OPINIÓN

La guerra a las clases virtuales

Luego de cansarse de decir que la educación es su prioridad, Larreta suspendió todas las clases para esta semana. Sí, también las virtuales que no contagian.

Werner Pertot


Hace tiempo que en esta columna vengo diciendo que Horacio Rodríguez Larreta le declaró la guerra a la virtualidad. La semana que pasó lo pudimos comprobar. El jefe de Gobierno, tras muchas idas y vueltas, aceptó la magnitud de lo que está implicando la segunda ola y se sumó a las medidas de carácter federal. Esto suponía dar clases virtuales durante los tres días hábiles que hay en los nueve días de la nueva cuarentena. Pero no: decidió que no haya ningún tipo de clases, ni presenciales ni virtuales. ¿Contagiarán los Meet? ¿El coronavirus pasará a través de los Zoom? Las explicaciones –que transcribo más abajo- oscurecen más de lo que aclaran. Los gremios docentes lanzaron una convocatoria para dar clases virtuales en esos días frente al “lockout educativo” que resolvió Larreta.  Mientras tanto, y en la misma semana, Larreta sigue rematando edificios que pedían que se conviertan en jardines maternales. Va quedando claro el nivel de prioridad que tiene la educación.

Se cansaron de decir que la educación era prioridad y que por eso defendían que fuera presencial a toda costa y en cualquier escenario epidemiológico. Consiguieron un fallo de un tribunal amigo (casi de la familia, podríamos decir), ignoraron otra sentencia que no les gustaba, fueron a la Corte y Larreta se anotó una victoria. La Corte dejó un desorden total, donde cada distrito podría hacer literalmente lo que se le cante (a esto contestó Alberto Fernández en su discurso del jueves). Hicieron todo eso, pero todo lo que hicieron no elimina la realidad biológica del virus y su avance feroz en la segunda ola.

Quizás por eso a comienzos de la última semana empezó el volantazo de Larreta: dejó trascender que, ahora sí, podría considerar suspender la presencialidad escolar. Pero, ¿cómo? ¿No era que “la escuela no contagia”? ¿No era que la exigencia de las clases presenciales no afecta al sistema de transporte público? ¿Cómo se vuelve de afirmar esas cosas y luego tener que cerrar las escuelas? No hubo reconocimiento del error por parte de las autoridades porteñas. Por el contrario, lo que hubo fueron idas y vueltas toda la semana y, al final, sobreactuación.

Sí, sobreactuación. En lugar de pasar las clases a virtuales en esos tres días, decidieron suspender todas las clases. ¿Será porque no invirtieron un peso en que exista un sistema virtual más o menos razonable, como se les exigió hasta en fallos judiciales en 2020? ¿O será para no reconocer que las clases virtuales –si bien todos sabemos que no son lo mismo- son una alternativa válida en un momento de excepcionalidad como es la pandemia?

Larreta en su discurso del jueves no dio ninguna explicación. Por el contrario, siguió repitiendo lugares comunes: “Siempre el tema más importante para nosotros es la educación, porque la escuela es progreso e igualdad de oportunidades para nuestros chicos”, declamó. Y aseguró que los días de clase que se pierdan esta semana se recuperarán cerca de Navidad porque “cada día vale”. Sostuvo que “la escuela es lo último que se cierra”, lo cual tampoco es cierto: contrario a lo dispuesto por el Gobierno nacional, Larreta permitió que los comercios no esenciales sigan abiertos (y atendiendo desde la puerta, se supone). El comercio te lo abren, la escuela te la cierran.

La decisión fue tan inexplicable que hasta el ministro de Educación nacional, Nicolás Trotta, se animó a criticarla: "No se comprende la decisión de Horacio Rodríguez Larreta de suspender las clases. Todas las provincias menos CABA tienen clases no presenciales de miércoles a viernes", dijo.

Como nadie explicaba por qué habían tomado esta decisión, la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, se convirtió en involuntaria vocera de la ministra de Educación porteña. Dijo que había hablado con Soledad Acuña y que se trataba de un “tema técnico”. “Al hacer un sistema presencial, todo está organizado para el sistema presencial. Al volver al sistema virtual, la organización del sistema virtual implica que haya material, docentes, y toda la infraestructura, que requiere por lo menos tres días”, intentó justificar la ex ministra de Seguridad.

“No es una cuestión técnica. No es una cuestión de posibilidad”, la desmintió Acuña, a la que Bullrich había citado como fuente. “Sostenemos que la presencialidad no puede ser reemplazada por la virtualidad. Como son solo tres días, preferimos que los aprendizajes de estos tres días sean en forma presencial. Cada día cuenta y preferimos cambiar estos días de no presencialidad por presencialidad más adelante”, se enredó Acuña. Pero quedó claro: no eran problemas técnicos, sino ideológicos. El Gobierno porteño le declaró la guerra a la virtualidad.

Le salieron al cruce dirigentes gremiales como Eduardo López, que manifestaron que llamarían a dar clases virtuales en esos tres días frente al “lockout” de Larreta y Acuña. Legisladoras opositoras como María Bielli o Lorena Pokoik salieron a advertir sobre otro costado de la decisión: con el cierre total de escuelas, Larreta también suspendió la entrega de alimentos a las familias, algo que no se había frenado ni en 2020.

Por si a alguien le quedaban dudas sobre qué prioridad tiene la educación, les sugiero revisar una cautelar que ordenó frenar la venta de un edificio público en Villa Crespo. Desde 2012 que en la Comuna 15 venían pidiendo que en ese edificio se hiciera un jardín maternal, habida cuenta de la falta de vacantes en la Ciudad y especialmente en esa edad. ¿Qué hizo Larreta? Decidió rematarlo. Un fallo se lo impidió.

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