OPINIÓN

Negocio con la comida en los colegios

El Gobierno porteño concretó las restricciones a las becas alimentarias, mientras la oposición pide la gratuidad de los comedores. Un servicio privatizado donde, además, hay críticas a la calidad de la comida.

Werner Pertot


El Gobierno porteño concretó la semana pasada la restricción para aquellos que quieran acceder a becas alimentarias. Lo hizo poniendo más condiciones y dificultando el acceso a las becas a través de una inscripción on line. Quienes no hayan cumplido los pasos, de ahora en más tendrán que pagar. Es que el servicio de comedores en las escuelas es un negocio desde hace años: está en manos de empresas privadas, algunas que han tenido denuncias por serias deficiencias en lo que entregaban. Más allá de los casos más graves –escuelas en las que apareció virulana en la comida- hay un cuestionamiento a la calidad nutritiva del servicio que prestan estas empresas. Desde la Multisectorial por la Escuela Pública presentaron un proyecto en la Legislatura porteña para que el servicio de comedores sea gratuito,  universal y saludable, dado que se trata de un derecho.

El proyecto que pide la gratuidad fue presentado por una organización que reúne a centros de estudiantes, cooperadoras, gremios docentes y organizaciones sociales. La iniciativa es una respuesta a la restricción que vienen denunciando por parte del Ministerio de Educación porteño al acceso a las becas alimentarias. La decisión fue obligar a las familias a hacer un trámite suplementario, que incluía primero la inscripción on line para las becas, donde hay que seguir diez pasos y adjuntar documentación como recibos de sueldo, alquileres, remedios, certificados de enfermedades crónicas. A eso le sigue un segundo trámite presencial en centros comunales, donde hay que volver a llevar la misma documentación. Todo eso implica la posibilidad de acceder fácilmente a una computadora, a Internet, y tener el tiempo para ir al centro comunal, cuyos turnos –denunciaron desde el comienzo- ya estaban colapsados.  De hecho, una semana antes de que venciera el plazo ya no daban más turnos. Por supuesto, para las familias que no tienen acceso, implicó pagar unos 300 pesos en un locutorio para que les hicieran el trámite.

Tras completar todo este nuevo trámite, el Gobierno porteño definirá a quienes les da la beca de los que hayan llegado hasta ahí. La beca puede ser del cien o del cincuenta por ciento. Los que quieran continuar con el servicio y no hayan hecho el trámite, deberán comenzar a pagar 110 pesos por día a las empresas privadas, en plena crisis económica y con el aumento de la pobreza por encima del 30 por ciento. Era eso o “retirar al alumno para que almuerce en casa”, como informó cálidamente el Ministerio de Educación porteño. Según relató el titular de UTE-CTERA, Eduardo López, en una escuela de La Boca con 500 estudiantes, cien no habían logrado hacer el trámite. En otras comunas se suman relatos que van en el mismo sentido. Hubo directoras de escuela, que ante la desesperación de padres y madres, se ocuparon personalmente de hacer el trámite por cada chico.

El proyecto de la Multisectorial va en el sentido contrario del ajuste, que ya se viene aplicando sobre la cantidad y la calidad de las raciones que entrega. Además de plantear que la alimentación es un derecho y debería ser cubierta por el Estado de forma universal, indican que debe ser una “alimentación saludable, que incluya una cantidad equilibrada de macro y micro nutrientes”.

Una muy completa nota en MU, el períodico de La Vaca, da detalles de los cuestionamientos que hay a lo que se entrega hoy como menú en las escuelas, que comenzó con las críticas de la periodista Soledad Barruti, autora de los libros Malcomidos y Mala leche: aditivos, azúcar, harinas, leche rebajada con agua forman parte del combo que se entrega en las escuelas. La clave, viene señalando la periodista, sería cambiar los ultraprocesados que entregan hoy por comidas hechas en el momento, lo cual implica un cambio de concepción del sistema.

En verdad, los recortes comenzaron de la mano de un discurso de mejorar la calidad de la comida, con el programa “Chau Paneras” que lanzó Larreta. Se suponía que iba a ver menos harina y más frutas. Buenisimo. La realidad es que empeoraron y abarataron lo que dan de comer: metieron ultraprocesados como medallores prensados de verdura o pescado y sacaron el pan, que se estaba encareciendo. Hay testimonios de cómo cambiaron las papas cuando subió su precio por arroz.

Se trata de una transferencia de recursos del Gobierno porteño a las empresas que prestan el servicio, que siguieron cobrando por el menú anterior, pero entregaron uno más barato. También hay denuncias de que mandan 20 por ciento menos de raciones de menos a las escuelas, a partir de un cálculo de las ausencias habituales. Son 19 las empresas privatizadas que reparten los desayunos al 60 por ciento de la matrícula y almuerzos al 30 por ciento, lo que, según estimaciones, implica 2000 millones de pesos por año.

La Auditoría General de la Ciudad advierte una y otra vez desde hace más de una década sobre la baja de la calidad en el servicio, desde falta de verduras, falta de sabor, bajas cantidades, incumplimientos bromatológicos, que nunca llevan a la gestión PRO a echar a las empresas, ni mucho menos a cambiar el sistema.

Un caso paradigmático que me tocó investigar ocurrió en 2015 incluyó virulana en la comida, revoque, moscas, carne mal cocida, contenedores con restos de la semana pasada. Fue el de la escuela Rodolfo Rivarola y lo denunció la entonces legisladora Claudia Neira. La empresa encargada formaba parte de una red con otras compañías que concentraban el 17 por ciento de las concesiones de los comedores. Según pude comprobar, las empresas compartían las mismas direcciones y habían “competido” por una licitación en la era Macri. ¿Hubo algún cambio? Claro que no. Con Horacio Rodríguez Larreta, el negocio goza de buena salud, al tiempo que empeora la de los niños y niñas.

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