GASTRONOMÍA

Hola Jacoba: auténtica cocina judía en pleno Palermo Soho

La cocina judía es una de las más antiguas del mundo y fusiona sabores de Europa y Medio Oriente, con recetas que pasan de generación en generación. Hoy es posible disfrutar de esta herencia de sabores en pleno Palermo.


Buenos Aires, ciudad cosmopolita por excelencia y albergue de cientos de estilos gastronómicos que hacen de salir a comer afuera, un viaje culinario. Desde los guisos y empanadas de España, hasta las pastas y helados de Italia, pasando por las fajitas mexicanas o el chow fan, la cocina porteña es un auténtico crisol de sabores.

Entre tanta influencia, hay una rama de la gastronomía que por muchos años permaneció fiel a sus raíces, contenida dentro del marco de las casas de familia: la cocina judía. Esta gastronomía es una de las más antiguas del mundo y fusiona sabores de Europa y Medio Oriente, con recetas que pasan de generación en generación. Esta herencia de sabores desembarcó en una esquina de Palermo Soho en el espacio que da la bienvenida desde su nombre: "Hola Jacoba".

Este restaurant especializado en cocina judía abrió sus puertas hace menos de dos años, de la mano de dos jóvenes amigas y emprendedoras que conocieron los pormenores de esta cocina en la de sus propias abuelas. Todo comenzó en formato catering; allí amasaban pletzalej, bohios y otras delicias al por mayor. El éxito fue tal, que se animaron a subir la apuesta y apostaron a su propio restaurant, con la ambición de que un día de estos, al decir "knishe", todos sepamos - al igual que sucede con el "ceviche" en la cocina peruana y "nigiri" en el sushi- de qué estamos hablando.

La propuesta de Hola Jacoba es absolutamente respetuosa de sus raíces pero dista de ser religiosa. Así, los platos no son kosher y los viernes el lugar está abierto con normalidad. Dentro del menú se incluyen los platos más representativos las dos principales ramas de la gastronomía judía: la ashkenazí (originaria de Rusia y otros países de Europa del Este) y la sefaradí (oriunda del Medio Oriente y la península ibérica).

Dentro del local, ubicado en la luminosa esquina de Thames y Costa Rica, además de comer rico y abundante, se atestigua el asombroso fenómeno de coincidir con comensales de las más diversas edades: grupos de amigas de veintipico y señoras de más de ochenta años que se emocionan al probar un tradicional guefilte fish y juran con los ojos empañados que "tiene el mismo gusto del de mi mamá".

Para aquellos que desconocen de qué se tratan estos manjares, pueden comenzar con la Picada Jacoba, que consta de cinco bocados diferentes (sambusak, bohios, knishes, lajmayin y kippes) y tres salsas para acompañar (hummus, berenjenas ahumadas y tabouleh). La picada sale como pan caliente y es casera hasta la masa. Además, es posible pedir cada uno de los bocados que integra la picada por separado, u optar por alguna de las otras entradas, como las originales empanadas de pastrón, el arenque marinado o los latkes de papa.



Cabe destacar que cada uno de los platos cuenta con una leyenda explicativa sobre su contenido, y si acaso quedaran dudas sobre qué es cada cosa, los mozos son atentos y expeditivos, dispuestos a explicar. La lista de platos principales la encabezan los tradicionales Varenikes de Papa con cebolla y crema, el Guefilte Fish al horno y los Kreplaj, que van rellenos de queso brie y cebolla. Pero la propuesta no termina ahí: también dan el presente -y con creces- el Hot Pastrami (que gracias a su popularidad en Nueva York se convirtió en un plato del mundo), el Shawarma, el otro clásico de deli neoyorquino, Bagel con Salmón, o bien, la contundente Falafel Burger, entre otras delicias.

A esta altura, panza llena-corazón contento se convierte en un hecho pero es importante hacer lugar para un dulce final. Los postres de Jacoba son el paraíso de los dulceros. Las opciones son contundentes: el clásico Strudel de manzana; surtido de dulces árabes como el mamul y baklava; torta de Chocolinas con queso Philadelphia y un manjar sin precedentes: Copa Leicaj -torta de miel- con helado de pistacho.

El vino de la casa, como no podía ser de otra manera, es el Don David, de bodegas El Esteco. El restaurant es acogedor, y recoge en sus paredes distintos amuletos que fueron otorgados por clientes, amigos y familiares de la casa. A pesar de ser un lugar más en la extensa lista de Palermo, Hola Jacoba se diferencia: no solo porque ofrecen a todo el público la posibilidad de probar estos manjares, sino porque la cocina está comandada nada más ni nada menos que por las abuelas de sus dueñas, que todas las semanas pasan, prueban, aconsejan y finalmente aprueban.

Una herencia de sabores plasmada con cariño, calidad y abundancia en este nuevo espacio, que ofrece los sabores de la familia en pleno Palermo Soho.
  Por Nayla Díaz


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