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- 12.09.2016
URBANIZACIÓN
Promueven nuevas reglas para construir en la Ciudad
El Gobierno porteño enviará a la Legislatura una reforma del Código de Planeamiento que impulsa edificaciones más homogéneas y alturas por barrio. Prometen que habrá participación vecinal.
Una ciudad "a escala humana", con mayor homogeneidad en alturas en las construcciones, la eliminación de disrupciones y la promoción de mixturas de usos que permitan evitar la delimitación de zonas o distritos hoy establecidos son algunas de las propuestas que el Gobierno porteño plasmará en un proyecto de reforma del actual Código de Planeamiento Urbano, que someterá a discusión entre vecinos y expertos para definir la futura morfología de la Ciudad.
El código es el cuerpo de directrices que regula los aspectos relativos a la organización del tejido urbano y la distribución de usos del suelo, entre otras temáticas. "La reforma obedece a que el vigente está colmado de actualizaciones parciales y da lugar a interpretaciones por parte de las autoridades regulatorias. Además fomenta la sustitución de edificaciones existentes sin considerar la ciudad actual, propuso la división por distritos, lo que expulsó la actividad productiva, y regula el espacio privado sin considerar el espacio público", explicó a La Nación el ministro de Desarrollo Urbano y Transporte, Franco Moccia, que encabeza el proceso de reforma.
El código actual además promovió medianeras expuestas y esquinas con diferentes alturas, así como la proliferación de torres. Como puntos destacados, el nuevo código en estudio elimina el uso del factor de ocupación total (FOT) y las tangentes como parámetros de qué se puede y qué no se puede construir. Los reemplaza por tipos de construcción según su volumen, al tiempo que plantea la graduación de mixtura de usos en toda la Capital, a diferencia de las antiguas zonificaciones. Esto significa que dejarán de existir las zonas residenciales o industriales exclusivas: la idea es que convivan.
Respecto de las alturas de las edificaciones, la intención es homogeneizarlas. "Eso no significa que todo será torre. Quiere decir que dejará de haber lugares, como las esquinas, en donde los terrenos no pueden alcanzar determinada cantidad de pisos, sólo por los cálculos matemáticos. Las alturas serán fijas y la resolución debe ser morfológica", agregó Moccia.
La preocupación de algunos vecinos es que todo se construya en altura al pretender obtener manzanas más uniformes. En el gobierno porteño aseguran que eso no sucederá. Las avenidas mantendrán los límites de altura que tienen hoy e, incluso, se trabajará en la densidad poblacional, también relacionada con los medios de transporte y las vías de acceso.
"Nuestra propuesta plantea un desarrollo urbano consciente a partir de la identificación y la creación de unidades sustentables, que se desarrollarán entre avenidas o calles transitadas. Se redirigirá la circulación vehicular hacia las avenidas, se priorizarán la movilidad peatonal y la creación de nuevos espacios verdes", indicó a La Nación Carlos Colombo, subsecretario de Planeamiento.
Gabriela Massuh , miembro de la ONG Observatorio del Derecho a la Ciudad, teme que esta modificación de la normativa sirva para legalizar una situación que ellos creen irregular: "Durante el gobierno de Mauricio Macri se concesionaron 200 hectáreas, mientras que ahora son 400 hectáreas las que están en juego y serán parte de un gigantesco proyecto inmobiliario: la autopista ribereña, el Mercado Dorrego, el Tiro Federal, el Caballito Shopping, el Campo de Polo. La mayoría implica torres gigantescas que no atienden necesidades de vivienda ni de espacios verdes", consideró a La Nación.
El Gobierno de la Ciudad descarta que sea así. Los cálculos oficiales indican que están construidas dos terceras partes de la Capital. "Buenos Aires no tiene espacios disponibles. Es una metrópoli construida. El tercio que queda por construir se va a hacer, pero de otro modo. Desde 2003 se suman anualmente 2.000.000 de metros cuadrados, pero gran parte quedó sin habitar. Ha servido como inversión, pero no resulta atractivo para que la gente se venga a vivir. Eso tiene que cambiar y hacerla más sustentable", sostuvo Moccia.
Massuh insiste en que "hay varios puntos no legales y violaciones del Código de Planeamiento que se acentuaron en los últimos tiempos, como no respetar el máximo permitido para construcciones nuevas o la falta de participación ciudadana en cuestiones clave".
Respecto de la participación, la reforma se analiza en varios frentes: el Consejo del Plan Urbano Ambiental (Copua), la Sociedad Central de Arquitectos, el Foro de Desarrollo Urbano, y luego llegará a la Legislatura porteña.
"Es una buena iniciativa. Es un código que ha ido teniendo modificaciones y adaptaciones parciales, que amerita tener una actualización más profunda. Se está utilizando el Plan Urbano Ambiental (PUA, ley 2930) como plan de base, que es el que orienta los lineamientos", explicó a La Nación Graciela Brandariz, presidenta de la Comisión de Planeamiento y Ambiente de la Sociedad Central de Arquitectos.
Y agregó: "Ese plan urbano establecía la elaboración de un mapa modelo territorial, ya que se había aprobado sin planos mapa. Ahora se están plasmando los criterios de ese plan con información actualizada en el terreno de la ciudad de Buenos Aires en relación con el área metropolitana".
Según señaló, en líneas generales se mantendrá la estructura del PUA que se viene manejando desde hace muchos años, a la que falta complementar con nuevos paradigmas como son los temas ambientales y metropolitanos, más espacios público y verdes, y terrazas naturadas; la naturaleza antrópica aporta condiciones ambientales que se ven deterioradas con el crecimiento de la urbe.
Emiliano Espasandin, arquitecto y urbanista, también está de acuerdo en que se discuta una nueva norma; sin embargo, cree que debe hacerse respetando la esencia de Buenos Aires, "Me parece que hay que tener cierto cuidado con palabras como homogeneizar. Una cosa es el área central, donde hay una estructura edilicia más uniforme, y otra muy distinta son los barrios. La ciudad tiene la característica de contar con distintos espacios, alturas y lugares peatonales", opinó a La Nación.
Para Espasandin, un eje central es que no se pierda la escala peatonal, "precisamente, el resultado del código vigente provocó que casi todos los proyectos nuevos acaben con esa relación, niegan el espacio peatonal. Un ejemplo son las torres y otro, los lugares en donde se cambia por ejemplo el uso, como en algunos distritos donde lo que era galpón pasa a ser oficina, pero para el barrio y para el vecino no cambió nada."
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