- Opinion
- 18.09.2016
10 AÑOS SIN JORGE JULIO LÓPEZ
Cuando la Metropolitana metió la cola
En la causa López hubo un sinfín de pistas falsas. Una de ellas fue aportada por la Policía Metropolitana. ¿El objetivo? Que se allanara un local vinculado a La Cámpora.
"Desde que se publicó la recompensa por información sobre la desaparición de López, ya habían pasado un sinnúmero de personas con las historias más alocadas y se habían acumulado toneladas de pistas falsas".
Corría el año 2013 cuando los agentes de la Metropolitana hicieron su aparición en la muy maltratada investigación por la desaparición de López el 18 de septiembre de 2006, luego de que declarara en el juicio contra Miguel Etchecolatz. ¿Qué tenían que hacer los policías porteños en esa causa? Ofrecieron un testigo de identidad reservada que decía tener información clave para el caso. Desde que se publicó la recompensa por información sobre la desaparición de López, ya habían pasado un sinnúmero de personas con las historias más alocadas y se habían acumulado toneladas de pistas falsas.
"La acción de la Metropolitana no buscaba direccionar la investigación hacia cualquier lado, sino hacia un local que supuestamente estaba asociado a La Cámpora, aunque la agrupación kirchnerista aclaró que no tenían relación con el sitio o su ocupante".
Pero esta tenía un condimento especial: la acción de la Metropolitana no buscaba direccionar la investigación hacia cualquier lado, sino hacia un local que supuestamente estaba asociado a La Cámpora. Los investigadores pronto descubrieron una nota publicada en el diario El Sol de Quilmes que le sumaba extrañeza a la situación: describía la llegada de una comitiva de funcionarios municipales a ese lugar, que había estado abandonado luego de que dejara de funcionar la aceitera y de un intento fallido de hacer un outlet de compras. Según esta nota, el lugar fue luego ocupado por una persona que decía pertenecer a La Cámpora, pero en la agrupación kirchnerista se habían ocupado de aclarar que no tenían relación ni con el sitio ni con su ocupante. Formó allí un centro cultural llamado “Que Florezcan mil flores”. El lugar estaba lleno de pintadas alusivas a La Cámpora, pese a que nunca lo utilizó. Una jueza lo puso en custodia de los funcionarios municipales, quienes allanaron el lugar con gendarmería y encontraron un león adulto encadenado, alimentado y que –según la crónica- respondía al nombre de “Martín”. Además, había dos caballos, autopartes, dos vehículos desguazados, camiones, una camioneta Land Rover con pedido de secuestro en Chivilcoy del 23 de marzo de 2013 y otra Chevrolet último modelo. Cuando la abogada Guadalupe Godoy, que representa a la querella de los organismos de derechos humanos de La Plata, descubrió que ya existía un allanamiento previo, se lo informó al fiscal Marcelo Molina. Los investigadores del caso no tardaron en imaginar cuál era el titular que buscaba en los diarios la Policía Metropolitana con esa incursión en la causa López: “Se investiga a La Cámpora por la desaparición del albañil”. Poco serio.
"Los investigadores del caso no tardaron en imaginar cuál era el titular que buscaba en los diarios la Policía Metropolitana con esa incursión en la causa López: “Se investiga a La Cámpora por la desaparición del albañil”. Poco serio".
La semana pasada, el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, anunció la intención del Gobierno de Macri de presentarse como querellante en la causa López. Es deseable que no sea para proponer medidas de este tipo, cuando todavía siguen sin profundizarse las líneas centrales de la causa que conducen al entorno de Etchecolatz, a los policías que López mencionó en su declaración y a un grupo de penitenciarios bonaerenses. Un resumen de estas líneas centrales se puede encontrar en un especial de Infojus Noticias, un medio que el macrismo resolvió cerrar y despedir a todos sus periodistas. En ese informe están resumidos los principales sospechosos en la causa y cuál es la relación que tienen entre sí.
"Los policías de la Metropolitana no fueron los más originales. En la causa hubo una enorme cantidad de pistas disparatadas: videntes, pendulistas y todo tipo de personas con relatos inverosímiles que no llevaban a ningún lado".
Hay que decir, no obstante, que los policías de la Metropolitana no fueron los más originales. En la causa hubo una enorme cantidad de pistas disparatadas. La Bonaerense, que tuvo a su cargo la causa durante el primer año y medio, se ocupó de sembrar varias de ellas. También hubo pase de facturas e intentos de venganza entre sectores de la policía, que buscaban incriminar a otros. Otras llegaron por efecto de la recompensa que se ofrecía: videntes, pendulistas y todo tipo de personas con relatos inverosímiles se fueron acumulando con denuncias y datos que no llevaban a ningún lado. Algunos ejemplos: un mentalista llevó a los policías bonaerenses a recorrer varios campos, temblaba y decía que se estaban acercando. Tras varias horas de dar vueltas, los oficiales resolvieron “prescindir de sus servicios”. Otro hombre les aseguró que su hermana, que vive en Perú, por las noches se convierte en águila y vuela por la provincia de Buenos Aires. Y que en uno de esos vuelos lo vio a López en un descampado. Créase o no, los policías fueron hasta ese descampado con personal de tres comisarías. En Posadas, había una negociación para comprar una propiedad y uno de los interesados hizo una llamada anónima para que allanaran el predio. Se descubrió que era la esposa del eventual comprador y que quería que le bajaran el precio. Un hombre vinculado a los servicios contó en la causa otra historia de ciencia ficción: relató cómo había llegado a una quinta y, escabulléndose entre los arbustos, había visto a López entre hombres de trajes con armas largas. A eso le seguía una persecución en auto a gran velocidad. Para sacarse la duda, la SIDE consiguió que esa quinta fuera allanada en otra causa y no se halló nada, por supuesto.
"Mientras se gastaba tiempo y recursos en estas pistas, no se avanzaba en las que conducían a los represores".
Mientras se gastaba tiempo y recursos en estas pistas, no se avanzaba en las que conducían a los represores. Se denegaron allanamientos a sitios clave, como el lugar donde lo vieron por última vez a López, en donde vivía una policía bonaerense en actividad que aparecía en la agenda de Etchecolatz. En diez años, nunca se completó el entrecruzamiento telefónico entre los sospechosos y los celulares que se activaron en la zona en la que desapareció López. La desaparición de un sobreviviente de la dictadura por segunda vez –un caso único en nuestro país- merece mayor seriedad y menos operaciones orquestadas por las fuerzas de seguridad.
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