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- 03.02.2022
COMUNA 11
Matías Lockhart: “Si no nos apropiamos del espacio público, se lo apropian otros que tienen intereses económicos”
Conocimos a Matías Lockhart que durante la pandemia armó una huerta en la vereda de su casa en el barrio de Villa Santa Rita, pronto otros vecinos y vecinas se sumaron a la iniciativa y comenzaron a multiplicarse por toda la cuadra.
Una hermosa mañana nos acercamos a Villa Santa Rita para conocer a Matías Lockhart, padre de Lucas y Manuel, se dedica a la cocina, más específicamente a la gastronomía agroecológica. En plena pandemia decidió armar una huerta en la vereda de César Díaz entre Campana y Lavallol. Pero, al principio tuvo problemas, uno de sus vecinos le envió una carta documento intimándolo a sacar los neumáticos donde había plantado las semillas porque los consideraba peligrosos y feos. Sin embargo, una vecina, al enterarse de esto, le ofreció mudar la huerta a la vereda de enfrente, donde vivía su hermana. Así nació la Huerta de César Díaz.
¿Cómo surgió la idea de armar una huerta en la vereda de tu casa?
Yo formo parte del Colectivo Reciclador que mayormente nos ocupamos de hacer huertas y poner cuestionamientos acerca de la forma que tenemos de alimentarnos y de vivir en estas grandes ciudades. Con la pandemia esa desigualdad se acrecentó en muchos aspectos como la falta de alimentos, la crisis alimentaria y en este punto en particular la falta de espacios verdes. Villa Santa Rita es el único barrio porteño que no tiene plaza.
No es casualidad que el proyecto del Pasaje de Mariposas que está en esta misma manzana en el pasaje Toay haya surgido en la misma época, mediados del 2020, cuando los niños, niñas y adultos también necesitábamos salir, tener un lugar de esparcimiento para no estar tan encerrados y como no hay plaza ni parque cerca, la gente necesitó salir y desde el grupo de huertas empezamos a ver la necesidad de expandirnos a las veredas.
Yo arranqué con el tema en la terraza de Carlos Briganti, el que armó el Reciclador Urbano, que tiene 60m2 en el barrio de Chacarita. Él imparte conocimientos acerca de cómo crear y cuidar una huerta y los voluntarios nos fogueamos ahí. Con el tema de la pandemia todo eso se cerró porque no se podía acceder a las viviendas particulares y en ese momento, como yo no tengo patio, ni terraza en mi casa, salí con los chicos a la vereda.
¿Cómo tomaron esta iniciativa los vecinos y vecinas?
Una amiga me consiguió cubiertas de auto, las pintamos, las puse al costado del cantero y fue ahí cuando el dueño de la casa de al lado, que no vive acá, me mandó una carta documento instándome a retirarlas. Pero el amor puede mucho más que el odio y la vecina que le alquilaba se enteró de esta situación, habló con la hermana que vive enfrente y nos habilitó el cantero que es mucho más grande y con otro compañero cruzamos las cubiertas. A partir de ahí se multiplicó, porque como acá está la bicisenda, la gente pasa y las ve, la vecina de al lado me pidió que pusiera, la de la esquina también, eso se extendió hasta la avenida Nazca.
¿Cómo fue la experiencia en el día a día?
Durante muchos meses, la huerta florecía, ahora achicamos un poco la cantidad de cubiertas porque este es un movimiento oscilante. Lo ideal sería que todos los vecinos y vecinas tuvieran unas cubiertas en sus puertas y las rieguen y les saquen los bichos, pero no es lo que sucede. En un momento me vi sobrepasado de tener que regar todas las huertas. A principio regaba dos veces al día, pero con la vuelta a cierta normalidad, este invierno regué mucho menos, eso afectó la vida de las plantas, entonces achiqué la escala. Esto es un aprendizaje, hay que probar para ver si funciona.
¿Qué plantan en la huerta?
Primero nos fijamos en el calendario lunar el momento de la siembra, plantamos por estación y nos fijamos la vereda. En este caso, la vereda de este lado en primavera verano tiene un poco de sol a la mañana y en invierno tiene solo una hora de sol, la vereda de enfrente tiene sol a la mañana y mediodía y a la tarde la línea de edificios les hace sombra. Entonces las especies que resisten un poco más el sol van en la vereda de enfrente y las que no necesitan tanto sol van de este lado.
