- Opinion
- 29.10.2017
MACRISMO ETERNO
16 años amarillos
Con el resultado de las elecciones de medio término, Horacio Rodríguez Larreta tiene todas las fichas para reelegir. Sin una oposición que encuentre el camino, el macrismo puede llegar a gobernar hasta dos décadas la Ciudad. El cisne negro que podría volar.
La campaña del candidato kirchnerista, que buscaba polarizar con el macrismo, tomó el eslogan “Filmus o Carrió”. Si se observa el resultado general de la Ciudad de Buenos Aires, fue Carrió. Y por una diferencia de 29,19 puntos. Si se observa el voto por comunas –el oficialismo ganó en todas- las principales diferencias se dan en la comuna 2 (55 puntos de diferencia), comuna 14 (46,75 puntos), comuna 13 (47,29 puntos de distancia). Incluso en las que más acortaba las distancias Filmus, como las del sur (comuna 4) había 14 puntos de diferencia. Solo en el oeste (comuna 8), en Lugano, la diferencia era de menos de dos dígitos: 9 puntos.
No vamos a decir “segura”, porque seguro en este país no hay nada, pero es posible afirmar que es muy probable que si el panorama porteño no se modifica, Larreta consiga su segundo mandato.
En un escenario así, el kirchnerismo, retiene un piso de votos históricos en la Ciudad (obtuvo 416 mil votos; una cifra en el medio entre los 409 mil votos de Filmus en 2007 y los 495 mil votos de 2011), pero está a años luz de derrotar al macrismo en una elección a jefe de Gobierno. La brecha fue de medio millón de personas. Si no hay una construcción diferente a las que hubo hasta ahora, el macrismo tiene asegurado 16 años, con un segundo mandato de Larreta. Que fácilmente pueden ser 20 años, si después se presenta Diego Santilli o si reincide Gabriela Michetti (aunque ya quedó claro en la interna de 2015 que Mauricio Macri no le confía la Ciudad). Tienen votos. Tienen candidatos alternativos para la sucesión. Y tienen una mayoría parlamentaria como nunca existió desde la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires.
“Somos imparables”, dijo María Eugenia Vidal desde el escenario del Costa Salguero. “Imparables”, repitió Macri. Claro que se olvidaron de los tres puntos de diferencia que tuvieron en el último ballotage porteño con Martín Lousteau. En el macrismo, lo dan por enterrado con el 11 por ciento que sacó en esta elección: son 236 mil votos. En 2015, Lousteau había conseguido en la primera vuelta 465 mil votos. Incluso en las PASO de este año había obtenido 246 votos, 10 mil más que ahora (no fue, de todas formas, la sangría brutal de votos que imaginaban en el macrismo). En el PRO están haciendo tronar el escarmiento por la decisión de Lousteau de abandonar la embajada de Washington y competirles: ya le echaron a uno de sus hombres, Federico Saravia, que ocupaba la presidencia del Consejo Económico y Social. Y abrieron una disputa judicial por la conducción de la UCR porteña, la base de sustento del diputado de Evolución.
En este escenario, no parece haber hoy un adversario que los preocupe. No hay nada que pueda derrotar al macrismo. Excepto una cosa: existe un posible cisne negro, que todavía no desplegó sus alas. Desde la llegada de Macri en 2007 en adelante, el PRO usufructuó el descontento de los porteños con el Gobierno nacional kirchnerista. La diferenciación del Gobierno nacional los empujó a superar sus propias marcas de votos en la reelección de Macri (no así en la elección de Larreta, en la que casi se frustra el proyecto presidencial). Pero ahora el Gobierno nacional son ellos. Si los porteños empiezan a mostrarse descontentos con las medidas que toma Macri, pueden pasarle factura, entre otras cosas, con un cambio de signo en la jefatura de Gobierno. E incluso allí una figura como Lousteau podría regresar para producirles una pesadilla. Está claro que hoy ese escenario no se avisora. Y es probable que tampoco se de en dos años. Aunque, en este país, dos años es mucho tiempo.
Si no hay una construcción diferente a las que hubo hasta ahora, el macrismo tiene asegurado 16 años, con un segundo mandato de Larreta. Que fácilmente pueden ser 20 años.
La elección del domingo pasado dejó algunos otros datos para observar: uno de ellos es la buena elección que hizo el FIT: sacó 6,87 por ciento en la lista de legisladores que encabezaba Myriam Bregman. Uno no puede dejar de hacer la siguiente suma: si hubiera existido voluntad de unírseles de parte de Luis Zamora, en total hubieran sacado un porcentaje superior al 10 por ciento y se hubieran asegurado un diputado (Marcelo Ramal tenía la intención de pelear ese cargo en el escrutinio definitivo).
A Sergio Massa, en tanto, le sigue costando hacer pie en la Ciudad de Buenos Aires, aunque Matías Tombolini claramente demostró ser mejor candidato que su antecesor, Guillermo Nielsen, que no logró ni siquiera superar el piso de las PASO en 2015. Ahora obtuvieron un 4,88 por ciento, que los ubicó en un lejano quinto lugar, detrás de la izquierda. El hecho de que no pudieron cerrar un acuerdo con Lousteau claramente no los benefició, aunque también puede haberle hecho perder algunos votos a él.
Una última cosa que dejó esta elección: se comentó -aunque poco- el festejo con baile y música a todo lo que da del presidente, la gobernadora y el jefe de Gobierno a horas nada más de que se conociera que Santiago Maldonado había aparecido muerto. Los mandatarios no tuvieron, en ese punto, el menor prurito para mostrarse felices y bailando cuando una parte importante de la sociedad (y no solo la familia de Maldonado) estaba pasando por un momento de honda tristeza. Lo que no se dijo: eligieron hacerlo, además, en el lugar donde murieron cinco jóvenes en la fiesta electrónica Time Warp, por la que se puso en evidencia las múltiples conexiones entre los macristas y la concesionaria del Costa Salguero, que paga un canon irrisorio por utilizar el lugar. Por las irregularidades en la cantidad de personas que podían ingresar a esa fiesta, debieron echar a uno de los funcionarios de la Agencia Gubernamental de Control. No obstante, parecen pensar que está todo olvidado y que los votos así se lo confirman.
COMENTARIOS