OPINIÓN

La escuela y el desafío del aislamiento

Una educación que empatiza con la realidad es aquella que logra ponerse en sintonía con las preocupaciones de alumnos/as, que trabaja sobre los problemas cotidianos en clave pedagógica, y que jerarquiza, en estos momentos, la vida por sobre el rendimiento disciplinar.

Matias Segreti


“¿Qué es más importante?”, pregunta una maestra a través de las tareas virtuales que se impusieron como forma de relación educativa. “¿Qué es más importante? ¿Cumplir con la tarea y aprender o no hacerla y atrasarse?”. Lola piensa, se toma unos segundos para contestar, agarra el lápiz y finalmente escribe: “Lo más importante es la vida”.

Las medidas de aislamiento social, la cuarentena, el encierro tienen un argumento científico frente al avance del virus. ¿Cómo reaccionan las instituciones educativas frente a este fenómeno?

En principio hay que señalar que al mismo tiempo que se toman estas medidas preventivas, se da otro fenómeno vinculado a una lógica del tiempo que domina nuestra sociedad: la sobre estimulación a través de las redes sociales y un llamado a la hiperproducción, para que el tiempo no sea “muerto”. Sin dudas, estas características se entienden en el marco del capitalismo siglo XXI (versatilidad, adaptabilidad, referencias meritocráticas, producción incesante).

Pero, ¿qué sucede con este fenómeno y la educación? El pedagogo Gabriel Brener dice que la escuela es el tiempo de la pausa, de una gramática que permite la administración de un proceso individual y colectivo, del orden de un acontecimiento distinto.

Entonces, ¿por qué la escuela está funcionando como un dispositivo de teletrabajo?

MENSAJES Y PROPUESTAS

La primera respuesta, desde las estructuras de gobierno, ha sido que los docentes cumplan con la estructura programática de los ciclos primarios y de las materias secundarias a través de tareas elaboradas por los y las docentes. De esa manera se garantiza presencia y transmisión, y al mismo tiempo se opera una suerte de vigilancia sobre el cumplimiento de las responsabilidades como alumnos/as.

Podríamos decir que este dispositivo no se aleja mucho de la escuela del siglo XX, por el contrario, profundiza las tecnologías de poder y vigilancia sobre estudiantes y docentes, sin la necesidad de la presencia física.

Volvamos a la respuesta de Lola: lo primero es la vida.

Uno. El presidente Alberto Fernández ha tomado decisiones económicas, sociales y sanitarias en el marco de ese argumento, la vida por encima de todo. Esta es una oportunidad enorme para que los/as docentes establezcan una relación empática con la vida de sus estudiantes. Además de reflexionar junto a ellos a través de los dispositivos disponibles, sobre la importancia que tiene la idea de que lo primero es la vida (algo que parece esencial), también reviste una necesidad que los y las docentes les pregunten a sus estudiantes cómo están en este momento, cómo están atravesando este aislamiento, qué extrañan, qué hacen, qué disfrutan, etc. La enorme heterogeneidad de territorios, situaciones socioeconómicas y formas de transitar este momento tiene que obligarnos a los docentes a conocer qué les pasa a nuestros estudiantes. Alertar si hay deficiencias nutricionales, si se encuentran en contextos de violencia, si están angustiados, si experimentan preocupaciones.

Dos. El conocimiento salva vidas. Los noticieros hablan de drogas farmacológicas, de científicos, de médicos, personal de enfermería, y la sociedad opina, aprende, discute, toma posición. Todos los profesionales que actúan para salvar vidas son producto de la escuela. La ciencia ha tomado un lugar de relevancia que jerarquiza el conocimiento en torno a las amenazas. Sabemos los y las docentes que no se puede aprender si la relación con el conocimiento no es afectiva. Esta es otra oportunidad para trabajar con los estudiantes y proponer una nueva forma de concebir sus propios aprendizajes. 

Tercero, la sociedad solidaria. El presidente de la Nación ha explicado muy bien que el avance de este virus tiene un componente y tiene que ver con las pautas de distribución en el marco de la proximidad con infectados. Por eso llama a la cuarentena. Y al mismo tiempo solicita que la sociedad entienda que cuidándose, se cuida a los demás. La respuesta es formidable. El pueblo argentino se desempeña con solidaridad, se cuida y cuida. La solidaridad como práctica social también es un fenómeno que la escuela tiene que abrazar, ejercitarla y transmitirla. Esta época tiene que servir para pensar este tipo de relación con los y las estudiantes.

Una educación que empatiza con la realidad es aquella que logra ponerse en sintonía con las preocupaciones de los alumnos, que trabaja sobre los problemas cotidianos en clave pedagógica, y que jerarquiza, en estos momentos, la vida por sobre el rendimiento disciplinar. Correrse de los llamados de hiperproducción y sobre estimulación es, también, la tarea.

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