- Opinion
- 30.12.2015
GOBERNAR POR DECRETO
Un ejercicio constante y decidido
El establishment argentino suele poner como ejemplo de seriedad a países cuyas legislaciones jamás toleraría. De hecho, el poder del AFSCA es limitado comparado, por ejemplo, con el de su par francés
Carlos Corach, 18.885 días de política
Apenas asumió, el nuevo ministro de Comunicaciones anunció que “la regulación de la Ley de Medios no va a subsistir durante nuestro gobierno” y explicó, por si quedara alguna duda sobre sus razones, que “la norma fue creada para aniquilar a medios de comunicación, como por ejemplo al Grupo Clarín (…)”. El AFSCA, ente autárquico cuya función es hacer cumplir esa ley, fue colocado por DNU bajo la tutela del ministro y luego intervenido. Aguad explicó que su titular no podía continuar en el cargo por tratarse de un militante y lo reemplazó por otro militante aunque, nobleza obliga, del PRO. “Los medios van a competir libremente en el mercado y trataremos de ayudar a los más pequeños”, concluyó el ministro, para quién la función del Estado es tratar.
La forma elegida por el gobierno fue criticada por algunos pocos periodistas, como Nelson Castro, pero lo relevante fue el fondo: con un decreto y una orden judicial, en 24 horas se dio de baja a una ley discutida durante años, promulgada en el 2009 y declarada constitucional por la Corte Suprema en el 2013.
El periodista de La Nación José Crettaz fue aún más claro que el ministro: “No más allá de febrero llegarán finalmente los cambios más profundos a la legislación vigente: la modificación de los artículos 45 y 41 de la ley de medios audiovisuales.El primero es el que pretendió serruchar al grupo Clarín en al menos seis partes, al fijar de manera retroactiva todo tipo de restricciones a la propiedad cruzada de distintos tipos de medios y al alcance que los canales y radios privados pueden tener sobre la audiencia. Y el segundo es el que impide la venta o transferencia de medios. Esos dos podrían no ser los únicos artículos a modificar. Esto también se haría por DNU.”
El establishment argentino suele poner como ejemplo de seriedad a países cuyas legislaciones jamás toleraría. No sólo la posición dominante de Clarín no sobreviviría a las regulaciones europeas o norteamericana sino que el poder del AFSCA es limitado comparado, por ejemplo, con el de su par francés, el CSA, que tiene incluso mandato para regular contenidos, algo que la stalinista Ley de Medios no permite.
Así como debemos llegar a ser Noruega con la presión fiscal de Burundi, al parecer debemos lograr un medio audiovisual plural sin limitar las posiciones dominantes, ya que, como señaló con honestidad el abogado del Grupo Clarín en una audiencia en la Corte Suprema: "La cuota de mercado es una limitación a la libertad de expresión”. Como señala Graciana Peñafort, eso equivale a creer que el monopolio de un único medio ofrecería la mayor libertad de expresión posible.
Como Macri, Kirchner también creyó poder negociar con Clarín, igual que Duhalde, De la Rúa y Menem antes que ellos. Pero el apetito bulímico del grupo no se calmó con la modificación de la ley de radiodifusión a su favor, con Canal 13, con la ley Clarín que salvó al grupo de sus acreedores o la fusión de Cablevisión y Multicanal; como no se calmará con la eliminación de la detestada Ley de Medios.
La furia contra esa ley, generosa tanto en editoriales como en cautelares, no fue generada por la militancia de Sabbatella, las intenciones inconfesables del kirchnerismo o la inevitable imperfección de la misma, sino por la “pretensión” de la política de ser el único instrumento para transformar la realidad.
Esa es la verdadera discusión, el resto es literatura.
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