OPINIÓN

Educar para el ajuste

¿Se puede educar todo a todos? Es improbable, pero se puede elegir educar en y para el ajuste, y esto también tiene consecuencias.

Matias Segreti

En el año 1657 se publicó el libro "Didáctica Magna", escrito por Jan Amos Comenius. Este texto es un hecho fundante de la pedagogía moderna. La pretensión de este pedagogo era la posibilidad utópica de "enseñar todo a todos". Muchos siglos después de la aparición de este libro, los educadores críticos nos enseñaron que "educar todo a todos" es una tarea imposible, y que siempre existe una finalidad política en la selección de lo que se pretende enseñar, en los métodos, e incluso en los dispositivos que se utilizan.

La escuela es sin duda la principal institución que tiene como función social la transmisión y construcción de conocimiento. Y probablemente, junto a las universidades, sean de los pocos lugares en los que se construyen miradas críticas y que la sociedad democrática legitima.

Pero además de la escuela, también educa la televisión, educan los periodistas y la clase política, educan las personalidades del espectáculo y las familias. Cada uno con responsabilidades distintas, intencionalidades políticas heterogéneas y con capacidad de difusión variada.

A partir de los anuncios del presidente de la república, en la que solicita al pueblo argentino la comprensión y el acompañamiento en la tarea para el cambio, podemos hacer un análisis sobre las pretensiones pedagógicas que asume el Gobierno. En principio asumir que los discursos presidenciales de esta época, apuestan a un triunfalismo a futuro, que tiende a conjugar emociones con diagnósticos construidos alrededor de la imagen de corrupción de la anterior gestión. La pregunta es ¿se puede educar para ser ajustado? Sí, es posible.

Recordemos al diputado electo por la provincia de Buenos Aires, Esteban Bullrich diciendo ante empresarios argentinos que "el problema es que nosotros tenemos que educar a los niños y niñas del sistema educativo argentino para que hagan dos cosas: O sean los que crean esos empleos (…) o crear argentinos que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla". En ambos casos, tanto para el generador de empleo o para el que ocupará un puesto de trabajo, plantea una sociedad feliz, aún conviviendo en la inestabilidad social, económica y afectiva que genera el desempleo.

La segunda cuestión es la argumentativa. El principio educador de la argumentación para explicar la realidad existe desde la fundación de las primeras sociedades. El presidente Macri ha dicho en la presentación de "consensos básicos" que “durante muchos años los argentinos vivimos en la lógica autocomplaciente del fracaso”, que  “no podemos pedirle a nuestros empresas que generen empleo si no cuentan con condiciones para hacerlo”, que “no puede ser que haya más de tres mil sindicatos en la Argentina y que sólo 600 firmen paritarias”.

Todas estas pautas argumentativas, en las que establece que el futuro es mejor de lo que sucedió durante los últimos 12 años, son necesarias para justificar una serie de medidas que van en línea con el ajuste en el gasto social, y en el arrinconamiento a las organizaciones sindicales que plantean una resistencia a estos "consensos básicos" que nunca se consensuaron. O en palabras del propio presidente: “tenemos que trazar una línea de austeridad para lo que viene”.

En tercer lugar, el éxito de esta acción educativa emprendida por el gobierno, reside en otro mecanismo arcaico, pero efectivo, de la pedagogía: la repetición. El discurso del presidente, que se repite y profundiza por los principales funcionarios del gobierno, y que se multiplica de manera impudorosa por cientos de periodistas que ocupan los horarios y las agencias de mayor audiencia, contribuyen al éxito educativo del ajuste.

Hoy este relato es hegemónico pero se encuentra en disputa. Algunas expresiones marcan y construyen otros sentidos, a veces de manera más condensada por referentes sociales y políticos, otras veces de manera más fragmentada pero igualmente consistente.

Las explicaciones sesgadas y arbitrarias tienen límites. La ciudadanía, los constructores de conocimiento crítico, maestros y maestras, y otros actores políticos pueden rebatir teorías, discursos y fundamentos, si la realidad no coincide con los argumentos y explicaciones de aquellos que concentran el poder, eligiendo no legitimar su proyecto socioeconómico o construyendo otras formas de reacción.

¿Se puede educar todo a todos? Es improbable, pero se puede elegir educar en y para el ajuste, y esto también tiene consecuencias.

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