Plantamos acelga, lechugas, zanahoria, kale, remolacha, rabanitos que son de crecimiento rápido por siembra directa, no es necesario trasplantar, en 20 días tenés rabanitos. En invierno habas, ahora en verano ya hay tomates.
También tenía la intención de poner una compostera comunitaria, pero debido a la carta documento no pudimos, pero es mi meta. Tengo ganas, yo estaba compostando en el pasillo de mi PH, pero tuvimos un problema de cloacas y la tuve que sacar. Pero la cantidad de basura que se reduce es impresionante, yo tiraba una sola bolsa de basura a la semana. Ahora no lo podemos hacer y me da mucha pena, que no haya una ley porque no hay un interés del Gobierno porque, la verdad, se ahorrarían recursos de petróleo, nafta, camiones, que se podrán optimizar o redireccionar para una red importante de compostaje a nivel Ciudad.
La cosecha la repartimos entre los vecinos y vecinas. Me gustaría una participación mayor, mayor compromiso, me veo solo regando y combatiendo plagas. Todavía falta entender el espacio público con toda la fuerza de esa palabra: público y de todos. Porque si no nos lo apropiemos nosotros, se lo apropian otras personas con intereses económicos.
¿Qué relación tienen con el Gobierno de la Ciudad y con la Comuna 11?
Tuvimos reveces porque el Gobierno de la Ciudad nos envió cartas de intimación a los que teníamos cubiertas en la vereda, porque era algo ilegal. Trataron de sacar dos huertas, la primera fue la de Roseti, que es la de la vereda de Carlos en Chacarita. Juntamos adhesiones de periodistas, de gente de distintos espacios políticos, se hizo una vigilia y se llegó a un acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Espacio Público. Nos dieron un permiso, quedamos en que nosotros íbamos a buscar la mejor forma de llevarlo a cabo, ya no era algo clandestino. Dos meses después, intentaron lo mismo acá en César Díaz, hicimos una vigilia, convocamos a distintos medios y logramos que se mantuviera.
Cada tanto, como por acto reflejo, siguen mandando intimaciones. La vecina de al lado recibió una la semana pasada, porque hay una disputa entre el Gobierno central y la Comuna 11, se pelean entre ellos, entonces la Comuna manda la intimación y el Gobierno la desestima, y nosotros quedamos en el medio.
Nosotros queremos que esto esté inscripto en la legalidad, porque en tiempo record la Ciudad le regaló espacio de la calle a los bares para que pudieran trabajar en pandemia y eso es plata para el Gobierno porteño. Los kioscos ocupan lugar en la vereda, la gente estaciona los autos sobre la vereda, pero nada de eso tiene una consecuencia negativa, pero una lechuga puede llegar a ser asesina, una acelga te puede intoxicar y matar. Hemos leído cualquier cantidad de barrabasadas de gente desinformada de que esto atrae ratas cuando en realidad lo que atrae a ese tipo de alimañas es la mugre que la gente deja y el pésimo sistema de recolección de residuos en la Ciudad. No hay realmente una ley de basura cero, era imposible de cumplir con los plazos que se habían propuesto desde el Gobierno, porque no hay un verdadero interés, lo que hay es un negocio detrás de la basura.
Nosotros intentamos que esto sea un proyecto integral, no es solamente poner plantitas en la vereda. Se tiran más o menos 18 millones de cubiertas al año al relleno sanitario, las campanas verdes están bien para reciclar, pero primero hay que reducir, para eso tiene que salir la ley de responsabilidad extendida en la cual la responsabilidad del productor por su producto es extendida hasta el momento del pos consumo en el final del ciclo de vida del producto, porque si no las botellas, los plásticos y las latas terminan en el relleno sanitario, no hay una política de reutilización de los residuos, no hay una mirada integral. A la gente no le importa a dónde va la basura, mientras que no lo veamos no hay problema, mientras la vereda esté limpia no importa si me cobran impuestos. Esto afecta al mundo en el que vivimos hoy y donde van a vivir nuestros hijos, nietos y los que vengan después. No puede ser que ya casi no haya suelo absorbente para las lluvias.
¿Qué otros problemas ambientales ves en tu barrio?
Hay un problema también con el tema de la poda y remoción de árboles, hay un negocio de las empresas que tienen la concesión porque cobran por cada extracción. Si no me equivoco el costo es de $38.000, no se le hace ningún tipo de estudio de salubridad al árbol y cuando lo reemplazan, si es que lo hacen, ponen unos arbolitos que en el mejor de los casos va a tardar unos años en desarrollarse, si no se muere en el medio.
