- Opinion
- 24.02.2016
OPINIÓN
Penélope y el excel incompleto
Como Penélope con su tejido, la derecha argentina deshace una y otra vez las políticas públicas que tienden al desarrollo que tanto dice buscar.
Friedrich List, economista alemán del siglo XIX.
Hace un tiempo conversé con un simpatizante del PRO autodenominado “liberal” que, luego de visitar Qatar, lo proponía como ejemplo de país a seguir. Le contesté que tal vez pudiéramos reemplazar nuestra imperfecta república por una eficaz monarquía absoluta como la del emirato, pero que para tener las mismas reservas de petróleo y gas - esas que le permiten disponer de la mayor renta per cápita del planeta - era un poco tarde, deberíamos haberlo planificado hace algunos millones de años.
En el mismo sentido, la vicepresidenta comentó de manera informal frente a algunos periodistas que “el modelo de Macri es India”.
Más generoso, el propio Macri sostuvo durante la campaña que deberíamos imitar a Alemania, Nueva Zelanda, Israel, Japón, Corea del Sur, Noruega, Finlandia, Singapur y Holanda y elaboró un simpático mapa en el que se podía constatar que todos esos países entran en el nuestro, como si el desarrollo de un estado dependiera de su superficie.
Ocurre que nuestra derecha utiliza el viejo truco del excel incompleto, por el que elige la columna que más le gusta, obviando la totalidad de datos de la planilla. Así, propone que seamos la India, sin mencionar al tercio de la población bajo pobreza extrema; sueña con ser Noruega, sin su enorme proporción de empleados públicos.
No debería sorprendernos que alguien que se define como “liberal” en Argentina ponga como ejemplo a una monarquía hereditaria en la que casi el 90% de la población no dispone de los derechos ciudadanos, ya que nuestros liberales sólo lo son de forma declamativa, pero sí asombra que tomemos como modelo a India, el país con mayor proporción de pobreza extrema del planeta (más del 30% según la ONU).
El largo listado de ejemplos a seguir de Macri es más difícil de analizar, ya que de Corea del Sur a Finlandia, pasando por Alemania o Singapur, los modelos difieren mucho. Pero, más allá de las diferencias, todos esos países tienen un punto en común: requirieron de un fuerte intervencionismo estatal para su desarrollo, en algunos casos con medidas proteccionistas como subsidios a la exportación, restricciones a la inversión extranjera, creación de empresas estatales o arancelamiento a la importación.
En el caso de Corea del Sur, no sólo su crecimiento prescindió del libre mercado, incluso obvió la democracia durante las tres décadas que impulsaron el milagro coreano, en las que el poder político controló la política económica y llegó a encarcelar empresarios por no cumplir con las metas asignadas. Por su parte, en Singapur gobierna un mismo partido de forma ininterrumpida desde hace 50 años, algo contrario a la alternancia, esa virtud tan defendida para nuestro país por los analistas que la obvian en el país asiático.
Como Penélope con su tejido, la derecha argentina deshace una y otra vez las políticas públicas que tienden al desarrollo que tanto dice buscar.
Ocurre que nuestra derecha utiliza el viejo truco del excel incompleto, por el que elige la columna que más le gusta, obviando la totalidad de datos de la planilla. Así, propone que seamos la India, sin mencionar al tercio de la población bajo pobreza extrema; propone que seamos Corea del Sur, sin que el Estado interfiera en los negocios privados; sueña con ser Noruega, sin su enorme proporción de empleados públicos (el doble que en la Argentina) y aspira a que seamos Singapur, aunque la alternancia política sea una de sus letanías más persistentes.
La argucia que denunció List hace más de un siglo y medio consiste en que los países desarrollados, gracias a políticas proteccionistas, pretendan que los demás no sigan su ejemplo, “pateando” así “la escalera” del desarrollo económico. Lo asombroso no es que quién subió no quiera que otros hagan lo mismo sino que quien mira desde abajo y sueña con subir ayude con ahínco a patear la escalera.
Como Penélope con su tejido, la derecha argentina deshace una y otra vez las políticas públicas que tienden al desarrollo que tanto dice buscar. Denuncia la Argentina pendular y vuelve el péndulo a su lugar anterior; exige políticas de largo plazo y las frena cada vez que llega de nuevo al poder. Patea la escalera y no acusa recibo del golpe.
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