- Opinion
- 07.09.2015
¿Podemos creer en la educación pública?
¿Cuáles son las “más razones para creer en la educación pública”? ¿Los programas focalizados que ya existían? No me quiero indignar “a lo Carrió”, pero es muy poco serio. Es una creencia dogmática con intenciones electoralistas.
El gobierno de la Ciudad está llevando a cabo una intensa campaña de afiches en vía pública, en la que nos dice que “cada día hay más razones para creer en la educación pública”-en letras de imprenta y negritas en las últimas cuatro palabras, como una forma de acentuar la importancia del mensaje-. Abajo, en tipografía bien chica, sin mayúsculas, cierra el mensaje con: “Juntos lo estamos logrando. Entérate más en buenosaires.gob.ar/redentodoestasvos” (en negritas el sitio web).
La primera pregunta que me vino a la cabeza cuando vi estos afiches (hay otro igual sobre la salud pública) fue: ¿y esto a qué viene? ¿Tomaron alguna medida nueva? ¿Será una propuesta de campaña? Para no caer en prejuicios, ingresé en la web que mencionaban, habitualmente utilizada como anclaje de las campañas con contenidos sociales.
Según el sitio, la Red en Todo estás vos es “una red de protección social que beneficia a las familias de la Ciudad garantizando a sus integrantes las prestaciones de los programas y políticas sociales de gobierno”. A primera vista pareciera una política dirigida al universo de todas las familias porteñas pero no, la red está acotada a aquellas familias y personas beneficiarias de cualquiera de los variados planes de asistencia social, estructurados en su amplísima mayoría por los gobiernos anteriores al PRO.
Cuando se ingresa al apartado “Acceso a la educación”, el gobierno nos dice: “queremos facilitar el acceso a la educación, para promover y garantizar que todas las personas tengan igualdad de oportunidades y puedan desarrollarse plenamente. Los distintos programas enmarcados dentro de la Red tienen por objetivo acompañar, simplificar, y cuidar la vida de cada una de las personas”. En concreto, se trata de 3 programas: Becas alimentarias, Plan Sarmiento y Becas escolares. Los tres con varios años de existencia y desarrollo.
Confieso que quedé algo sorprendido. Todos sabemos que el PRO ha hecho uso y abuso del marketing electoral, y que no le ha ido nada mal con esa práctica. Y ciertamente, hay muchas piezas publicitarias que son simples anuncios sin un respaldo en una política pública robusta y eficaz para garantizar aquello que se anuncia. La campaña “Alquilar se puede” es un claro ejemplo de ello.
Sin embargo, en esta oportunidad no están anunciando absolutamente nada. Entonces, ¿cuáles son las “más razones para creer en la educación pública”? ¿Los programas focalizados que ya existían? No me quiero indignar “a lo Carrió”, pero es muy poco serio. Es una creencia dogmática con intenciones electoralistas.
¡Para colmo! el amigo Manuel Becerra, docente responsable y comprometido de la escuela pública porteña, acaba de postear en su muro de Facebook que “el GCBA invirtió, en todo 2013, $ 26.200 por alumno en las escuelas de gestión privada, y $ 27.758 en las escuelas de gestión estatal”, citando como fuente el propio GCBA. Lindo contraste, ¿no?
Como dice Becerra, “a las escuelas privadas, que en su enormísima mayoría cobran cuotas a sus alumnos, el GCBA les otorgó prácticamente la misma suma que a la escuela pública, que apenas si puede cobrar los montos de la Asociación Cooperadora. Está claro que, a mismo presupuesto, la escuela que obtiene más recursos extra (cuotas) tiene más margen para ofrecer una propuesta de calidad".
“Si esto no es un subsidio regresivo, si esto no es un total y completo desinterés por la escuela pública en clarísimo beneficio de la privada, si esto no es desconocer la fenomenal problemática social que permeó en la pública y que el PRO ha decidido abandonar, si esto no se llama RECORTE, decime cómo se llama”, nos interpela Becerra.
Como señala la ONG Chequeado acá, “desde el último año de gobierno de Telerman (2007), las escuelas privadas pasaron a representar del 49% al 52% de la matrícula”, lo cual explicaría, en parte, el aumento del presupuesto destinado a los establecimientos privados en calidad de subsidio y, en consecuencia, el aumento de la inversión por alumno. Pero si tenemos en cuenta que el subsidio a los privados solo contempla el pago de salario docente, la diferencia de disponibilidad de recursos materiales entre una escuela privada y una pública es impresionante. Esta disparidad condiciona severamente la capacidad de las escuelas públicas para atraer a los hijos de los hogares de los sectores medios que demandan, por ejemplo, la doble jornada u opciones extracurriculares, y que, al no encontrarlas en la oferta pública terminan pagando una cuota en un establecimiento privado subsidiado. Como si las escuelas públicas debieran conformarse con el público que ya tienen y olvidarse de atraer nuevamente a la clase media.
Pocas razones para creer en el futuro de la educación pública.
COMENTARIOS