, a los colores opacos del candombe uruguayo relacionados con la negritud y con las construcciones", explica la curadora.
"Después, los colores vibrantes tienen que ver con su derrotero de su vida de trotamundos, de haber recorrido Brasil, África, los colores destellantes de Nueva York, su vida en Argentina y cómo él se fue adaptando a los colores más brillantes y con más energías que le devolvían esa juventud que se iba a quedando en el camino pero que no quería pedir", dice sobre este cambio en la utilización del color.
El artista uruguayo no se limitó a la pintura e indagó en la escultura. Con materiales de zinc esmaltado en bronce y plateado, creó figuras oníricas que podrían ser personas con cuerpo de salvavidas o cabezas con formas de Luna. Su interés por las creaciones de mayor tamaño culminó en la construcción de la icónica Casa Pueblo de Punta Ballena, Uruguay.
En una pared de la sala, se imponen tres lienzos que fueron exhibidos previamente en la última muestra del artista en junio de 2013 en el Museo de Arte Tigre. Sobre fondo blanco, Vilaró pone en diálogo rostros, peces, tortugas, mariposas, estrellas y muchos ojos que desprenden distintas capas de sentido.
En "Aquel día que los seres contemplativos se echaron a conversar" aparece una explosión de color que desencadena múltiples imágenes que mutan según donde el observador pose la vista. Entonces brotan preguntas: ¿Son animales conectados a las personas o son personas conectadas a los animales? ¿Qué nueva creación habilita la unión de las lenguas de una tortuga y un pez? ¿De qué le habla el gato con las mujeres? Según la curadora, Páez Vilaró definió a esa serie como "un remate final" donde se crea un "laberinto de color con toda la energía y amor por la vida" a sus noventa años.
Durante la inauguración - que contó con la presencia de representantes de las embajadas de Emiratos Árabes, Marruecos y Uruguay - la hija del artista, Agó Páez Vilaró, habló emocionada: "Tuve la bendición de vivir 59 años con mi padre así que conozco todas sus etapas de la pintura, pero especialmente esos cuadros más antiguos me recuerdan mucho mi infancia porque yo me metía en el atelier, le robaba los pinceles. Aprendí no solo sobre el arte sino sobre el ser humano", dijo.
"Me encanta conectar con la Argentina porque él decía que era 'Un pintor en medio del Río'. Resulta que papá siempre decía que gracias a los argentinos él pudo hacer Casapueblo", recordó la artista para que los presentes "se queden felices".
"100 años de un rioplatense" logra un recorrido por los 60 años de trayectoria de un pintor que creó hasta el último de sus días. El 24 de febrero de 2014 falleció en Casapueblo dejando atrás un gran legado de color y entusiasmo por la vida.
- SECCIÓN
- Sociedad
COMENTARIOS