- Opinion
- 11.02.2018
La Policía de la Ciudad en modo Terminator
70 balas
El jefe de Gobierno se dejó arrastrar no solo a la doctrina Chocobar, sino que tiene a su policía disparando a mansalva entre población civil en una zona densamente poblada y no hace un replanteo de la estrategia.
No fue suficiente con salir a bancar a un policía que había fusilado por la espalda a un asaltante, cosa que quedó clara para cualquiera que haya visto los videos del hecho. Tampoco alcanzó con pasar de una sana reticencia inicial a la represión las manifestaciones a la brutalidad policial que vimos en diciembre, pero más ampliamente en todo 2017. Ni tampoco bastó con salir en un reportaje a pedir que cambien la ley para poder detener más fácilmente a manifestantes sin mayores evidencias. El jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, parece haber sido arrasado de su posición inicial y acabó adoptando completamente la que sostiene Patricia Bullrich. La prueba es que la Policía de la Ciudad, que fue creada originalmente para ser una policía de proximidad, terminó la semana pasada con una balacera en plena zona de tribunales donde no hubo muertos entre los transeúntes de casualidad.
En esta columna hemos trazado en detalle la parábola que hizo Larreta, a partir de sus internas con Bullrich: comenzó por cuidarse de no entrar en el mandato de desalojar piquetes a los cinco minutos y terminó finalmente reprimiendo salvajemente. También contamos que esa posición más razonable de Larreta no partía de una ideología diferente sino del principio de supervivencia política que lo llevaba a pensar al jefe de Gobierno en el destino que tuvieron algunos gobernantes cuyas policías mataron personas en contextos de manifestaciones públicas. No era, entonces, que Larreta tenía más consideración que Bullrich por los derechos de los manifestantes: es que valora más su propia ambición de llegar a la presidencia y no quiere terminar con una carrera política trunca. No nos equivocamos en esto.
Pero esa interna Larreta-Bullrich se terminó de resolver con la creación de la Policía de la Ciudad y cuando el presidente Mauricio Macri intervino para exigirle públicamente al jefe de Gobierno que comenzara a reprimir de una buena vez. Otras cosas pasaron en el medio: los casos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel mostraron muertes en las que participaron las fuerzas federales ) por acción u omisión) no generaron la misma conmoción social que, por ejemplo, el asesinato de Kosteki y Santillán. Hay una sociedad que vuelve a mirar para otro lado, y el oficialismo lo sabe (y lo promueve).
Larreta terminó por ceder ante el mandato de reprimir manifestaciones (y vaya que cedió: lo saben los cuerpos de las mujeres cazadas por la policía el 8M, los de los manifestantes por Maldonado que sufrieron la prisión en base a hechos fraguados y también los que fueron brutalmente reprimidos en la segunda de las jornadas de diciembre, entre otros muchos casos). Al ceder esta posición, Larreta parece haber abandonado cualquier matiz previo. Si no, no se explica qué hacía el jefe de Gobierno –hábil para esquivar las polémicas nacionales y mantener el perfil bajo cuando le conviene- defendiendo a un policía fusilador sobre el cual no quedan muchas dudas después de ver los videos. (Paréntesis: ni Macri, ni Larreta problematizaron cuál es el entrenamiento que tienen las policías locales, como la de Avellaneda, a la que pertenece Luis Chocobar. Una nota interesante de la revista Crisis ahonda en este aspecto y muestra la falta de preparación que tienen su agentes, lo que no los privó de ir adquiriendo las peores costumbres).
Todo este aval al gatillo fácil por parte de las autoridades políticas representa un peligro cierto para la sociedad, como advertimos la semana pasada. Pero si hacía falta una prueba más de esto, la dio la Policía de la Ciudad al disparar 70 balas en plena zona de Tribunales, un área de la ciudad densamente transitada.
Repasemos rápidamente los hechos para que quede claro cómo se comportaron los policías: un grupo de asaltantes (con armas de fuego, a diferencia del que mató Chocobar) salían de una joyería cuando se inició un tiroteo con un policía, al que se sumaron una decena de sus compañeros que protagonizaron escenas propias de una película de Tarantino, si no fuera porque era el microcentro y deberían haber reparado en el daño que le podían causar a las miles de personas que pasaban por ahí. Primero persiguieron a una camioneta negra por Libertad, que chocó contra un auto en plena balacera. Los asaltantes huyeron a pie. En ese momento recibieron disparos un secretario de un juzgado y una jueza laboral, quien terminó con un balazo en cada pierna. La gente huía despavorida y se refugiaba en los locales y en los teatros para no morir. Los asaltantes robaron otro auto y se escaparon. Sí, se escaparon: el resultado, además de los heridos, fue que ni siquiera pudieron detener a los ladrones de joyas.
Eso sí, recuperaron el botín. La sacrosanta propiedad privada sigue incólume y por encima del derecho a la vida. El comportamiento de Far West de los policías no solo no fue cuestionado por el poder político, sino que fue respaldado por el ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo. “La policía es el brazo de la ley que hace que se respete”, dijo posteriormente a la balacera. “Lo que sí hemos detectado es que la mayor presencia en la calle de la Policía de la Ciudad hace que haya más
enfrentamientos con los delincuentes, cuando antes hubiésemos hablado de que se robaron una joyería y se escaparon". consideró. No hubo una palabra sobre los heridos (entre ellos, una jueza laboral) ni mucho menos sobre el peligro real de que hubiera muertos al decidir tirotearse en plena zona de Tribunales y por la avenida Corrientes. El jefe de Gobierno parece haber
abandonado toda resistencia a la lógica que consiguió imponerle Patricia Bullrich: primero disparar, después hacer preguntas. Los resultados los estamos viendo. Quizás lo mejor para los civiles será invertir en chalecos antibalas.
Coda: Debie
Débora Pérez Volpin comenzó su militancia en Franja Morada en el Colegio Nacional de Buenos Aires a fines de los ochenta. Luego trabajó un tiempo allí, y formó un Departamento de Bienestar Estudiantil (DEBIE, como su apodo), en sintonía con las autoridades del secundario de ese momento. Más tarde, consiguió iniciar su carrera televisiva que la llevaría a ser una de las figuras de Canal 13. A los 50 años, con una posición consolidada en la televisión, decidió cambiar su vida y dedicarse a la política de la mano de Martín Lousteau. Se empezó a preparar para, eventualmente, ser su ministra de Educación porteña. Cálida, amable, en su primera campaña recorrió medios afines y hostiles, algo poco común en esta época. En las conversaciones que tuvimos, hablamos de cómo romper la polarización entre kirchnerismo y antikirchnerismo. Esta es la última entrevista que le hice para Nueva Ciudad, poco antes de que asumiera como legisladora porteña. Valgan estas palabras como una pequeña elegía por su muerte prematura. Espero que su familia encuentre tanto verdad como Justicia en torno a lo que tendría que haber sido un simple estudio médico.
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