MEDIO AMBIENTE

Se realizó el primer paso para la conservación de la Reserva de la Ciudad Universitaria

La UBA culminó el informe que confirmó la riqueza en biodiversidad del lugar, con más de 800 especies, y propuso un plan de manejo. El Gobierno de la Ciudad promete empezar a trabajar en él.


La Universidad de Buenos Aires (UBA) realizó un informe para la consolidación de la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria-Costanera Norte (RECU-CN) que confirmó la riqueza en biodiversidad del lugar. Más de 800 especies animales y vegetales conviven, en distintas épocas del año, en este terreno de 23 hectáreas.
 
Docentes, investigadores y estudiantes de la UBA elaboraron una suerte de radiografía biológica del lugar. Sobre la base de datos recabados con anterioridad -tanto por aficionados como por expertos- y estudios de observación in situ, con trabajos de campo, se consolidó información valiosa para que la administración de este pulmón verde pueda empezar a concretarse, informa La Nación.
 
El año pasado, la UBA y el Gobierno porteño firmaron un convenio para avanzar con el plan de gestión de ese predio, de especial importancia para la conservación y la educación ambiental. Según el convenio, la Ciudad será la encargada de realizar tareas de mantenimiento y reacondicionamiento del predio, de proveer servicios de vigilancia y de guardaparques, y de la instalación de equipamiento. La UBA debía relevar los recursos biológicos existentes.
 
La flora de la RECU-CN, formalizada por ley en 2012, es nativa y no nativa casi en igual proporción; la primera se destaca en el humedal existente, mientras que la exótica aparece en ambientes terrestres. Las diez especies de vegetación con mayor frecuencia y cobertura del área son, en orden decreciente, ligustrina, ligustro, paraíso, carda, pasto de Guinea, tipa, duraznillo de agua, morera y sorgo de Alepo.
 
Este terreno natural, que por su ubicación es mayoritariamente visitado por la comunidad educativa de la UBA, se caracteriza por tener tres ambientes bien diferenciados según sus particulares características. Más cerca de los pabellones de la Ciudad Universitaria se destaca un importante humedal (que también se repite en un sector costero). La flora, característica del Delta del Paraná y de la ribera platense, tiene una vedette: los camalotes. Pero además de la vegetación, en el humedal se encuentran residuos sólidos flotando en el agua y depositados en el lecho. Estos provienen tanto de lo que llega por el río como de lo que es arrojado por los visitantes.
 
Un compacto bosque, de unas siete hectáreas, cruza la Reserva de un lado a otro. En general, las especies arbóreas no son nativas del lugar, pero aun así este espacio es el que más riqueza de aves tiene. Se trata de un bosque mixto: hay ligustro y paraíso, y secundariamente se hallan tipas y eucaliptos. También son abundantes las especies laurel, arce y ceibo.
 
A metros de la costa, la RECU-CN está más despejada; predominan los pastizales. Esta pradera rodea la superficie construida tiempo atrás, durante un primer intento para gestionar el lugar tendiente a crear un espacio para el disfrute y la conservación. A lo largo de cuatro hectáreas linderas al Río de la Plata, el hormigón, los hierros y la madera dan cuenta de las huellas del ser humano. Perduran un camino con forma de óvalo, escalinatas, gradas y hasta un muro de contención.
 
Uno de los mayores atractivos de la Reserva son las aves locales, con una considerable representación. Casi un cuarto de las que habitualmente viven en la Argentina pueden detectarse, según la época en este pulmón verde. Juan Carlos Reboreda, decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA, explicó a La Nación que este predio "es un punto intermedio para las aves que migran desde la zona del Delta".
 
Las características del humedal permiten la convivencia de aves nadadoras, zancudas, patos, gallaretas y garzas, entre otros. Se destaca la presencia de las tres especies de martines pescadores que residen en el país. A diferencia del reporte hecho una década atrás, 38 especies de aves ya no están dentro de la población de este espacio verde. "Esta pérdida se atribuye a los cambios provocados tanto por obras como desmonte y hormigoneo como por causas naturales (sedimentación y aumento de superficie vegetada en el humedal)", indica el relevamiento.
 
En cuanto a los reptiles, este grupo está representado principalmente por serpientes, en su mayoría culebras. También viven en la Reserva dos especies de lagartos (como el overo) y dos de tortugas acuáticas (la denominada "de laguna" es la más común).
 
Las ranas y los sapos forman parte del paisaje, al igual que 19 especies de peces de agua dulce (como bagres y viejas del agua) que viven tanto en la costa como en el humedal interno del predio. Y no escasean los distintos tipos de insectos, con una gran diversidad. Los grupos más importantes son mariposas, escarabajos, grillos y langostas. También hay chinches, moscas, mosquitos y libélulas, entre otros.
 
Finalmente, la mayor cantidad de especies de mamíferos corresponde a roedores, tanto terrestres como acuáticos (coipos, en general). "Es un espacio rico en biodiversidad, sobre todo si tenemos en cuenta que son solo 23 hectáreas y la Reserva Ecológica Costanera Sur, por ejemplo, son 350", explicó a La Nación Horacio Sirolli, doctor en Ciencias Biológicas, docente y uno de los coordinadores en la elaboración del informe. "Es un área natural que conserva su estado silvestre", resaltó.
 
"Presentamos el informe al Gobierno porteño y me contacté con autoridades de la Administración de Parques Nacionales (APN) para pedirles colaboración para elaborar el plan de gestión. La respuesta fue positiva", indicó el decano Reboreda. El relevamiento incluye propuestas para el futuro plan de manejo del predio.
 
Desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad dijeron a La Nación que se instalaron una garita y un portón de entrada en el acceso a la Reserva por el puente que cruza el humedal "para empezar a tener más control y seguridad" en el espacio. Agregaron que este mes, tras una licitación, comenzaron las obras de desmalezamiento en el predio. "A partir de mayo, nos comprometimos a empezar a trabajar con el plan de conservación que presentó la UBA", cerraron.
 
A principios de la década de 1960, el Estado nacional transfirió a la UBA el dominio de los terrenos de la Ciudad Universitaria con el objetivo de que se construyeran allí dependencias educativas. Al mismo tiempo, se estableció que una franja costera sería destinada a balneario público bajo jurisdicción, pero no así de dominio, del Gobierno porteño.
 
Las características del área despertaron interés por preservar la zona y su riqueza biológica. La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) propuso la creación de una Reserva, pero el proyecto tuvo idas y venidas. Se rubricaron acuerdos con otras instituciones de la UBA y se firmaron distintos convenios con la Ciudad. En tanto la burocracia corría entre distintos despachos, el espacio natural era intrusado y no había control sobre su estado ni sobre la degradación de su ecosistema.
 
En 2012, la ley 4467 creó la Reserva. En un plazo de tres meses, el Gobierno porteño debía convocar a las autoridades universitarias para firmar un convenio que estableciera las responsabilidades sobre el lugar en pos de su resguardo, pero eso no sucedió hasta mediados de 2018. El primer paso para concretar esta unidad de gestión asociada requería un relevamiento de la biodiversidad.
 
 


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