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- 07.06.2016
COMUNA 11
¿Cómo es vivir junto a la cárcel de Devoto?
Pese a promesas, el penal de Devoto sigue en el lugar de siempre y los vecinos lo padecen. Dicen que no hubo cambios en 4 décadas, la zona envejece y no llegan familias nuevas.
Sebastián Datziri ya pasó los 70 años y es uno de los tantos vecinos de Villa Devoto que presenció la licitación por la construcción del Complejo Carcelario Agote, que se construiría en la localidad de Mercedes y albergaría a los detenidos de Devoto, pero nada sucedió.
La cárcel en pocos meses cumplirá 90 años. Para Datziri nada ha cambiado, su vista es la misma y sigue escuchando la cumbia de los presos del pabellón que está a la altura de su casa. Los gritos y los disparos de goma de los guardias. Hasta le tocó despertarse de madrugada por los gritos de dolor de un preso que, se enteraría luego, fallecería en el acto.
Datziri abre la carpeta y comienza a mostrar documentación: tiene diarios viejos, fotocopias de noticias y volantes que componen una pila de unas cien hojas. Todo tiene que ver con lo mismo: el traslado de la última unidad penitenciaria de la Ciudad de Buenos Aires.
Gonzalo Aguilar es miembro de la Asociación barrial “Devoto sin cárcel”, que llegó a reunir a 200 vecinos y más de 7 mil firmas por el traslado, “a esta altura la gente tiene un desánimo total”, dice a Clarín, “seguimos los que sabemos que las ciudades en algún momento se modernizan: Buenos Aires se modernizó, pero este sector es de los últimos bastiones de la vieja ciudad. Es una zona deprimida. La idea ahora es que el Gobierno Nacional, habiendo escuchado nuestros reclamos cuando eran Gobierno de la Ciudad, los atienda. Queremos que Devoto vuelva a ser el Jardín de la Ciudad”.
“A la gente le gusta quedarse en el barrio. Cuando nos vamos de lo de nuestros viejos buscamos algo en el barrio”, cuenta a Clarín Román Raya, que reunió más de 700 firmas en un petitorio que le pide a Macri el traslado. Y agrega: “nunca vamos a dar el brazo a torcer; de irnos del barrio antes que la cárcel”. Los vecinos relatan que a muchos amigos o familiares les da miedo pasar por la cárcel para visitarlos, “así como hay gente que evita pasar por un cementerio está el que no quiere pasar por una cárcel. Sienten una mala energía y muchos dan una vuelta para esquivarla”, afirma Datziri.
No hay vecinos nuevos, lo más común son ancianos que no han podido vender sus casas, que cotizan mucho menos de lo que valdrían en otro sector del barrio. Estacionar también es un problema, por los autos de los penitenciarios, abogados y todo el que llegue a la cárcel.
Las visitas también son motivo de queja. Gisela Lema dice a Clarín que evita la calle Bermúdez, por donde entran los familiares de los detenidos, por los gritos de los presos y “altercados con la gente que espera para entrar”. María Florencia Cobas vivió una experiencia similar. “El año pasado pasé por la puerta y un grupo de mujeres me empezó a decir cosas. Me sentí nerviosa y me apuré. Una señora más grande las frenó, pero me sentí hostigada”.
Otro tema es de la sirena que “suena en cualquier horario y no sabemos si es peligro de fuga o qué. Alcanza a varias cuadras a la redonda”, aclara Aguilar. “Es propia de un sistema carcelario antiguo. La lucha es por nosotros, como vecinos, y por los detenidos: tienen derecho a vivir en condiciones humanitarias”.
Las quejas también se escucharon del lado de adentro, en febrero se desalojaron dos pabellones por malas condiciones edilicias y de salubridad. Un mes después, en una visita al barrio, el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta afirmó: “Así como se sacó Caseros, hay que sacar Devoto”. Para Datziri eso no es más que una de las tantas promesas sobre el tema.
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