- Sociedad
- 03.05.2021
PANDEMIA
Uno de cada cinco restaurantes de Puerto Madero cerró durante la pandemia
El barrio ya venía golpeado por la obra del Paseo del Bajo, con el éxodo de oficinistas por la pandemia, la falta de turistas y las restricciones nocturnas agravaron la situación de los locales gastronómicos.
Puerto Madero es el barrio menos densamente poblado de la Ciudad de Buenos Aires, con la pandemia debe sobrevivir gastronómicamente solo con sus vecinos y los porteños de otras zonas porque ya no hay turistas ni oficinistas.
A la crisis macrista y a las obras del Paseo del Bajo, que duraron más de los plazos pactados, hace un año se sumó la pandemia de Covid-19, es así como uno de cada cinco restaurantes de Puerto Madero cerró definitivamente.
La construcción del Paseo del Bajo sumió a Puerto Madero en una fuerte caída del consumo por más de dos años, que se siente aún hoy, como que casi no quedan lugares para dejar el auto: se perdieron 5.000 espacios de estacionamiento.
“Esa obra ya había restado un 40% de la clientela habitual, que jamás volvió después de que se inauguró el Paseo del Bajo”, precisa a Clarín Carlos Yanelli, dueño del restaurante Estilo Campo y presidente de la Cámara de restaurantes de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC).
La crisis se ve sobre todo en Madero Oeste, la franja de docks de ladrillo a la vista que tiene a la avenida Alicia Moreau de Justo de un lado y a los diques del otro. Allí están los restaurantes de mayor capacidad -entre 200 y 500 cubiertos- y las oficinas, hoy con una vacancia del 40%.
“Hasta las torres de Madero Harbour están un 30% vacías, porque sus espacios se fueron desocupando y no volvieron a alquilarse. Las empresas no buscan Puerto Madero para instalar oficinas, en gran parte porque está complicado para estacionar. Se perdieron 5.000 espacios para dejar el auto con la obra del Paseo del Bajo. Las únicas cocheras están abajo del Hilton”, describe a Clarín el socio gerente de Tizado Puerto Madero, Federico Andreotti.
“Vienen los pocos trabajadores de la zona y los habitués que nos hacen el aguante. Gracias a ellos seguimos trabajando”, cuenta a Clarín la encargada de Rodizio. Lo mismo agradecen en La Bistecca, que cierra a las 17 horas por disposición de la empresa. “Igual, cuando cae el sol, ya no queda nadie”, dice Marcos, su encargado.
“Si tuviera la plata, me iría a algún barrio. Acá ya no hay gente. Pensar que hasta 2010 estuvimos en Recoleta”, recuerda con nostalgia Eduardo González, socio de La Cabaña, en el dique 4. A unos metros, Villegas es uno de los restaurantes con más gente, aunque en todos los casos sigue siendo poca. “Hacemos apenas entre 30 y 40 cubiertos diarios. Tener cerrado adentro nos mata. Pensamos quizás poner algunas mesas sobre Alicia Moreau de Justo, pero no lo vemos muy viable”, dice Julián Jubilet, gerente de Villegas.
“Hay pocos vecinos en el barrio, y encima todos viven del lado de Madero Este, pasando los diques. En general no vienen acá si no es con auto, pero no hay lugar para estacionar”, explica Ricardo Fernández, socio gerente de la parrilla El Mirasol. Fernández tiene un punto: en Madero Este hubo menos cierres gastronómicos, pero también hay menos restaurantes, y el porcentaje de ocupación es mayor porque estos justamente tienen menor capacidad.
De hecho, en ese sector del barrio hay lugares cuyos dueños se animaron a abrir en pandemia. Es el caso de la cafetería Jisu, que inauguró en noviembre, pensada para ese público mixto típico de Puerto Madero: turistas, oficinistas y vecinos.
“Es verdad que esa gente ahora falta, pero nuestra perspectiva es más a largo plazo y, aunque aumentan las restricciones, vemos que cada vez circulan más personas. También tuvimos muchos turistas, nacionales, desde ya”, cuenta James Rodríguez, encargado de Jisu.
Con todo, la prohibición de atender comensales adentro también afecta a Madero Este. Tampoco ayuda que, aunque el barrio haya visto aumentar su población, siga siendo mucho menos denso que la media porteña.
De hecho, quedan pocos restaurantes de gran envergadura del lado este. Osaka, sobre Juana Manso, es uno de ellos. “En abril tuvimos 21 cubiertos por día, menos de la mitad de nuestra capacidad -estima su dueño, Agustín Latorre-. Casi todas las propuestas de alta gastronomía se han ido del barrio. No sabemos cuánto más podremos aguantar”.
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