- Opinion
- 28.05.2016
Un hermoso cotolengo
Twitter es ese espacio horizontal en el que muchos nos expresamos espasmódicamente sobre absolutamente todos los temas como si a alguien le importara lo que tenemos para decir.
Entiendo que no es del todo original analizar Twitter pero intentaré, seguramente con escaso éxito, poner mi granito de arena para ahondar la discusión y obviamente lo haré desde mi experiencia personal.
Abrí mi cuenta de Twitter en 2009 sin saber de qué se trataba y no me animé a escribir nada casi por un año. A Twitter hay que perderle el miedo de a poco, en realidad lo que perdí en mi caso es el miedo al ridículo y a que alguno crea que escribo estupideces. Claro que lo hago. Como casi todos.
"En aquella primera etapa solía pelearme con cualquiera por cualquier cosa, algo que con el tiempo aprendí a controlar un poco más, aunque no del todo".
Me animé a empezar a usarlo recién en 2010, para el Mundial, gran momento de unidad nacional y de imbecilidad colectiva con dosis de patriotismo barato. Había dejado de fumar por vez número cuatrocientos veinticinco y utilicé Twitter como una especie de desahogo para calmar la ansiedad. Tenía obviamente escasos seguidores y era como contarle cosas a la nada misma.
No recuerdo bien como comencé a sumar algunos seguidores más, pero sí recuerdo que la etapa mundialista fue divertida. Todavía era una tribu pequeña. En alguna medida aún lo es aunque se haya convertido en una gran caja de resonancia. Aquella etapa escribía sobre lo mismo que escribo ahora: política, deportes, espectáculos, de todo un poco. La gran diferencia es que en aquella primera etapa solía pelearme con cualquiera por cualquier cosa, algo que con el tiempo aprendí a controlar un poco más, aunque no del todo.
Tengo Instagram, Facebook, LinkedIn y Twitter, pero reconozco que es sólo ésta última la que me divierte. No me animé a incursionar en Snapchat por temor a no comprenderla y sentirme más viejo aún de lo que soy.
Twitter me resulta maravilloso para informarme y obviamente para expresar las distintas tonterías que rondan por mi cabeza. Por algún inexplicable motivo he adquirido una audiencia para algunas cosas que digo lo cual es sumamente gratificante. Pero a la vez me ha servido para conocer gente espectacular. Tengo que reconocer que hay gente en Twitter a la que jamás vi en mi vida que parece conocerme más que algunos viejos amigos. Eso es bastante mágico. Y a otros los he conocido personalmente forjando lindas amistades y complicidades.
La grieta en Twitter está todos los días a flor de piel. He aprendido con el tiempo a entender que hay estúpidos de ambos lados de la grieta y me reconforta saber que, más allá de tener posiciones políticas muy fuertes y claras respecto de la misma, valoro y estimo a gente de diversas extracciones políticas.
La red social del pajarito me ha convertido también en admirador de algunos de sus usuarios. No todos pueden ser interesantes y divertidos todo el tiempo pero hay algunos a los que leo y me suele pasar que me indigna que no se me haya ocurrido algo tan ingenioso como lo que publicaron. Tal es el caso del @CoronelGonorrea o de @malcomgomez de un lado de la grieta o @rinconet o @CapitanCremona del otro lado.
Sucede también que hay algunos usuarios (cada vez menos) a los que sigo para intentar recordar a qué punto de fanatismo no debo llegar nunca. Llámenme tibio, pero no los nombraré. El tema de los “believers” de distintas causas es un problema y Twitter y su horizontalidad a veces incentivan a los agresivos a ponerse impunemente violentos. Se los reconoce por la utilización de vocablos tales como Mugricio o Kretina cuando hablan de nuestros últimos presidentes. Por suerte hay sabias herramientas como el bloqueo o la capacidad de silenciar a los especialmente intensos.
"El tema de los “believers” de distintas causas es un problema y Twitter y su horizontalidad a veces incentivan a los agresivos a ponerse impunemente violentos".
He tenido también momentos de lo más graciosos. En muchos casos vinculados a cuestiones que tienen que ver con la relación con mi hija (mi pequeña saltamontes) o cuando algún mal terminado me confunde con Carlos Heller o su hijo o su hermano o su sobrino o algo así y me pide que devuelva la plata del Credicoop o la tarjeta Cabal.
Me aburren bastante los políticos. Salvo honrosas excepciones, el uso exclusivamente protocolar de la red los hace tediosos. No soy especialmente fan de los periodistas pero sigo a varios a los cuales he llegado a apreciar mucho. Tal es el caso de @fetcheves y @flandivar de la corpo ambos o @JaviSchur de Tiempo Argentino. Por el lado del deporte @JPVarsky @JuanButvilofsky o @ManuOlivari son de mis favoritos.
Aunque parezca una página de ofertas de Coto, déjenme recomendarles a un par de personas sin las cuales su timeline de Twitter no estaría completo. Es fundamental que lean a @mariann_78, @Chuca, @ziberiaI, @sebakatz, también @leandrocahn y @oliveraluciano. Seguramente me olvido de alguno clave. No sean tan menesterosos como para ofenderse.
Debo dedicar un párrafo aparte a mi señora esposa @Fatinoriega. No es amiga mía en Facebook y no me sigue en Twitter, básicamente porque cuando nos seguimos mutuamente nos peleamos siete u ocho veces por día. Sin embargo muchas veces interactuamos lo cual a algunos les resulta aparentemente divertido. Y a nosotros también. Cuando nos casamos, por ejemplo, propusimos varias opciones de hashtags para usar en la fiesta y también sometimos a votación la lista de canciones. Igual lo cierto es que @Fatinoriega es una usuaria reciente porque durante mucho tiempo se hizo la dura de matar mientras me criticaba que yo le dedicara tiempo al tema. Ahí la tienen ahora, seguramente comentando Gran Hermano.
Por último un comentario final que quisiera todos tengamos en cuenta: Morite @queruzo.
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