Nosotros con la huerta manifestamos una serie de problemáticas que vivimos en la Ciudad. Mientras sigan este tipo de políticas y sigan concesionando, vendiendo y loteando los IRSA, los Costa Salguero o el edificio de 8 pisos que van a hacer en la plaza Malaver de Villa Ortúzar. Yo viví en la casa que demolieron, me da mucha pena.
Desde el barrio están reclamando por una plaza
En Villa Santa Rita estamos reclamando por una plaza, somos 33 mil habitantes en el barrio, la OMS sugiere que haya entre 10 y 15m2 de espacio verde por habitante, tendríamos que tener 30 plazas de una manzana cada una para cumplir con esa meta, solo pedimos una. Nosotros los vecinos y vecinas hicimos el trabajo de relevamiento de terrenos donde se podría construir una plaza, algunos legisladores nos acompañan.
Vamos a las plazas aledañas, a la Banderín en Floresta, a la de Pappo en Villa General Mitre, a Villa del Parque, pero no hay una plaza cerca, la única considerada plaza por el Gobierno de la Ciudad es el triangulito de cemento de Miranda y Emilio Lamarca, pero claramente eso no es suficiente.
Yo formo parte del Consejo Consultivo de la Comuna 11 y desde el espacio de Ambiente presentamos cuatro propuestas y ninguna se trató. La Ley de Comunas dice que la Junta Comunal tiene la obligación de tratarlas, pero no sucede. Nosotros no nos vamos a bajar de estos reclamos.
Lo que nos trajo la pandemia es que ya no estamos más de forma dócil acatando lo que viene de arriba, por suerte la gente se está empezando a expresar. Estaría bueno que fuera más masivo, que todos y todas nos termináramos de despertar, pero creo que es un proceso gradual y más largo del que quisiéramos.
¿Tienen relación con el Pasaje de Mariposas?
El año pasado nos invitaron para la actividad de fin de año, cuando en diciembre, todos los años cortan el pasaje, colocan una mesa larga y comen y festejan todos juntos. Es algo con lo que siempre soñé, porque yo me crié en provincia y conocía a mis vecinos de a 10 cuadras a la redonda y hasta que no me llegó la carta documento yo no conocía a ninguno de mis vecinos y ahora saludo a 20. Tenemos que tener el sentido de comunidad más presente, no puede ser que seamos indiferentes a lo que le pasa al de al lado.
Un día salgo a regar y veo dos arbolitos recién sacados de un vivero, alguien los había dejado ahí y se había ido, sin decirme nada, eran un limonero y un quinotero. En la cena del pasaje Toay me crucé con una familia que conocía de vista porque nuestros hijos van a la misma escuela, la pública Casilda, de Magariños Cervantes y Nazca, y me dicen: “¡Nunca te dijimos, nosotros te dejamos dos arbolitos!”.
¿Qué proyecto tenés a futuro?
Para mi emprendimiento de cocina trato de comprar en lugares de economía familiar y circular como la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra), los nodos de los mercados, Mercado Territorial, tratar de fomentar eso y no tanto lo que viene del Mercado Central. Si bien ahora con Nahuel Levalle al frente, están intentando darle un giro, pero es difícil desplazar un gigante, ellos tienen muchas luchas internas y no es algo que sea tan del día para la noche.
Mi intención es que la huerta sea un corredor y que se una a la de Lorena que está casi en Nazca, son 5 cuadras de diferencia con la mía, me encantaría que formen un corredor en Villa Santa Rita y en toda la Ciudad. Me gustaría que entendamos la importancia de volver a la vereda.
Hay que cambiar la ley de arbolado, no puede ser que un limonero o una palta sean ilegales y una amenaza para la gente. ¡No lo puedo entender! En dónde me crié, en la zona norte del Gran Buenos Aires, había arboles cítricos, de moras, paltas, nueces pecan al alcance de la mano. Con la crisis alimentaria que hay, no digo que eso lo va a suplir, pero no hay que darle la espalda, así como la Ciudad le da la espalda al río, le da la espalda a la gente, no lo concibo. Mi meta sería que todos tomáramos más conciencia de la importancia de virar hacia algo más amigable con nosotros, en realidad.
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