- Opinion
- 04.11.2018
CÓDIGO ELECTORAL PORTEÑO
El voto electrónico resiste en la Ciudad
Larreta consiguió aprobar una nueva ley que le permite unificar las elecciones con las nacionales, pese a la resistencia de Lousteau. La Ciudad continuará con el voto electrónico luego de todas las razones en contra que se escucharon y pese a que las elecciones nacionales no lo tendrán.
La Ciudad de Buenos Aires tiene desde hace poco más de una semana, por primera vez, un Código electoral completo. Hasta ahora se regía por una ley que le impedía al jefe de Gobierno juntar las elecciones porteñas con las nacionales. Esto fue lo primero que cambió, no tanto por un interés de Horacio Rodríguez Larreta, sino de Mauricio Macri. Fue sintomático que el principal bloque que se opuso a este cambio fue el de Martín Lousteau, mientras que el kirchnerismo votó la norma. El punto más conflictivo, no obstante, no es éste, sino la legitimación del voto electrónico, que ya venía siendo usado en la Ciudad con un eufemismo que les había impedido que pasara por la Legislatura. Es llamativo que se mantenga en el distrito porteño algo que no se aprobó a nivel nacional a raíz de la enorme resistencia que encontró por parte de especialistas, universidades y el mismo CONICET. Menos aún se entiende esto si se unifican las elecciones. ¿Se usarán dos sistemas de votación distintos? Si llega a ser así, solo se explica por el negocio que hay detrás.
Empecemos por las partes menos controvertidas de lo que se votó en la Legislatura por amplia mayoría (49 votos sobre 60): se aprobó la paridad de género en las listas de legisladores, se posibilitó a que los extranjeros que habitan la Ciudad puedan votar (el kirchnerismo impulsó su incorporación directa al padrón, pero el PRO impuso que tengan que empadronarse previamente), y se sumaron algunos controles a la elección. Lo cierto es que buena parte de lo votado se empezará a pensar para 2021, para 2019 lo primero que rige es la posibilidad de Larreta de unificar las elecciones con las nacionales, y aquí viene la primera disputa que se jugó en la Legislatura porteña hace poco más de una semana.
Se sabe que Lousteau estuvo a punto de ganarle a Larreta en 2015 y también que luego, entre las decisiones que él tomó y el trabajo del PRO para limarlo, perdió la mitad de los votos en 2017, lo que no quiere decir que no pueda recuperarlos. Con Evolución reducida a más que nada la UCR, los radicales sellaron un pacto con el macrismo y crearon Cambiemos porteño. El objetivo principal es lograr lo que no pudieron en 2017: que Lousteau pueda participar de una interna que, en 2019, todo indica que será con Larreta (hubo versiones de que el ex embajador de Washington podría lanzarse a la presidencia, pero hasta ahora se lo ve más entusiasmado con la Ciudad).
No obstante, en ese escenario, donde los radicales porteños buscan hacerse con la jefatura de Gobierno, una elección unificada es una mala noticia. Sucede que Macri planea adosar a su boleta a las dos listas, la de Larreta y la de Lousteau, para que ambas le sumen votos. Pero es evidente a qué candidato apoyará. Malas noticias para el ex ministro de Economía. Eso explica por qué su bloque fue uno de los pocos –junto con la izquierda- que se opusieron a la reforma electoral que le permite a Larreta unificar las elecciones. Es más: el legislador Juan Nosiglia presentó un proyecto que no solo impedía esto sino que le sacaba toda potestad de elección al jefe de Gobierno. Las elecciones, según ese proyecto, se hacían en junio y, si un Gobierno nacional decidía poner las nacionales en la misma fecha, se pasaban a octubre de modo que siempre hubieran estado separadas. Por supuesto, ese proyecto no tuvo futuro y Lousteau perdió esta contienda. Larreta, ahora más seguro de su victoria, se permitió decir en un reportaje que no tiene problema en competir con el líder de Evolución.
El segundo aspecto polémico del Código Electoral que votaron –y el más preocupante- es que habilitaron de forma explícita el voto electrónico. Hasta ahora, la Ciudad utilizaba esa tecnología pero usando un eufemismo –Boleta Única Electrónica- para no tener que votarlo en la Legislatura. Ahora tienen el aval legal para utilizarlo.
El voto electrónico tiene como principal virtud la velocidad del recuento (como periodista, por ejemplo, me resultó impresionante la velocidad del escrutinio en elecciones con voto electrónico que cubrí en Salta en la Ciudad de Buenos Aires), pero tiene una contra muy importante: la vulnerabilidad del sistema a posibles hackeos y la imposibilidad de ser auditado por un ciudadano común que no tenga conocimientos técnicos avanzados. Acá se juega una cuestión de sentido común: ¿qué es mejor? ¿Qué escrutinio se haga rápido o que se haga bien? Donde “bien” quiere decir sin posibilidad de fraudes u otras vulneraciones de la voluntad del electorado.
Es llamativo que los legisladores porteños no hayan tenido en cuenta todo el debate nacional que se dio con el voto electrónico y que terminó con su no aprobación en el Congreso. Ya sé: el Gobierno de Macri culpó de ese naufragio a los gobernadores peronistas. Pero no se puede obviar que los departamentos de informática de las universidades nacionales se pronunciaron de forma unánime contra esa tecnología.
También llama la atención que los legisladores no haya estudiado el informe del CONICET que recomienda no implementar esa tecnología “en el corto ni en el mediano plazo”. Ese trabajo –que fue requerido por el Ministerio del Interior, aunque luego lo quisieron desmentir- dice: "Existen resultados teóricos donde se demuestra la imposibilidad de satisfacer simultáneamente tres de los atributos requeridos para el sistema (secreto, auditabilidad e integridad) y esto genera un compromiso entre estos atributos, que se vuelve crítico durante la fase de emisión de voto si esta fase está mediada por una computadora".
La Boleta Única Electrónica tiene una intermediación digital porque el voto se registra en un chip, además de que se imprime con tinta en la boleta, y el voto digital es el que se usa para el conteo. En la ley que se aprobó se sumaron auditorías previas, durante la elección y posteriores (incluyendo una revisión del 5 por ciento de los votos con chequeo de lo que figura impreso), pero esto no despeja dudas sobre la posibilidad de vulnerar el voto.
Ni tampoco responde a una razón de fondo, que fue el motivo por el que en Alemania se eliminó el sistema de voto electrónico: la elección debe poder ser auditada por los ciudadanos comunes, sin mayores conocimientos que saber leer y escribir. Las elecciones con boletas comunes o bien con boleta única en papel permite esto. El voto electrónico no, por eso el máximo tribunal alemán lo consideró antidemocrático.
No hay argumentación por parte de los que votaron esto para la Ciudad que pueda superar esta cuestión. Y es todavía más raro que se elija este sistema cuando a nivel nacional no existe y se busca unificar las elecciones: ya ocurrió en un caso que Larreta debió suspender “por única vez” el voto electrónico para unir las elecciones porteñas con las nacionales. En 2019 es probable que ocurra lo mismo, salvo que quieran recurrir al disparate de usar dos sistemas de votos diferentes, con las implicancias que tendría en los costos de la elección. Y lo mismo vale para 2021 si se unifican en ese año las legislativas. La única posible explicación para esto es el negocio que representa para algunas empresas como Magic Software Argentina (MSA), que diseñan las máquinas. Es un negocio que, por ejemplo, en 2015 le implicó a la Ciudad una suma cercana a los 37,5 millones de dólares. ¿Vendrá por ahí el interés?
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