- Opinion
- 05.10.2016
OPINIÓN
La crónica de la semana (de pobreza 0 a pobreza 100)
Al presentar las nuevas estadísticas del INDEC, según las cuales 112,2% de la población estaría por debajo de la línea de pobreza, el presidente Mauricio Macri se comprometió a reducir ese índice al menos hasta el 100%.
Al presentar las nuevas estadísticas del INDEC, según las cuales 112,2% de la población estaría por debajo de la línea de pobreza (y eso, sin proyectar indecisos), el presidente Mauricio Macri se comprometió a reducir ese índice al menos hasta el 100%, “de acá al 2020”, lanzando así un nuevo y ambicioso proyecto: Pobreza 100. Ocurre que así como los desempleados estaban ocultos detrás del empleo y la recesión detrás del crecimiento, los pobres estaban escondidos detrás del consumo desbocado y los subsidios insostenibles. En el mismo acto, el presidente explicó que sólo aceptará que se juzgue su gestión a partir de ahora. Lo entendemos, ¿quién querría hacerse cargo de estos primeros meses de gobierno?
Al parecer, los kirchneristas no sólo mintieron sobre las estadísticas de la pobreza sino también sobre las del crecimiento, pero, asombrosamente, lo habrían hecho hacia abajo: ocultaron que el país creció mucho más de lo que dijeron para poder llevarse un PBI, o incluso dos, y ocultarlo en bolsos, monasterios y dragones.
Inspirado por la revolución de la alegría, el periodista Mariano Obarrio propuso que vuelva el servicio militar obligatorio que tantas alegrías generó, siempre y cuando uno tomara la precaución de no ser homosexual, negro o judío. En todo caso, creemos que la necesaria discusión por la vuelta de la colimba no debe posponer el debate urgente por la vuelta del yanaconazgo.
Por su parte, el ineludible Alejandro Rozitchner, incansable activista de la alegría oficialista, dio su visión sobre la larga noche kirchnerista: “la sociedad recibía inyecciones de plata de manera insostenible”. Creemos que estas siniestras inyecciones podrían estar detrás del genocidio social que denunció Margarita Stolbizer. El fiscal Marijuan debería investigar o al menos empezar a excavar.
Esta semana también supimos, gracias al ministro Alfonso Prat Gay, que “cada gremio sabrá hasta dónde arriesgar empleos a cambio de salarios”. Los asalariados pasaron del miedo a pagar Ganancias a tener que elegir entre ganar menos o simplemente dejar de ganar. Eso nos hizo recordar cuando el presidente de FIAT Cristiano Rattazzi se quejaba porque los sueldos subían y el dirigente del PO Néstor Pitrola denunciaba que bajaban, pero ambos acordaban en lo esencial: CFK era lo peor.
Esta fue otra semana de algarabía mediática hacia el oficialismo y de nuevas denuncias hacia el gobierno anterior. Ocurre que bajo la implacable censura K, los medios sólo podían tratar a CFK de chorra, asesina o bipolar mientras que hoy pueden elogiar a Macri sin miedo. Como explicó el jefe de gabinete Marcos Peña al eliminar la Ley de Medios en su primer acto de gobierno: “Hoy se termina la guerra del Estado contra el periodismo”. El Estado capituló.
Por estos días también pudimos leer que el gobierno festejará con bombos y platillos si en diciembre logra llegar a la misma inflación que le dejó el ministro oriundo del marxismo Axel Kicillof; es decir, esa inflación que el año pasado nos llevaba hacia el abismo sería este año sinónimo de seriedad y control de las variables macroeconómicas. Vendrá acompañada de más más pobreza, más deuda, más desempleo y más déficit, es cierto, pero también de más diálogo y coso, y eso es lo que importa. Además, como explicó el ministro Prat Gay, “¿en qué libro de texto dice que hay que bajar el déficit en una recesión?”. El déficit era nuestro mayor problema, incluso para Prat Gay, pero eso era hace mucho, como 9 meses. Nuestra realidad es trepidante.
Para coronar la semana, Margarita Barrientos exigió terminar con “los planes” ya que destruirían la cultura del trabajo. Más allá de que ya casi no existen por haber sido reemplazados por la AUH, no podemos negar que así como estatizar el pasivo de una empresa es "inyectar liquidez en el sistema", otorgar un plan social es "destruir la cultura del trabajo”. Ocurre que un rico, aunque reciba una enorme cantidad de recursos públicos, nunca pierde la cultura del trabajo, mientras que un pobre la pierde con una AUH. No olvidemos que la Argentina era ese país extraño en el que con un trabajo no alcanzaba para vivir pero con un plan alcanzaba para no trabajar.
Todo lo que quieran, pero ya no le tenemos miedo al censista.
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