- Opinion
- 30.03.2016
MARÍA ESPERANZA CASULLO
Qué son y qué no son los organismos de Derechos Humanos
Con la llegada al gobierno de Macri hemos visto lo que podría llamarse una ofensiva que apunta a cambiar los términos de lo que se constituyó el tratamiento jurídico, político y cultural de los crímenes de lesa humanidad.
Nuevo gobierno, nuevas políticas, nuevos debates. O tal vez no tan nuevos. Tal vez con cada cambio de gobierno estemos condenados a repetir debates que ya dimos treinta, veinte, diez años atrás.
Con la llegada al gobierno de Mauricio Macri hemos visto lo que podría llamarse una ofensiva de editoriales, notas de opinión y entrevistas que apuntan, seguramente de manera no coordinada, a cambiar los términos de lo que se constituyó como política de Estado y sentido hegemónico (no consenso, pues nunca hubo ni habrá consenso total sobre estos temas) sobre el tratamiento jurídico, político y cultural de los crímenes de lesa humanidad cometidos mediante el terrorismo de Estado de la última dictadura nacional.
Entre otras cosas, podemos notar la presciente editorial del diario La Nación publicada inmediatamente luego de la asunción del presidente Macri que solicitaba una efectiva amnistía para los acusados y encarcelados por violaciones a los DDHH y varias notas de opinión que resultaron llamativas.
En una de ellas Alfredo Leuco señala que “Hacen falta nuevos organismos de Derechos Humanos”. En ella el periodista señala que:
“Tengo ganas de poner un aviso clasificado en los diarios que diga algo así: “Se necesita con urgencia líderes y referentes honrados y de prestigio social para conformar nuevas entidades de derechos humanos para los nuevos tiempos de la Argentina”. Una de las conclusiones que se pueden sacar después de 40 años del golpe y de la visita de Obama a Cuba y a la Argentina, es que hay varias organizaciones no gubernamentales antiguas que han perdido el rumbo y han dejado de ser útiles a la sociedad.
Sugiero una primera lista abierta de personalidades destacadas en distintos ámbitos que no sean activistas partidarios y que reflejen todos los matices de la sociedad. Hablo de gente como Facundo Manes, Juan Carr, Santiago Kovadloff, el padre Pepe, Diana Cohen Agrest, Graciela Fernández Meijide, Agustín Salvia, Juan José Campanella, Paolo Menghini, Pablo Lanusse, Magdalena Ruiz Guiñazú, Roberto Gargarella, Daniel Sabsay y Vicente Palermo entre otros”.
Esta nota es interesante, porque en la misma se expresa una confusión potencialmente seria acerca de lo que es, hacen, pueden hacer y deben hacer las organizaciones civiles de Derechos Humanos, y las Organizaciones No Gubernamentales en general.
Lo organismos de Derechos Humanos, como las Madres de Plaza de Mayo (tanto la línea de Hebe de Bonafini como la Línea Fundadora), las Abuelas de Plaza de Mayo, el CELS, la APDH, (y también las organizaciones como “Memoria Completa”) son asociaciones civiles sin fines de lucro, no gubernamentales y voluntarias. Surgieron y existen como agrupamientos en donde personas con preocupaciones comunes intentan coordinar estrategias para conseguir ciertas cosas que les preocupan a ellas mismas, con los medios que ellas mismas decidan. (En este caso, cosas no triviales cómo averiguar qué había sido de sus hijos que habían sido secuestrados por fuerzas militares o policiales, o determinar el paradero de los bebés que, sabían, habían nacido en cautiverio).
Las organizaciones de la sociedad civil no tienen el deber de buscar ni representar el “bien común”, ni son responsables ante los votantes ni la sociedad en general. Como bien explica el teórico de la sociedad civil Mark Warren en su libro “Democracy and Association”, en estas asociaciones voluntarias la manera más habitual de resolver las diferencias de opinión es mediante el “exit” de los miembros disidentes: la división de una y la fundación de otra nueva (como sucedió con Madres de Plaza de Mayo, cuando varias integrantes decidieron fundar otra agrupación por diferencias políticas con Hebe de Bonafini.) No son ni el Estado ni una organización política, con lo cual el accountability es diferente. Los Organismos de Derechos Humanos no son un bloque granítico, hay diferencias de objetivos, de enfoques y de definiciones políticas y cualquier persona que tenga un contacto personal aún breve con ellos sabe que los debates son continuos y profundos.
No hay ninguna obligación de admirar a las Madres de Plaza de Mayo y a las Abuelas; si una persona decide que son necesarios nuevos organismos de derechos humanos que junten al Padre Pepe con profesionales de la salud, escritores y filósofos, lo único que cabe decir es “adelante, arme una organización sin fines de lucro, no hay ningún problema, sólo se trata de hacer un par de trámites antes en la IGJ.” Mientras mayor sea el pluralismo y la multiplicidad de organizaciones de este tipo mejor funcionará la democracia.
Pero, sin embargo, queda un último punto, que es revelado sin querer en las notas como la citada. ¿Por qué personas que son tan críticas de las Madres, las Abuelas, el CELs y los demás organismos no pueden parar de escribir sobre lo que ellos deberían hacer? No se ve un movimiento hacia la otra dirección: no hay notas equivalentes pidiéndole moderación o pluralismo a las organizaciones de familiares que representan los intereses de los condenados por crímenes de lesa humanidad.
Tal vez la única respuesta posible a esta pregunta es que, a pesar de todas las críticas, aún los críticos de las Madres y de las Abuelas de Plaza de Mayo no pueden dejar de sentirse interpelados por sus figura y porque sus palabras (que nunca hicieron otra cosa que pedir memoria, verdad, justicia) tienen un peso que no tienen las de otras personas. A ellas le piden más que a nadie, porque tal vez ellas nos han dado hasta ahora, a nuestra joven democracia, más que ninguno. Aún en la crítica hay, sin quererlo, un homenaje.
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