- Opinion
- 18.04.2016
POLÉMICA UBER
Al margen de la ley
En vez de intentar regular un servicio que ya funciona en la mayor parte de las ciudades del mundo con millones de usuarios, el Gobierno de la Ciudad decidió tomar partido por una de las dos posturas encontradas, olvidando completamente el rol de administrador que le toca cumplir.
Iba a escribir exclusivamente sobre la llegada de Uber al país. Es uno de los temas de la semana, la discusión del momento. La polémica se había tornado interesante, con fértiles intercambios, chicanas picantes. Todos los ingredientes que a uno le gustan.
Dicen que en casi todos los países, al principio, hubo complicaciones para la implementación de este sistema. Pero acá hemos llegado a tener detenciones efectuadas por taxistas, incidentes violentos durante allanamientos. Cómo siempre en Argentina, nos superamos día a día. Una locura.
En fin. La discusión sobre Uber me llevó derechito a intentar analizar un poco más profundamente otro de los tantos motivos por los cuales digo que este país no tiene ningún tipo de destino feliz, salvo que Uruguay se decida de una vez por todas a invadirnos. Si aún no lo advirtió, estimado lector, no soy el más optimista del condado.
Resulta que la llegada de Uber generó un descalabro descomunal por todas partes, y ese descalabro derivó en un efecto dominó de papelones y violaciones supinas de normas realmente escandalosas.
Pero vamos a los hechos. Vino Uber, competencia directa para los taxis. Tanto para el señor que tiene un taxi y lo trabaja como puede, como para la empresa que tiene 750 autos y la junta en pala. Por supuesto hubo enojo de los taxistas, entre otros motivos porque dicen que Uber no cumple con las normas. ¿Cómo manifestaron su enojo? Incumpliendo otras normas. O sea cortando las calles y arruinando la existencia de los usuarios de Uber y, por supuesto, del resto de los habitantes de la ciudad que, en gran cantidad de casos, desconocen la existencia de la novedosa plataforma tecnológica.
Pero obviamente, el mencionado, no fue el único medio de protesta. También acudieron a la justicia mediante la presentación de amparos y la justicia porteña les dio la razón. No es objeto de análisis de esta columna discutir quién tiene razón, pero ¿cómo reaccionó Uber frente al fallo que supuestamente ordenaba la suspensión del servicio? Redoblando la apuesta. Regalando viajes para todos y todas. Pero también incumpliendo otra obligación. En este caso, la resolución de un juez.
A todo esto, en vez de regular o intentar regular un servicio que ya funciona en la mayor parte de las ciudades importantes del mundo con millones de usuarios, el Gobierno de la Ciudad decidió tomar partido por una de las dos posturas encontradas, olvidando completamente el rol de administrador que le toca cumplir. Y ni empecemos a hablar de los intereses mafiosos que rodean el tema.
Como si esto fuera poco, varios de los representantes del pueblo, los legisladores, se dedicaron a repudiar, sí leíste bien, REPUDIAR a Uber en vez de buscar soluciones regulatorias que permitan que seamos, en condiciones justas, los ciudadanos quiénes decidamos qué servicios tenemos ganas de usar para movernos por la ciudad.
Utilizando palabras del gran maestro Carlos Santiago Nino, vivimos en un país al margen de la ley. El incumplimiento normativo es, en muchos casos, la regla y no la excepción. Y éste es, sin dudas, uno de los grandes dramas que vivimos en Argentina.
Conclusión. Vivimos en un país en el que un grupo se queja de que otro grupo incumple normas ¿y lo hace cómo? incumpliendo normas! Mientras que, el grupo que debe generar las normas, toma partido por uno de los grupos y lo hace incumpliendo el rol que la Constitución le asigna. Todo maravilloso.
Y uno quisiera decir, bueno, es el caso de Uber. Esto movió demasiado el avispero, es excepcional. Pero no, mis amigos, utilizando palabras del gran maestro Carlos Santiago Nino, vivimos en un país al margen de la ley. El incumplimiento normativo es, en muchos casos, la regla y no la excepción. Y éste es, sin dudas, uno de los grandes dramas que vivimos en Argentina.
Podemos ir de lo más pequeño a los más grande haciendo escalas por todas partes para explicarlo. Pensemos en nuestra Constitución Nacional. Leamos el artículo 18, por ejemplo, la parte que dice que “... las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas...”
Cuando se nos pase el ataque de risa, podemos detenernos en las comisiones bicamerales, cuya creación es ordenada por nuestra ley fundamental y que jamás se constituyeron, el principio de igualdad ante la ley que requiere, entre otras, que la sea la idoneidad la base para la admisión en los empleos, la obligación de igual remuneración por igual tarea y decenas de incumplimientos más.
Ya sé, la Constitución te parece algo demasiado abstracto, medio inalcanzable. No te preocupes, vamos a lo más cotidiano. Fijate la cantidad de cordones pintados de amarillo donde la gente estaciona igual, pero también acordate de los genios universales que pintan su vereda de amarillo para siempre tener lugar frente a su casa. Por supuesto, no podemos olvidarnos de la innumerable cantidad de gente que aparentemente se asoció a un inexistente programa de estacionamiento llamado “Dejalo donde vos quieras”. Pensá en las velocidades máximas o los horarios de carga y descarga. O los impresentables que tapan las patentes. ¿Con qué fin se te ocurre que puede ser? No, no es para cuidarla del fango. Es para incumplir más normas! Si no te gustan los ejemplos del tránsito pensá en los negocios que no entregan facturas. Bueno, como se imaginarán, la lista no tiene fin.
Tantas veces escuchamos “hay que cambiar las leyes, éstas que tenemos no sirven”, cuando en realidad debemos empezar por respetar las que tenemos y ver qué pasa. Esto que muchos podrían tildar de un pensamiento básico o de la tía que opina desde la peluquería, es uno de los cambios culturales que necesita el país.
Pero este cambio requiere atacar la situación en forma profunda. En mi columna anterior, “Honestismo” algo empecé a esbozar sobre el tema. Vivimos al margen de la ley porque tenemos un sistema de premios y castigos que no funciona, está destruido. Hay que darlo vuelta como una media, decía allí y agrego algo que es fundamental. Este nuevo sistema de premios y castigos y que implique una refundación de la Argentina, debe preocuparse tanto por lo más grande como por lo más pequeño. Desde la Constitución hasta la norma de tránsito. Sin este paso, no saldremos más de la oscuridad actual.
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