- Judiciales
- 16.10.2024
CRIMEN DE LESA HUMANIDAD
Comenzó el juicio por la “Masacre del Pabellón Séptimo” de la cárcel de Devoto
La feroz represión y asesinato de 65 presos por parte del Servicio Penitenciario de la cárcel de Villa Devoto, ocurrida en 1978, llega a los tribunales. Será juzgado como un delito de lesa humanidad.
En apenas una hora, el Servicio Penitenciario asesinó a 65 personas y dejó 88 personas heridas. Los presos murieron quemados, asfixiados, golpeados y baleados. La abogada Claudia Cesaroni, quien está al frente de la representación de la querella en el caso, y Juan Olivero, uno de los sobrevivientes de la masacre, hablaron con AM750 para reconstruir los sucesos de aquella tragedia.
Los sobrevivientes relataron que en la noche del 13 de marzo hubo una discusión entre un celador y el interno Jorge Omar Tolosa por el horario en que debían apagar el televisor que estaba dentro del pabellón. Tolosa no acató la orden y a la madrugada cuatro oficiales fueron a buscarlo, pero no consiguieron sacarlo del pabellón porque sus compañeros lo protegieron: sabían que a esa hora solo los buscaban para una golpiza, según consignó Página 12.
La respuesta del Servicio Penintenciario fue feroz y criminal. Por la mañana del día siguiente, 14 de marzo, alrededor de 70 guardiacárceles, el doble de personal que habitualmente realizaba las requisas, ingresaron al pabellón séptimo de la cárcel de Devoto, a los gritos y golpeando a los detenidos. Los reclusos intentaron resistir como pudieron. “Ellos vinieron a provocar una reacción. Nosotros ese día nos defendimos de la brutal represión que estaban ejerciendo con todos los detenidos del pabellón”, recordó Olivero, quien entonces tenía 20 años y estaba preso desde los 17 por un robo.
El relato continúa explicando que al tener que retroceder por la resistencia carcelaria, los guardias cerraron las rejas con candados y desde afuera comenzaron a tirar gases lacrimógenos y a ametrallar a los internos. Ante la desesperación, algunos presos corrieron hacia el fondo mientras otros trataban de tapar la visión con las camas.
Por motivos que no pudieron establecerse hasta el momento –algunos testimonios indican que fueron las cápsulas de gases lacrimógenos, mientras que otros lo atribuyen a los calentadores que estaban dentro del pabellón- los colchones y las mantas comenzaron a incendiarse y a desprender un denso y tóxico humo que invadió el lugar.
Lejos de querer apagar el fuego, los carceleros continuaron la represión tiroteando a quienes intentaban trepar a los ventanales en busca de aire. Una vez que cesó el fuego, los agentes del servicio penitenciario pidieron a los sobrevivientes que salgan de uno en uno del pabellón y se dirijan al calabozo de castigo. Al salir, los presos descubrieron que los agentes hicieron un pasillo para seguir golpeándolos a su paso. Algunos presos perdieron la vida en ese trayecto.
“Ese pabellón tenía capacidad para unas 70 personas y estaba sobrepoblado por 160. Esa noche fueron asesinadas con golpes, disparos, quemaduras y por asfixia al menos 65 presos y otros 89 fueron sometidos a tormentos”, denunció Cesaroni, y agregó: “Todos los muertos eran internos de ese pabellón. No hubo ningún solo herido ni muerto del servicio penitenciario”.
La historia oficial de quienes llevaron a cabo esta masacre fue que el incendio había sido provocado por los mismos presos, a pesar de las heridas de bala que sufrieron varios de ellos. De hecho, este crimen era denominado "Motín de los Colchones".
“Fue la manera de responsabilizar a los mismos presos por todas las muertes”, advirtió Cesaroni, quien hoy comienza la defensa de las víctimas.
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