- Comunas
- 24.07.2019
CRISIS ECONÓMICA
En Las Cañitas cerraron muchos restaurantes y el barrio se transforma
Muchos locales gastronómicos cerraron por el alto costo de los alquileres, el aumento de las tarifas y la baja del consumo. El perfil de esta zona de Palermo se está transformando.
Supo ser una de las zonas más concurridas de la noche porteña: cuadras de restaurantes y bares llenos y con colas en la entrada. Pero hoy, debido a la crisis económica, la baja del consumo y el aumento de las tarifas, la zona de Las Cañitas, bajó el perfil.
“Cambió mucho”, define el antiguo dueño de uno de esos locales que cerró hace poco. “Cuando explotó estaba muy bueno por la seguridad y la variedad de la oferta. Todo se concentraba en un pasillo de pocas cuadras, con policías en cada extremo. Apuntábamos sobre todo a un público joven, con dinero. Pero cuando se armó la moda, los propietarios de los espacios vieron que funcionaba y nos empezaron a matar con los alquileres”, explica a Clarín.
Otro tema es la escasez de lugares para estacionar. “Varios locales nos juntamos e hicimos gestiones para ver si podíamos usar un predio cercano, del Ejército o del hipermercado que está del otro lado de Dorrego, pero no logramos nada”, recuerda el gastronómico que decidió emigrar a otras zonas.
Las tres playas privadas de estacionamiento (una sobre Chenaut, otra sobre Báez y otra al fondo de la calle Arévalo) representaban un gasto extra que debían tener en cuenta quienes se acercaban para cenar o tomar unos tragos. Hoy, la hora de estacionamiento cuesta desde $ 80 y la media estadía, desde $ 280.
En esta zona de Palermo se evidencia el cambio de época. En la esquina de Báez y Chenaut, donde antes estaba el restaurante Piegari Piazza, hay una local de una cadena de farmacias. Una heladería tradicional, un bar de jugos y un local de helados en roll reemplazan otros tantos restaurantes. Donde antes quedaba el mítico Jackie O, un cartel anuncia la inminente llegada de un gimnasio.
Hay siete gimnasios en cuatro cuadras. La pregunta es si habrá clientes para todos. También hay dos barberías. “De lunes a miércoles a la noche cayó mucho la llegada de autos. De jueves a sábado a la noche cayó menos, pero los domingos tenemos la misma cantidad de gente. Van al mediodía a comer a la Fonda del Polo y a los restaurantes más clásicos y familiares”, observa Ricardo, que trabaja en una de las playas de estacionamiento.
Roberto, el encargado de la Fonda del Polo, explica a Clarín “A nosotros no nos cambió mucho. Tenemos los problemas de todos los restaurantes, como el precio de los servicios, por ejemplo. Pero a la noche y al mediodía, la gente sigue viniendo”. Las nuevas hamburgueserías o heladerías “no son competencia” porque apuntan a un público más joven. Sí puede enumerar todos los locales que cerraron, entre los que destaca El Primo –anterior incluso a la Fonda, que ya lleva 25 años allí- y Azul Profundo.
Nano Babusci, gerente del bistró Novecento que llegó a la esquina de Báez y Arguibel en 1996, repasa el derrotero que siguió el barrio: “Cuando nosotros llegamos, estaba muy lejos de ser un polo gastronómico. Después sí, Novecento se volvió un ícono y la zona se convirtió en el polo de vanguardia, con restaurantes innovadores como La Corte, Azul Profundo o Soul Café. Estaba de moda, fue uno de los primeros lugares en nuclear propuestas gastronómicas diferentes”, indica a Clarín.
COMENTARIOS